viernes, 18 de julio de 2014

160. RAW INDOOR, EL ROCÓDROMO DE JOSÉ. LOGROÑO, Polígono de la Portalada



De la ciudad nos fuimos al monte para hacer montañismo sin saber que también en la ciudad se puede hacer monte o, al menos..., un simulacro. Las paredes del rocódromo RAW INDOOR de Logroño tienen dibujados unos picos de lo más ingenuo y gracioso, pero no va por ahí la semejanza je je. La experiencia de Toix (v Montes 154) pedía algún tipo de continuidad con esa forma de practicar la montaña agarrándose a ella con uñas y dientes, y al final hemos acabado por probar lo del rocódromo, una disciplina más bien gimnástica que desarrolla habilidades, pasos, músculos y formas de equilibrio que nunca hubiéramos imaginado. Y la verdad es que, por lo menos a mí, ya me ha enganchado. A Rosalía me costó un poco más convencerla llevarla (y eso que Teresa también empujaba desde lejos), pero el viernes 11 de julio accedió al fin y ahí la veis andando por la vertical de una pared sujeta a esas pequeñas presas como si cualquier cosa.


Los rocódromos no son nuevos pero nunca nos habían llamado la atención. Me da que la escalada ha sido durante mucho tiempo una especie de límite que muchos aficionados al monte hemos preferido no traspasar porque detrás de ese raya empezaban ciertas truculencias, por un lado, o cierta épica, por el otro, y que tanto unas como otras preferíamos dejarlas al margen de la belleza y tranquilidad que buscábamos en la montaña. Pero bien mirado, ninguna montaña es tranquila. Toda salida a la montaña es una pequeña aventura de incursión en la naturaleza que lo mismo te embelesa que te sorprende. Bien pensado, la naturaleza que te descubren los rocódromos no es la de las montañas sino la de uno mismo, la de las posibilidades de tu propio cuerpo. Ahora bien, para eso no es suficiente el rocódromo: se necesita también de un buen guía. Y a fe que Jose lo es. Sólo verle gatear por las presas del RAW INDOOR como una araña o una lagartija ya te entran ganas de imitarle, pero si aparte de eso, luego, cuando habla contigo o te asegura, te transmite a la vez una especie de calma y sosiego que nada tiene que ver con las hazañas deportivas al uso, el resultado no puede ser más gratificante y desmitificador.


Desde que he empezado a ir a su rocódromo, Jose no para de decirme que tenemos que ir a las rocas de verdad, a las paredes de Estella por ejemplo, que dice que están muy bien y son fáciles, pero yo no tengo muchas prisas porque rocas vemos cada domingo en cualquier salida montañera. Otra cosa sería mezclar lo de las caminatas por el monte con alguna zona en que haya que gatear, como nos pasó en el arranque del último tramo del Vignemale (v MONTES 41). No creo que nunca lo hagamos (o busquemos hacerlo) porque cuando llegamos a un tramo de dificultad en roca, suelo estar tan cansado de andar y subir, que nunca tengo ganas de complicaciones. De todos modos, si esto del rocódromo nos hace perderle miedo a esos pasos y acercarnos a la montaña (o a la naturaleza de nuestros propios cuerpos) sin salir de la ciudad, bienvenida la experiencia a este mismo blog.




martes, 1 de julio de 2014

159. EL RAVE, 864 m (8k 300+) Villalba de Rioja, 47 AÑOS DESPUÉS (!)



Entre esta foto en blanco y negro hecha en la cima del Rave, y esta otra en color, median nada más y nada menos que... ¡47 años!


Yo tenía 13 cuando mi padre (arriba a la derecha en la foto siguiente) organizó una macroexcursión con amigos y familiares que puso en la cima a toda esta gente (!!!):


El motivo fue homenajear a sus amigos José Mari San Juan y al dueño de calzados Cabezón de Haro (no recuerdo ahora su nombre de pila) porque un año antes habían acudido como voluntarios a apagar el fuego que había devastado esa pequeña montaña metida en los Montes Obarenes a mitad de camino entre Villalba de Rioja y la Camáldula de la Herrera. Tengo un montón de fotos de ese día pero no es cuestión de ponerlas todas aquí, aunque lógicamente, la pequeña excursión que hicimos Rosalía y yo el pasado domingo 29 de junio, festividad de San Pedro, comenzó llena de recuerdos. Otra cosa es como acabó, ah, casi casi como en otro incendio. Ya veréis por qué.


Nada más fácil y sencillo que subir al Rave. Y bonito de veras. Se sale del punto más alto del casco urbano de Villalba y se enfila derecho en dirección norte hacia el Portillo. Al principio por camino, y luego por senda. Ojo en el primer cruce de caminos porque el grande tira hacia la izquierda y hay que coger el otro. Un bienaventurado montañero ha puesto un pequeño cahir para indicar que es por el derecho. Un kilómetro de suave subida y se llega a un pequeño embalse que se bordea por la derecha. Desde el borde del embalse se ve una de las dos paredes de roca que funcionan como escuela de escalada. 


