sábado, 22 de agosto de 2009

41. VIGNEMALE, PIC LONGUE 3.298 m. (16k 1.600+) d Barrage d'Ossoue.



Para María Belmonte Barrenechea, que hubiera querido venir con nosotros.

A diferencia de la excursión al Canigoú, en la del Vignemale teníamos mucho más clara la aproximación que lo que pudiéramos encontrarnos en la parte de arriba. De todos modos nuestro descubrimiento del Vignemale ha sido progresivo. Hace un par de años, en verano, intentamos por primera vez avistarlo por la pista que lleva al Barrage d’Ossoue, pero el mal estado de la misma y su estrechez nos echaron para atrás (de la vuelta en el estrecho camino el coche conserva un pequeño golpe en el parachoques trasero). Unos meses después subimos en diciembre desde el Pont de Espagne hasta el refugio de las Oulettes de Gaube, excursión que ya conté en este blog. El año pasado volvimos a ver el Vignemale desde las cimas del Gran Facha y sobre todo, desde el Taillón, así que ya sólo quedaba el último paso. María Belmonte nos animó a ello con las historias del conde Russel pero desgraciadamente nuestras fechas de vacaciones no han coincidido este verano y no lo hemos podido conquistar juntos. Pero, como le dije, ahora ya puedo hacer de guía experimentado. Por lo menos, en la ruta que hemos seguido, esto es, la del Barrage d’Ossue y Refugio de Baysellance.

Como ya he dicho, la primera dificultad de la excursión es automovilística. Los ocho kilómetros de pista entre la carretera de Gavarnie (1.400 m) y el Barrage d’Ossue (1.834 m) no son plato de mi gusto. Aunque la pista está asfaltada en sus primeros cuatro kilómetros, es a veces muy estrecha y empinada, así que si te encuentras con alguien de frente lo pasas mal. Creo que debería controlarse un poco más el acceso a este tipo de pistas porque cualquier turista dominguero puede organizar una gorda, y los hay bien atrevidos. Los cuatro kilómetros siguientes, ya sin asfaltar, son afortunadamente un poco más anchos y menos pendientes pero hay que ir muy despacito para no golpear los bajos. Pero bueno, en 35 o 40 minutos se pasa el mal trago y una vez aparcado el coche junto a la presa del Barrage empieza la segunda parte, que es... mucho más interesante.

La foto que abre este relato muestra la imagen que se ve en al comienzo del largo y precioso sendero que va desde el Barrage d’Ossue (1.834 m) hasta el Refugio de Baysellance (2.651 m). No es tan espectacular como la de la cara norte pero la altitud del macizo impone respeto. En el cartelito dice que se puede llegar al refugio en 2h 45 min. pero nosotros lo hicimos en 3h. 5m. y no solemos ir muy despacio, así que no hacer caso al cartel y subir según las sensaciones de cada cual. No sé, quizás fue porque lo hicimos a mediodía y yo sudé muchísimo, pero me parece que es un sendero largo y duro, un típico sendero pirenáico, así que mejor tomárselo con calma. He aquí un par de preciosas fotos del mismo:




A los 2.500 metros el sendero se bifurca dejando a su izquierda la entrada al glaciar pero eso lo dejamos para mañana. Eso sí, le hicimos una foto



y seguimos hacia la derecha hasta alcanzar en otra media hora más el Refugio de Baysellance



donde almorzamos, sesteamos y contemplamos desde la perspectiva del cordal, el Petit Vignemale, la Punta Chausenque y nuestro objetivo, el Pique Longue,



luego cenamos practicando idiomas y, como casi siempre, hicimos nuevos amigos. En esta ocasión un par de parejas catalanas en las que una de las chicas, Pilar Lalinde es de procedencia riojana. Cigarrito compartido después de cenar a las puertas del refugio, larga cháchara sobre lo divino y lo humano, y momento mágico cuando la nubes subían a toda velocidad desde el valle y nos metieron para dentro



Del no dormir en las sofocantes habitaciones de los refugios mejor contar poco. El tipo de la litera de al lado me dio un codazo porque yo roncaba, se dio media vuelta y se puso a roncar. Con el cabreo encima ya no pegué ojo aunque mi socia, al otro lado, siempre perjura que la que no pega ojo en toda la noche es ella. En fin, habrá que pensarse lo de la tiendecita de campaña junto al refugio, aunque menudo frío.

A las siete en punto nos pusimos en movimiento y este es el feliz momento.



