martes, 25 de febrero de 2014

143. MONTCORBISON, 2.174 m. (13k 800+). Con raquetas de nieve. VALLE DE ARÁN



Esta vez sí que podríamos titular la historia como "fuimos a dar un paseo y "escalamos" una montaña" y no exagero con lo de escalamos porque subir en nieve es como hacerlo a cuatro patas.

El caso es que casi siempre que hemos ido a esquiar al Valle de Arán hemos combinado los días de esquí con los de paseo por el monte, porque eso de esquiar dos días seguidos en las mismas pistas hace tiempo que se me hace bastante aburrido. Al principio fueron paseos cortos por los senderos entre Garós, Unha y Salardú. Luego nos animamos a subir por el Vallarties (a ver si recupero aquellas fotos y las pongo en el nuevo blog del ARTE DEL PASEO DEPORTE) y ya en este blog he contado un paseo por los pueblos del Bajo Arán (post 14) y otro con Rosalía convaleciente por Bagergue (post 51). Pero lo del pasado sábado 23 de febrero del 2014 tiene mucha más miga. Como nos hospedamos en el Hotel Pirene de Viella justo al lado de Gausac, a la hora de pensar un paseo para días entre esquí eché un vistazo al mapa y vi que justo por encima de este pueblo salía un camino que subía hasta un laguito con refugio (la Bassa de Oles), y como por arriba no veía claro el sendero me tracé esta ruta con el Endomondo para intentar no perdernos y conseguir llegar hasta allí:


A la Bassa de Oles llega una pista asfaltada y es el punto de partida para subir en verano al Montcorbison, que como se puede ver en la foto de apertura de este post, tiene una silueta preciosa sobre Viella. Poco antes de salir del Hotel le eché un vistazo, y la verdad es que atraía, así que le dije a mi socia que como había poca nieve quizás podríamos subir en coche por la pista..., pasar por la Bassa de Oles y... acercarnos a sus faldas, y que... por si acaso, bueno sería llevar las raquetas y hasta los crampones, que nunca se sabe cómo puede estar la nieve.


Dicho y hecho. Cogimos el coche, subimos por la pista y nos llegamos hasta la cuarta curva de 180º a la derecha donde había parada una furgoneta de un tipo con un perro San Bernardo que se estaba echando los esquís a la espalda y que nos dijo que poco más adelante había unos árboles caídos y mucha nieve, así que aparcamos junto a él. Le preguntamos si iba al Montcorbison o si lo conocía y nos dijo que no había subido nunca y que no tenía otra idea que pasar un buen día por allí. Como el bosque parecía algo cerrado de ramas y él llevaba los esquís en la mochila, nuestro colega tiró carretera adelante, pero yo aún tenía ganas de dar con el sendero que sube de Gausac y que corta las largas eses de la pista, y por suerte (?) enseguida di con él. Las marcas estaban justo en uno de los árboles caídos a escasos cincuenta metros de la curva donde dejamos el coche.




Al principio parecía una autopista pero enseguida se nos empezó a complicar la vida porque entre las muchas ramas y pinos caídos, la ausencia de marcas de pintura, la abundancia de bifurcaciones y regatillos y los primeros grandes neveros, acabamos subiendo por donde pudimos. ¡Y era pendiente el condenado!


Menos mal que enseguida nos asomamos a un claro que identifiqué en el mapa como el de la Borda Boriera (que se ve allí al fondo).


Este claro tenía una salida por camino a la pista asfaltada y por allí nos fuimos pues si ya nos habíamos perdido (o tener sensación de ello) varias veces hasta allí como para seguir por el monte... Este es el momento en que Rosalía llega a la pista asfaltada, o mejor dicho, muy nevada:


Unos metros más adelante vimos el cartel indicador de 1 km hasta la Bassa:


Y en una curva soleada..., volvimos a ver la espléndida y tentadora silueta del Montcorbison:


Lo gracioso de nuestras excursiones es que Rosalía no se entera mucho de mis preparativos y ella se creía que íbamos a subir hasta allí arriba...

De momento llegamos al refugio y la Bassa de O'les y nos hicimos sendas fotos:



Eran las once de la mañana, hacía un sol espléndido y por el camino de la izquierda del refugio volvía a asomarse tentador el Montcorbison.


Justo echamos un sorbito de agua (que estaba helada (!), así que sol sí, pero frío también) y seguimos por ese camino que enseguida dobla a la derecha y que un poco más adelante nos planteó otra decisión: seguir de frente hacia el Oeste para alcanzar lo que yo pensaba que eran las laderas o el lomo más suave del Montcorbison o cruzar un arroyito y ladear por las huellas que se internaban entre árboles (justo esas que se ven en esta foto que hice a la bajada). Cansado de perderme por entre pinos tiramos por la huella de raquetas que había en el claro :



Claro, claro, claro... hasta que..., ay, el que las había hecho se cansó, se dio la vuelta (!) y nos quedamos sin huella.