El corte que se ve por debajo de la pared es el talud de la pista que sube hasta el Portillo que queda un poco más a la izquierda de esta foto. Esta pista sale también desde el mismo Villalba un poco más abajo desde donde habíamos dejado el coche y sube zigzagueando hasta justo debajo de la pared. Ideal pues para ponerse a escalar sin cansarse lo más mínimo. Bordeado el pequeño embalse, nosotros seguimos el sendero en dirección Oeste hasta que quinientos metros más adelante se encuentra con una pista que sale de la anterior y que se dirige hacia el mirador de Villalba, donde almorzamos el día de la subida a la cruz de Motrico (v. Montes 102).  

Justo al llegar a la pista hay otra zona de roca equipada como escuela de escalada y como nos encontramos a un chico en plena faena (y supuestamente a alguien más asegurándole), subimos a charlar con ellos y resultó que eran usuarios del mismo rocódromo al que he empezado a ir estos días, el RAW de José en la Portalada. 


Tras un ratillo de amigable cháchara seguimos nuestro camino hacia el Oeste hasta llegar a una zona llana que creo que llaman "la fuente del gallego" en la que hay que andar con ojo para encontrar el sendero que se mete en ese pequeño llano (no hay cahir ni señal alguna) y luego doblar a la derecha para ascender a la cumbre (ahí la senda se ve mejor). No os preocupéis que no hay pérdida, y si no, aquí os dejo el track y el mapa:


La ascensión de este segundo tramo es tan corta que para cuando empiezas a sudar ya estás arriba. La cima está en el quiebro que se ve antes del km 3. Desde Villalba tardamos 56 minutos, entre los cuales hay que contar también el rato que estuvimos de charleta con los escaladores porque no paré el endomondo. Creo que no llegan a los 300 metros de ascensión. 


Sabiendo que era tan accesible no llevamos ni siquiera almuerzo, pero aún así, pasamos un buen rato en la cumbre disfrutando de sus extraordinarias vistas. 


Y ahora viene..., como se dice en las pelis ¡cuando la mató! ¡ah!. Yo no tenía ni idea de que hubiera un segundo sendero para llegar a la cumbre pero en la cima, alguien con pintura verde ha marcado sobre la roca una flecha y ha escrito un rótulo que dice AL PORTILLO, indicando un sendero que sale por detrás de una especie de estación meteorológica que hay en otra roca detrás de la del buzón. ¿Qué hacemos? nos preguntamos ¿vamos por aquí? Total, es un monte tan pequeño...

Damos cuatro pasos y el sendero parece pisado y sobre todo, bellísimo: una especie de túnel en la vegetación en el que encontramos un par de cintas grises a modo de señales de que vamos bien:


Pero en el primer cruce de senderos la cinta gris está colgada como quien se deja allí un pañuelo sin marcar por cuál de los dos seguir. Cogemos el de la izquierda, que parece más ancho pero enseguida me doy cuenta de que la orientación que lleva no es buena y damos marcha atrás para coger el de la derecha (justo en el km 3 del track). Un poco más adelante encontramos otra cinta y algunas pequeñas marcas de pintura verde en alguna piedra del suelo y nos alegramos de ir bien, pero al llegar a una zona de roca en que el sendero se asoma al sur, tiramos para abajo por lo que parece un sendero muy poco andado y nos metemos en un berenjenal de narices. 


Le sugiero a mi socia volver a subir al punto de la cresta y dice que no, que para abajo, que parece que el sendero sigue, pero... ay ay, cada vez se pone más sucio e intransitable (cada vez nos arañamos más) y cuando ya habíamos bajado media ladera y emitido (yo) más de un improperio, decido dar la vuelta y volver al punto de la cresta de roca donde nos habíamos perdido. 


Marcar un sendero es un gran favor a los montañeros pero también una responsabilidad y si no se hace bien puede ser la causa de un mal rato como el que pasamos nosotros. Menos mal que es un monte muy pequeño y que en el peor de los casos podríamos volver a la cima tranquilamente, pero hay que tener un poco más de cuidado con las señalizaciones. En efecto, al volver a línea cumbrera (ver otra vez el mapa del track) encontré a tientas el sendero verdadero que sigue hacia el Este y algunas (pocas) marcas de pintura verde en alguna piedra en medio del sendero, sobre todo, ay, cuando no hay cruces ni dudas. Esta parte del sendero (especialmente cuando gira hacia el sur en el km 5 del track, es bastante más estrecha y está más sucia que la de arriba y me temo que pueda ser muy fácil perderse, por lo que convendría marcarlo mucho mejor. Al final, cuando sale a la pista que baja a la Herrera, hay otra flecha verde que marca su inicio. 


Como decía antes, la cosa no acabó en incendio pero con estas cosas, la verdad, te entran ganas de prender fuego al monte y al que puso las marcas verdes. Y nada peor que arruinar tan bonita excursión y tan bonitos recuerdos como tengo del Rave (o Rabe, escriben otros), así que para finalizar, aquí va otra de las fotos en la cumbre de aquel gozoso día de agosto de 1967 en la que también se me ve junto al cura de Villalba que como se puede apreciarse, ¡subió con sotana!