Hay que volver los pasos y descender un poco por el sendero de ayer hasta coger alguno de los tres senderos que llevan a la entrada del glaciar. El primero, a 2.570 m. se complica en el paso de unas rocas en ladera. El segundo, también en ladera y con embocadura a 2.535 m. es estupendo (fue el que cogimos), así que no hay que bajar hasta el sendero “oficial” a 2.500 m que sube en vertical hacia el glaciar. Esta es la imagen del glaciar con los primeros rayos de sol.



La puesta de los crampones nos costó 25 minutos porque mi socia no anduvo muy fina en la materia. Primero se puso el de la izquierda en la derecha, luego se los puso con la parte de adelante para atrás y luego..., acabé poniéndoselos yo con más de un bufido. Eso sí, para que no se me escapase por la cara de ogro que se me había quedado la até bien atada (ja ja ja, normas del glaciar) y la mandé para adelante. Rosalía puso la directa y casi cogemos a los que habían salido a las seis de la mañana.







La pendiente es muy fuerte en los primeros tramos pero luego se suaviza al llegar arriba. El glaciar está lleno de pequeñas grietas y de muchas más que amenazan abrirse. Cuando lo bajamos sonaba a deshielo total y daba realmente pena. Creo que de volver a subirlo, lo mejor sería en la segunda quincena de junio o primera de julio. No quiero ni pensar cómo estará a finales de agosto.

Pero bueno, dejemos el glaciar porque por delante nos queda la guinda de la excursión, o sea, los cien metros de roca hasta la cumbre. La gente que llevábamos por delante se dispersó y desapareció como por arte de birlibirloque, unos se fueron hacia el collado del Cerbillona a coger las crestas y otros se metieron en la roca no se sabe muy bien por donde, así que al no encontrar ningún cahir que marcase el punto de comienzo de la ruta hacia la cumbre y al ver que la presunta entrada no tenía muy buena pinta me empecé a poner nervioso: “por aquí no puede ser, por aquí no puede ser”. Llegaron dos montañeros franceses y se metieron... “por aquí” y nos dijeron en francés que era “pour ici” pero yo no me lo podía creer. Coño, decían que era más fácil que el Gran Facha, pero de eso nada. Al final no nos quedó más remedio que trepar “pour ici” y salvar el primer y más difícil paso, una especie de tobogán de roca con las presas al revés que se supera sin mayor dificultad una vez que descubres que la técnica es ir gateando y no tratar de subirlo de pie. No estaba yo para fotos, pero cuando descendimos y les vi a cuatro chavales vascos con las mismas dudas que nosotros, le hice una foto al primero de ellos en el punto del comienzo:



Una vez salvado ese escollo las rocas forman escaleras caprichosas por las que se puede ir trepando con más tranquilidad porque no dan a cortadas o escupideras que te puedan asustar.



En media horita de pausada y cuidadosa trepa por la roca, llegamos al fin a la cima donde nos esperaban tranquilamente los dos montañeros de “pour icí”.



Son los que nos hicieron la típica foto de pareja en la cumbre que me ahorro de poner para no ser repetitivo. Y es que nuestras fotos en las cumbres son muy aburridas pues apenas se ve el vértice geodésico entre los dos. “Por variar” un poco, Rosalía me hizo una foto con la rústica capillita hecha a una estampa de la Virgen y yo le hice otra con el Petit Vignemale y la Punta Chaussenque a sus pies.




Como el día era espléndido de visibilidad me hinché a hacer fotos panorámicas en los 360 grados de maravillosas montañas que nos rodeaban, pero obviamente, todo ese material no cabe aquí.

El descenso por la roca es tan entretenido o más, que la subida. La técnica que practicó Rosalía es la de bajar sentada pero a mí se me enganchaba la mochila con todas las rocas, así que para otra vez mi consejo es dejarla en la base del pico y subir sólo con la cámara de fotos. Sobre todo porque como esta vez se trataba de una subida un tanto exigente, prescindí de nuestra tradicional botellita de vino, y para almorzar en la cumbre una manzana y un poco de queso, no vale la pena subir la mochila con todos los aparejos de la excursión.

En el descenso del glaciar hice esta bonita fotografía del punto de llegada del couloire de Gaube, entre el Vignemale y el Pitón Carré, con la Punta Chaussenque y el Petit Vignemale al fondo.



Y desde ahí, baja que te baja disfrutando del éxito, hasta el coche.



