miércoles, 10 de enero de 2018

257. PEÑA SOTO, Nalda. 6k 330+



Casi nadie sabe el nombre de este precioso pedrusco situado encima de Nalda. Yo lo descubrí aquel día que me dio por correr por el monte (v Montes 153) y me di una piña. En aquella ocasión, entre el sofoco del footing y el escozor de la pierna, no me enteré de mucho y le debía una contemplación algo más reposada. A comienzos de septiembre del 2017, cuando las tardes todavía son largas, pensé en él para dar un paseo vespertino un poco más montañero que urbano con Teresa y Rosalía, y estas son las fotos y el esquema del recorrido. Lo he dibujado en Google relieve porque ni siquiera lo grabé con el Suunto.


Se sube desde Nalda por las calles Arrabal y San Miguelito y se deja el coche poco antes de que se acabe el encementado, justo en el cruce del camino de los Adobes. (Al final de cada post, en la etiqueta Ubicación pongo el punto de salida/aparcamiento). Y ahora, a disfrutar del camino arriba.


Enseguida se ve el paso al que vamos, entre las rocas de la izquierda y Peña Soto a la derecha. No tiene pérdida. A nivel de orientación es uno de los paseos más sencillos del mundo.


El primer kilómetro es suave pero el segundo se empina una barbaridad. Lo veremos mejor a la bajada.


Pasados los sudores llega la contemplación de la roca y de sus espléndidas vistas sobre el valle.


Dándole la vuelta encontramos un senderito por el que se llega a su cumbre. No hay que moverse mucho arriba que... la caída hacia el Oeste es buena.


Para alargar un poco más el paseo vespertino y montañero nos vamos a esa otra torre mucho más gorda y con muchos farallones situada a la derecha de Peña Soto según se sube.





Bueno, ahí estoy bajando desde lo alto de Peña Soto para ir al torreón gordo del que..., ay, ni siquiera sé si tiene nombre. Lo que sé es que en la cima no hay ninguna referencia. La única que encontramos en el sendero que lleva hacia su cima es una bonita encina.




Ya estamos. No llega a un kilómetro el recorrido. Pero las vistas son kilométricas (!) y aquí no hay peligro de caída. El castillo de Viguera sale por detrás de Peña Bajenza...,  pero lo que yo debía de estar señalando a mi hija era la posición de Peña Moya, otro pequeño objetivo montañero que fue objeto del tercer post de este blog hace ya, ayyyy, más de diez años (!).


Mirando hacia el norte vemos el tajo de Peña Soto, el camino por donde hemos subido, y más allá, el lomo de Valmayor que ya hemos recorrido en alguna otra excursión contada en este blog.

Qué bonitos montes tenemos en La Rioja. Como me decía un amigo, no se explica que con tanta belleza alrededor hagamos pueblos tan feos... (ja ja ja). Debe de ser para compensar.


Y esta es la foto que decía yo del descenso. Para que vean que no es broma la pendiente del segundo kilómetro.

Paseo montañero realizado con Teresa y Rosalía el 10 de septiembre del 2017

jueves, 4 de enero de 2018

256. MONCALVILLO / SERRADERO, 1.495 m.



Aún recuerdo la primera vez que reparé en la existencia de esta montaña ubicada prácticamente en el centro de La Rioja. Era al comienzo del invierno de 1981. Iba y venía yo por la carretera de Anguciana a Logroño en busca de piso para instalarnos en la capital y a la altura de Fuenmayor paré el coche al borde de la carretera para hacerle una diapositiva. Tan alta (casi 1.500 metros), dominando todo el valle del Ebro entre el Najerilla y el Iregua, y con una larguísima cumbre prácticamente llana. Supe luego que su cima se llamaba el Serradero (al menos eso es lo que pone en el mapa topográfico del Instituto Geográfico Catastral), si bien todo el mundo llama a esta parte del monte Moncalvillo, un nombre puesto sin duda antes de la repoblación forestal que ha lucido desde que lo conozco. Desde hace unos años Google nos permite verlo desde el aire y con cierto relieve, para así entender mejor su estructura general, los pueblos de acercamiento y sus rasgos más característicos


1) Pronto descubrí también que había una pista que subía hasta la cima y que sale de la carretera entre Hornos y Daroca. Como por entonces tenía un Land Rover, en el verano de 1982 subimos hasta el lomo cimero en el que había un gran cortafuegos y un maltrecho camino con unas piedras tan gordas que preferimos dejar el Land Rover aparcado al final de la pista de subida y recorrer el lomo andando. Como es natural, lo primero que hicimos fue caminar hasta la vieja torre de vigilancia de incendios, y subir a lo alto de la misma (¡entonces se podía hacer!). Viendo desde ella la gran erosión llamada "la Colorada", no nos pudimos resistir a bajar hasta ella y hacernos una foto al borde mismo del gran barranco.


Y otra foto a Rosalía en la espectacular pedrera ("desecadas" las llaman por aquí) que encontramos al paso:


Aquella pequeña excursión de acercamiento al Moncalvillo/Serradero la completamos con una visita al vértice geodésico, erigido sobre una gran peana de hormigón que no se le resistió a Rosalía.