Como ya habíamos andado bastante hacia el oeste y vi que unas viejas trazas de esquí o de una moto de nieve tiraban hacia arriba, pensé que había que empezar a coger altura y girar a la izquierda, y por ahí subimos (foto hecha también en la bajada:)


Tras un par de repechos algo duros hundiéndonos en la nieve y sin saber si ya tocaba ponernos las raquetas salimos a un fantástico claro con dos cabañitas al fondo  por lo que volvimos a girar hacia el Oeste.


Al llegar a las cabañitas descubrimos que justo en el resalte que se ve encima de ellas estaba nuestro colega el de los esquís con su perro San Bernardo. Nos volvimos a saludar y sin preguntarnos tan siquiera qué teníamos pensado hacer, echamos a andar cada uno por su cuenta hacia  una hoya que acababa en un embudo y que parecía ser el paso obligado para subir al Montcorbison.


Para describir mejor el lugar de este embudo hice también la foto en la bajada:


En ese momento apareció por el embudo un tipo que parecía bajar de la cima, y por debajo, saliendo del bosque, aparecieron otros cuatro jóvenes y fornidos montañeros que parecían decididos a subir, así que cada cual por su cuenta se debió de animar mucho y todos nos encaminamos hacia el embudo (foto de la bajada con remarque rojo de nuestra huella:)


Y foto de la subida con Rosalía saliendo del pequeño embudo:


El tipo de los esquís y su perro seguían subiendo por delante, nosotros en medio, y los cuatro chicos por detrás no parecían darse prisa en pasarnos, así que animados por la distante compañía seguimos subiendo aunque..., ay, en un paso junto a unos pinos metí mi pierna izquierda hasta las ingles (!!!) y me di un buen susto.


Pero para susto el que se preparó cuando vimos que el de delante tenía dificultades para encaramarse a una loma (que por suerte resultó ser la cimera) y se quitaba los esquís. Entre el susto de antes y que la nieve parecía muy blanda nos paramos a poner las raquetas y allí nos alcanzaron los cuatro muchachos que venían armados de piolets de mucha profesionalidad (!).


Conseguimos encaramarnos todos al lomo, y como la nieve estaba mitad costra, mitad polvo, y a pesar de sus flamantes piolets nuestros colegas no parecían ser mucho más expertos que nosotros, al final nadie sabía cómo subir aquello. El de negro se sentó a pensarlo, Rosalía y yo con las raquetas, otro poniendo la mano y el piolet en la nieve, el cuarto con las manos en los bolsillos y el de abajo del todo, calzándose los crampones. ¡Vaya equipo!

Lo único que parecía claro es que la cima estaba cerca y que el del perro y los esquís ya estaba en ella:


Un poco de zoom para verle y... darle las gracias, porque si no es por él...


Otra foto para ver que ya van subiendo los de abajo...:


... y ahora ya le doy paso a Rosalía para hacerle la foto de llegada a la cumbre que estaba batida por viento del Este y que levantaba una pluma preciosa (siento que no se aprecie bien en la foto):


El esquiador había desplegado sus esquís en la caseta de las antenas y me pidió que le hiciera un foto con su móvil mientras yo le pedí que nos hiciera otra a nosotros con nuestra cámara (una pena no habernos hecho una juntos y guardar un recuerdo suyo)


Con quienes sí posó Rosalía fue con los cuatro muchachos de los piolets que resultaron ser palentinos -uno que estaba probando a quedarse a vivir en el Valle (¡enhorabuena y suerte!) y los otros tres amigos que habían venido a hacerle una visita. Aquí la foto y un cordial saludo para ellos si aciertan a recordar cómo se llamaba este blog y nos visitan:


Y turno para las magníficas vistas desde la cima. Viella y el Alto Arán a nuestros pies:


Un poquito de zoom para resaltar la punta del Montartó mientras... ay, vemos a Rosalía que se desespera porque al ponerse el anorak, ay ay, se le rompió la cremallera (!!!) y empezó a hacer inventos para sujetárselo con la funda de las raquetas. 