Desde el refugio de Baysellance a la cima del Pic Longue tardamos 3 h 49 min, pero descontando los 25 min de la puesta de crampones y los otros 20 de las dudas sobre por donde empezar a trepar, se quedan en las 3 horas que dicen que se tarda normalmente.

En el descenso desde la cumbre hasta el coche (1.500 m de desnivel) empleamos 4 horas y 25 minutos.

Excursión realizada los días 12 y 13 de agosto del 2009.

40. EL CANIGOU, 2.784 mts, (7k 634+) refuge de Cortalets



En algunos montes muy conocidos y frecuentados lo más complicado no es llegar a la cima sino dar con una buena información sobre la aproximación. Es el caso del Canigou (foto de arriba, visto desde las proximidades de Perpignan) donde el lío de pistas y negocios de transporte en todo terreno hasta el refugio de Cortalets nos dieron más de un quebradero de cabeza. Volviendo a los orígenes arquitectónicos de este blog no estaría de más hacer de vez en cuando la consideración “urbana” o de la “ordenación del territorio” que rodea a las montañas porque en macizos como el del Canigou creo que son más importantes tales datos para la planificación de una buena excursión que el propio hecho de llegar a lo más alto. Me alegraría por ello que el relato de nuestra ascensión pudiera evitar a más de uno la desorientación que tuvimos nosotros con los preparativos.

Por los relatos de internet y por las respuestas de la gente de Prades, no hubo forma de conseguir buena información sobre el estado de las pistas para subir al refugio de Cortalets, ni sobre la organización de los horarios de apertura y cierre de las mismas, así que aceptamos lo de subir en todo terreno (25 euros p.p. ida y vuelta). Pero dar con las empresas de todo terreno tampoco fue nada fácil, unos te dicen que salen de Prades, otros nos dijeron que de Taurinya y otros que de Corneilla de Conflent, y al final hay que recurrir al teléfono y en francés, que por el momento se me da muy mal. Conseguimos tres números de teléfono en la oficina de información y turismo ( Mr Colas, 0468052708, de Prades; Mr Bouzan, 0468059989, de Villefranche; y el de Corneilla: 0468056461) y sólo logramos plaza en el primero de ellos, el de Prades, que nos ofreció tan solo dos horarios: a las 8, ó a las 11. Como nuestro plan era hacer noche en el refugio que habíamos reservado previamente (tfno 0468963619), nos sobraban horas por todas partes.

El punto de encuentro con los todo-terreno de Prades es un parking que hay junto al edificio de bomberos. La compañía de jeeps se llamaba “La Castellane” (aunque su bandera sea la aragonesa....) y sus conductores son unos chavales locuelos que aceleran con alegría por las pistas levantando nubes de polvo y calentando los motores al límite.



Los veinte kilómetros de ascensión por la pista de Vilerach a las 11 de la mañana con todo tipo de coches por medio, valientes ciclistas, y despistados randonées, es un evidente despropósito montañero. Y llegar a las 12 y cuarto del medio día al refugio de Cortalets, otro.



¿Pero que le íbamos a hacer? Como la cima estaba tan a la vista y el cartelito decía que en 1h 45 se podía llegar arriba (los conductores de los jeeps decían prudentemente que en 2 h) , pues..., para arriba.



El recorrido no tiene pérdida, y entre los que bajaban de la tanda de los jeeps de las 8 y los que subíamos de la tanda de los jeeps de las 11, aquello parecía una romería. Pero en fin, a mí no me molesta que suba mucha gente al monte; al final el monte puede con todos. Del refugio se sube al cordal, y desde el cordal se ve el sendero hacia la cima. Así es como se ve desde abajo:



Y así es como se ve desde la cima, con Prades al fondo del macizo:



Rosalía puso la directa y mi GPS marcó un tiempo de 1h 36m minutos cuando yo llegaba a la cima tras ella con algo de mareo. Para machacarme un poco más me dijo que aún podía haber subido más rápido... No sé, o yo ya no puedo con estas alturas o mejor que Rosalía se busque un compañero de cordada más dinámico. En fin, aparte de estos detalles deportivos, lo que estuvo divertido es que al llegar a la cima diez metros por delante de mí, se volvió y me dijo: “¡la cumbre está tan llena que creo que no cabemos!”.

