sábado, 19 de abril de 2008

15. VALLE DE LOS PENITENTES, CODES



Hicimos esta excursión gracias a la guía “Rutas y Paseos por las sierras de Toloño y Codés” de los hermanos Ollero Ojeda (Sua Edizioak 1993, excursión nº 18), de la que adjunto su croquis y también, por lo clara y explícita que es, la fotografía aérea de google earth con el itinerario marcado en amarillo.






Teresa y Elena tenían 9 y 7 años y para la ocasión vino también con nosotros María, la hija de Roberto, el vecino del tercero.

En la carretera hacia Azuelo, pueblo donde empieza el paseo, hice esta foto de Aguilar de Codés desde el portillo que hay entre Arás y Aguilar. Tiene luz de bruma de la mañana, pero es muy bonita la silueta de la mole del Codés detrás del pueblo.,


La siguiente foto es del comienzo del camino al salir de Azuelo (siempre me gusta hacer una foto al principio de cada excursión), y además del equipo humano se pueden admirar al fondo las filas de peñas a las que íbamos.


Desde Azuelo hasta el comienzo del vallecito de los Penitentes sólo hay media hora de camino rural viendo el lado exterior de las peñas orientales entre las que destacan las dos primeras, llamadas las Dos Hermanas. Son tan esbeltas que la fotógrafa le cortó un poco la cabeza a la más alta.



Una vez dentro del valle las peñas nos envuelven por uno y otro lado. Las del lado izquierdo son como dientes o colmillos, pero si la imaginación popular y la tradición las ha llamado “penitentes” pues será así.


El camino asciende y se estrecha hasta darnos el ambiente montañero de la foto que he puesto como encabezamiento de la excursión. La guía dice que cada cual ascienda hasta donde quiera y pueda porque hacia arriba se pierde el sendero, y a menos que queramos trepar por entre piedras ya no tiene sentido subir más. Para alcanzar la cima del Codés, mejor salir desde el Santuario. Y es que el objetivo de este paseo no es una cima sino un valle; no una azotea sino una singular calle de montaña. En todo caso, ahí se nos puede ver en los últimos esfuerzos por llegar lo más alto posible.


Y en esta otra foto, descansando del esfuerzo y disfrutando (a carrillos llenos) del panorama.


Tengo anotado en mi diario que esta fue la primera vez que llevé la dulzaina al monte y que la hice sonar allí entre las rocas, algo que siempre había deseado desde que hace muchos años oyera tocar una alboca en el Gorbea y encontrase idílica esa conjunción de monte y música popular instrumental.

La fecha en que hicimos la excursión y las fotos que he puesto: 17 de abril de 1993. Quince años justos han pasado desde entonces, pero gracias a revivirla en el blog es como la hubiéramos hecho ayer mismo.