Y la tercera y más espectacular foto, como no podía ser menos, para el Mulleres (triunfo del pasado verano, v. post 121), al fondo a la izquierda detrás del escarpado Forcanada, y el Aneto y las Maladetas:


Almorzamos Rosalía y yo en el mal resguardo de la pequeña caseta de las antenas (el viento arreciaba por todas partes) mientras veíamos bajar a nuestros colegas de cima. Mi socia no paraba de jurar contra la cremallera de su anorak mientras que, a falta de piolet, yo decidía ponerme los crampones para descender la nieve en costra de la última pala. Pero como las desgracias no vienen solas resultó que las nuevas botas de Rosalía son más cortas que las anteriores y que al no haber ajustado sus crampones a ellas se le salían cada cuatro pasos... Ay.


Menos mal que la pala no nos puso muchas dificultades y que pronto perdimos altura porque las ráfagas de viento enseguida borraban las huellas. Tras adelantar a Rosalía hice una foto hacia arriba de las cataratas de nieve en polvo que barrían la cumbre pero la foto no da idea de lo bonito que se veía allí:


Al paso por la zona de pinos hice la foto de mi metedura de pata... ¡hasta el corvejón! que se dice. Lo de andar por nieve es así de bonito y variado.



De ahí al embudo, cuyas fotos ya he puesto antes, y del embudo a la loma de las casetas a... disfrutar de la inmaculada blancura de su nieve y a pisar por enmedio de ella (!!vivaaaa!!).



En la misma curva de la carretera en que Rosalía me hizo a la subida una foto con el ignoto Montcorbison detrás ahora le hice yo una con "nuestro" Montcorbison:


"Si ya te decía yo que íbamos a subir, lo que pasa es que tú eres un refunfuñón y un cagao..." -iba murmurando ella todo el rato (!!!). (Qué paciencia señor).

Por supuesto que para volver al coche nos olvidamos de cruzar por el bosque y bajamos por la carretera:


Un poco antes de llegar al nuestro, estaban los coches de los palentinos que se habían quedado por arriba almorzando a lo grande cerca del famoso "embudo":


Y ahí, al fin, nuestro Passat, junto a la curva, esperando que volviéramos del... "paseíto" de... entre días de esquí:


Miro la cota en google earth y estamos a 1.370 por lo que el paseo fue de 800 metros de desnivel. Adjunto el enlace al track de endomondo por si alguien lo quiere utilizar como ruta, y la foto del mismo.


La subida nos llevó tres horas (de 10 a 1). En la cima estuvimos 1/2 hora y el descenso lo hicimos en 2 horas y media, con lo que a las cuatro volvíamos en coche a Viella.

Y ya que el monte nos era desconocido antes de subirlo, una vez hecho no paro de contemplarlo con google earth, y de recorrer los claros y lomas por donde fuimos con el pincel del photoshop:




miércoles, 19 de febrero de 2014

142. CAPILDUY. TRAVESIA ARLUCEA-APELLANIZ. (21k 600+). ALAVA



Pocas veces hemos salido al monte con grupos excursionistas, así que ya tocaba. El día de la subida a EL CUERVO coincidimos en la Venta de Venancio con el grupo riojano KOMANDO CHILIZARRIAS, y como es gente simpática y está en él una amiga de Rosalía, abrí su web y elegí hacer con ellos una travesía cercana en Alava al otro lado del León Dormido: de Arlucea a Apellániz subiendo al Capilduy por el Barranco de la cascada del Molino, un lugar verdaderamente hermoso y sorprendente como vamos a ver en las fotos. 

Para hacernos una idea de la subida al Capilduy por el barranco de la "cascada del molino" he hecho esta panorámica con google earth:


Según la grabación que hizo mi track de endomondo, la ascensión tiene ocho kilómetros, y como entre Arlucea (700 m) y el Capilduy (1.175) no llegan a 500 metros de desnivel, la subida es bastante suave y la única dificultad es el fango de la putrefacción de las hojas de haya o alguno de los cruces del arroyo si baja fuerte (como fue en nuestro caso). Vamos con las fotos:


Como el grupo siempre queda a las 9 en la estación de autobuses de Logroño, de Arlucea salimos pasadas las 10 de la mañana.


Tras un kilómetro de aproximación por un camino, se cruza el arroyo por un puente y se empieza a ascender por un sendero que obliga a la gente a ponerse en fila india.


En los sucesivos pasos del río la gente se entretiene y se va dispersando. Ir al monte en un grupo de 35 personas tiene su gracia (su alegría más bien) pero obviamente se pierde intimidad con la montaña.


Por aquello de ver monte en vez del culo del que va delante u oír la cháchara de los de detrás nos fuimos a la cabeza del grupo, y aquí vemos a Rosalía sorteando un paso de fango con numerosas pequeñas cascadas de agua cayendo por la ladera


En la cascada del molino, Rosalía pidió foto con su amiga Isabel Chicote.