Pero bueno, al final, entre la gente, la nube de hormigas voladoras y las avispas varias que pululaban por allí conseguimos hacernos un hueco y sacarnos una foto en la cruz,



aunque una de las avispas finalmente se enfadó y me mordió en un brazo. Suerte que aún ando rápido de reflejos y no me metió todo su veneno, porque si no, vaya que me hubiera acordado de la cumbre del Canigou. Sacamos el almuerzo y nuestra botellita de Marqués de Riscal comprada en el Auchamp de Perpignan y nos pusimos a almorzar con tanta calma que para cuando hubimos acabado ¡no quedaba nadie en la cumbre!. Ni las moscas.

Objeto preferente de mi contemplación desde la cima fue el amplio valle y sendero que mira al sur



y que creo que es la mejor de las opciones de subida pues además de solitaria tiene como remate final la llegada al pico por una elegante chimenea que aunque bastante vertical creo que todavía está a nuestro alcance.



De lo que no puedo hablar es de la aproximación inferior por los refugios de Mariailles y Pastoral ( a 1.718 m), o el de Aragó (a 2.123 m), pero las pistas de acceso no parecen ser mejores que las de Vilerach o Taurinya y creo haber leído en algún relato que el refugio Aragó está en bastante mal estado.

En fin, como esto no quiere ser un estudio exhaustivo del Canigou sino un simple relato, contaré que el refugio de Cortalets es un lugar de lo más agradable y acogedor, que los chicos que lo llevaban en este verano del 2009 eran de lo más simpático, y que la cena nos deparó una excelente amistad con dos montañeros parisinos, Alain y Jean Jacques.



Pero la excursión no se acaba aquí. Contra mi idea de que las ascensiones pirenáicas han de durar por lo menos dos días, las compañías de todo terreno han convertido la del Canigoú en uno sólo. Y como el descenso en todo terreno estaba acordado para las 6 de la tarde del segundo día, pues algo había que hacer con tantas horas. Y vaya que hicimos. A primera hora de la mañana de la segunda jornada nos fuimos de exploración al viejo circo glaciar del Canigoú llegando hasta sus últimos restos,




y hasta la parte inferior de la brecha Durier



que tampoco parece muy complicada y que sale al sendero sur poco antes de la chimenea (ver foto anterior desde la cima). Sería otra posibilidad de ascensión elegante y solitaria desde Cortalets. Para quien quiera subir por ahí, decir que hasta el circo hay un sendero que no viene en el mapa 1/25000, que sale justo desde el laguito de encima del refugio y que discurre por el lado izquierdo del valle glaciar. Nosotros subimos por todo el pedregal del lado derecho de la hondonada y como nos lo encontramos ya arriba sólo lo disfrutamos a la bajada.

Por aquello de bordear los restos del pequeño glaciar anduvimos por la inestable morrena del mismo formada de grandes piedras, y la verdad es que nos costó casi media hora salir de allí y con alguna torcedura de botas.

La segunda aventura que se nos ocurrió en ese segundo día fue pasar del todo-terreno para el descenso (telefoneándoles para que no nos esperaran, claro) y bajar andando hasta Fillol por la pista que llega al collado de Milleres (842 m), gracias a que nuestros amigos parisinos se ofrecieron a llevarnos en coche desde ese pueblo donde tenían su coche hasta el parking de los bomberos de Prades.

La pista tiene 14 kms y ofrece estupendos senderos de atajo que la acortan notablemente, pero mientras en la parte de arriba es amplio y muy bonito, los de la parte inferior se pierden lamentablemente en el monte bajo;



y entre el calorazo que hacía y el larguísimo descenso que llevábamos (casi dos mil metros de desnivel desde el circo glaciar), el valle se nos hizo interminable. En el fondo del mismo se ve Taurinya. Fillol queda a la izquierda de la imagen.



Desde el refugio de Cortalets (2.150 m) hasta Fillol (750 m) tardamos 3h 30 minutos. Lo peor fue que dimos una vuelta en la llegada y bajamos hasta la carretera. Desde el camping del col hay un camino directo a Fillol, pero como yo tenía los pies hirviendo no tenía ganas ya ni de consultar el mapa. Resultado del pedregal del glaciar, el descenso y el calor: tres enormes ampollas en los pies.

Mientras esperábamos a nuestros colegas parisinos, que bajaron desde la cima por el GR y el Roc Blanc, nos bebimos unas buenas cervezas en el café de Fillol, y entre el cansancio y las cervezas me dejé olvidados en una silla los bastones montañeros que estrenamos en la subida al Aspe. Ultima pequeña sombra de esta gran excursión pirenáica realizada en los días 5 y 6 de agosto del 2009.