2) La segunda vez que subí al Serradero fue hacia 1987 en una moto Bultaco que no era ni trialera ni trailera (una cosa mixta de las que se hacían por entonces) que me había vendido Carmelo Hernáez.  Hice esta excursión en compañía de otro motero y arquitecto, Victoriano Andrés. Recuerdo que salimos de Sorzano y que el camino fue bastante durillo. Hace poco me encontré con Victoriano por la calle y aún se acordaba de la botella de vino que subí yo para almorzar. Lo que no subimos ninguno de los dos fue ni una miserable cámara de fotos para fijar alguna imagen de aquel día. Una pena.


3) El 4 de marzo de 1995 me cogí a las hijas con una amiga de cada una, y me las llevé a jugar con la nieve en el glacis de Sotés, una estribación singular de la sierra de Moncalvillo que aún tiene una curiosa prolongación en la Dehesa de Navarrete al otro lado de la carretera a Nájera. El camino al glacis es bien sencillo: una pista que sale del pueblo y sube derecha hacia el Sur por todo el lomo hasta que se acaba en un descenso algo pronunciado.


Al llegar a lo más alto les hice una foto con la gran campa de la vaquería de los Corbalán en la falda del Serradero:


En la foto del descenso se aprecia bien la mancha de nieve sobre la Colorada y la de la campa de la granja:


Luego cogimos el coche y subimos por la carretera de Moncalvillo hasta esa misma campa para hacer una foto panorámica del glacis de Sotés al que habíamos subido:




4) Tan solo un mes después, y solo con Elena y la amiga de Teresa, me fui a Daroca para intentar llegar hasta la torre de vigilancia de incendios por la pista que sube directa.


Recuerdo que había rampas realmente duras para las chiquillas, pero que estuvieron hechas unas jabatas.


No recuerdo si llegamos hasta arriba del todo pero desde luego esta foto está hecha a gran altura. En la foto que nos hicimos con el automático a modo de cima no se aprecia muy bien dónde estábamos.




5) Sea como fuere, dos años después, el 1 de mayo de 1997 volví a hacer el mismo recorrido Daroca - Torre de Vigilancia con Elena y con Ernesto Reiner y su mujer, Eva. Y en esta no hay duda de que llegamos porque hice un par de fotos junto a la valla que habían puesto a la caseta de la torre. Una con el automático de los cuatro montañeros, ...


... y otra tocando la dulzaina, como era mi costumbre por aquellos días para celebrar las cimas.


Tengo también anotado que de Daroca a la torre tardamos 1 hora 50' y que el descenso nos costó tan solo 1h 15'.




6) Mi siguiente visita a Moncalvillo fue menos montañera pero más emotiva. Mi padre desconocía por completo este monte y cómo yo solía sacarle a pasear en los últimos años de su vida, pensé que el recorrido desde el final de la carretera hasta la caseta de incendios estaba a su alcance. Recuerdo que un grupo de vacas poco amistosas nos cortaron el paso en el camino durante un buen rato y que mi padre hasta pasó miedo.


7) En septiembre del 2013 subí con Rosalía desde Sojuela hasta las Neveras (excursión contada en este mismo blog Montes133) y nos llevamos la sorpresa de que la caseta de la torre de vigilancia de incendios estaba a un paso de las mismas. También descubrimos que la habían cambiado de color.


8) Cuatro años después y con motivo de probar nuestras bicis eléctricas en un buen puerto, a mi hermano se le ocurrió que podíamos subir por la carretera al Serradero. Y eso hicimos el 14 de septiembre del 2017. Mi idea era seguir por el lomo del Serradero hasta la ermita de San Bartolomé de Nestares pero tiraba un cierzo criminal y se estaba echando la barda por esa zona, así que desistimos y nos fuimos hasta la torre y le enseñé a mi hermano las neveras.





9) No habían pasado ni dos semanas, y volví a subir por la carretera con la furgo para andar hasta la famosa caseta, esta vez para enseñársela a mi hija Teresa que nunca había estado allí.


Le enseñé las neveras, bajamos hasta la Colorada...


...hicimos el paseo del cumbrero...


... y puestos a repetir fotos también posó en el vértice geodésico, si bien no la dejé subir hasta arriba como era su intención porque ya se ve que a la peana le han añadido dos pisos más hasta dejarla poco menos que como un rascacielos.


La anécdota de aquel día fue que al bajar por la pista nos pararon unos funcionarios de la Consejería de Medio Ambiente a inspeccionar nuestra furgo por ver si llevábamos un cargamento de... ¡setas!. Ja ja ja. Se llevaron una gran desilusión al ver que éramos tan solo montañeros.


10) El 28 de noviembre de este mismo 2017 volví al Serradero con un par de amigos para subir por el barranco de la Colorada hasta la primera cascada que cierra el paso al caminante y que obliga ya a técnicas más complicadas de progreso.


Para no regresar por el mismo lecho del barranco descubrí un sendero algo salvaje de escape por la margen derecha que parece ser de cazadores, y un camino viejo que nos devolvió a la conocida pista entre Daroca y la Torre, lo que me hizo concebir esperanzas de que el Moncalvillo, un monte bastante maltratado por las pistas, alberga muchos más rincones y caminos de los que me podía imaginar. Una montaña por tanto que, más que almacén de recuerdos, puede seguir siendo el escenario de muchos días de felices paseos o excursiones de todo tipo.