En la parte alta del barranco el hayedo está así de bonito aunque con tanto manto de hojas desaparece el sendero.


Del hayedo se sale a una campa a la derecha del barranco (km 6) y se realiza una reagrupación que la mayoría aprovecha para comer algo... con la consiguiente desesperación de aquellos a los que se nos queda el sudor frío.


Por la campa donde hicimos la reagrupación se gana un poco de altura y se llega hasta una valla de espino que corta el paso (terrenos de entrenamiento de la ertzantza parecen ser). Pero junto a la valla y entre los brezos hay un sendero que sube hasta la cumbre del Capilduy, señalada y ocupada por un altísimo radar meteorológico con una gigantesca bola en lo alto que parece el globo de un ojo. La foto de la cumbre la he puesto para abrir el post pero no están todos pues aunque yo pensaba que iba a ser el sitio para almorzar (según nuestra costumbre) no lo fue para el grupo, que enseguida se puso en marcha para abajo.


La pradera es tan amplia e íbamos tan ligeros y tan sin saber a donde que hubo cierta descoordinación (cosas de los grupos tan grandes).



Allí nos enteramos que el organizador del recorrido era un tal Castor que siempre había ido por detrás y que nos echó la bronca (poca bronca) por irnos hacia el San Cristóbal en vez de hacerlo hacia el San Justi, que por lo visto estaba previsto subir (cosa que de la que la gente de la cabeza no teníamos ni idea).  Pues nada, en llegando al borde de la cortada entre el San Cristobal y el San Justi tiramos para este último y llegamos a su buzón (km 16 marcaba el track).


La cima del Capilduy es aquel piquito que se ve al fondo. Ya digo, ocho kilómetros por medio (!). Ahora tocaba ir hacia el Este...


Pero antes de que la descoordinación y el cansancio hicieran mella en la gente y la pusieran de mal humor, se dio la orden de comer (casi ya a las tres...! hora muy española) lo que en un grupo tan numeroso se convierte poco más o menos en una fiesta alegre de romería en la que todos pugnan por ofrecerte lo que han traído: vino, pimientos rellenos, queso canario, queso Cameros, sardinas a la vinagreta (mmm), galletitas de chocolate y hasta un huevo en sopas de ajo calentado con infiernillo que se preparó el colega del anorak azul que se sentó al lado mío. Ah! y café calentito de la señora Chicote (ahí se la ve sirviéndolo en chupitos de plástico), aguardiente de la petaca del señor de gris de la izquierda y un par de cigarritos compartidos con Aurora, la de mi pueblo (para viciosos los de Anguciana).


En la siguiente foto se ve al grupo en pleno levantando la fiesta y preparándose para el último tramo de la travesía: subir (llanear) hasta el San Cristóbal y bajar a Apellániz:


El sendero en balcón de esta parte del recorrido es precioso y para prueba esta foto del manto morado de hayedos desnudos a nuestros pies con la silueta de la parte de atrás del León Dormido (de atrás para los de Logroño, claro está):


Otra vez cogimos la cabeza del grupo (por aquello de intimar un poco más con el monte), y fuera por la alegría del estómago lleno o porque en realidad está muy cerca, enseguida llegamos a la cruz del San Cristóbal.



Desde la cima del San Cristóbal (km 20) hice una foto al recorrido que habíamos hecho desde el San Justi (al fondo a la izquierda):


Ya sólo quedaba bajar a Apellániz y aunque la mayoría lo hizo volviendo pasos atrás para coger un sendero más cómodo a media ladera, los del grupo de cabeza nos tiramos por la fuerte pendiente para divertirnos un poco.


El premio fue que llegados a la zona más llana apareció por debajo una cortada de piedra francamente bonita que también pudimos franquear por un estrecho paso.


Bajando a media ladera llegamos finalmente al sendero que va directo a Apellániz, muy bonito también.


Allí nos esperaba el autobús. Pero antes de montarnos en él disfrutamos un poco del tranquilo ambiente del pueblo (tan tranquilo que no había ni un bar abierto para la tradicional cerveza) y en su gran plaza aprendimos a limpiarnos las botas de barro antes de volver al coche (!). Y es que viajando con otros siempre se aprenden cosas.


Al poco de bajar del San Cristóbal se me acabó la pila del móvil y se cortó la grabación del Endomondo. Pero como no quedaría más de un kilómetro para la meta, pongamos que fueron 21 kilómetros el recorrido y 5 horas más o menos el tiempo de caminata real (en la campa, en la cima y en la comida lo paré).


Realizados, eso sí, en un día espléndido de sol, agradable fresquito y apenas viento: 16 de febrero del 2014.