lunes, 30 de noviembre de 2015

194. EN KAYAK POR EL EBRO: DE PRADEJÓN A SAN ADRIAN, 11,4 km



Antes de que lleguen los fríos invernales del 2015, César Aguilar y Carlos Álvarez me regalan aún una maravillosa salida por el Ebro de la que no quiero olvidar ningún detalle y ninguna sensación. Para empezar grabé el track con el suunto, aunque como no lo había programado en modo kayak, lo puse en modo caminata, que es lo más cercano en velocidad. Tiene algunos fallos porque hay un momento en que se sale del cauce y porque da un punto máximo de altura que no es cierto, pero da una bonita idea del recorrido. Y sobre todo de las paradas y cambios de velocidad.



Mejor idea del recorrido y del territorio da el mapa de google earth:


Aunque lo más importante para navegar en kayak por nuestros abandonados ríos es tomar nota y no olvidar los puntos de acceso y salida. La presa de Pradejón, con un escondido sendero para bajar a una plataforma estupenda para embarcar:



y una pequeña "playa" poco antes de llegar a San Adrián, donde se puede acceder con el coche para recoger las embarcaciones:




Mi papel en la infraestructura organizativa es quedarme con los kayaks en el punto de salida y en el punto de llegada mientras César y Carlos van a dejar o recoger uno de los dos coches.


Mientras les espero para salir hago una foto de la presa y la central eléctrica de Pradejón, y contemplo desde el punto de salida el tranquilo cauce del río por el que vamos a navegar.


El momento más esperado para mí es el del primer contacto con el agua. De ahí mi amplia sonrisa de satisfacción:


Esta vez llevé un viejo móvil metido en una bolsa impermeable para hacer mis propias fotos. Y la primera es la misma vista que contemplaba desde la orilla, pero ahora desde el nivel del agua y con la quilla de mi kayak (bueno, de Carlos, que es el que me lo dejó esta vez) abriéndose camino en el agua.


El día estaba neblinoso pero sin nada de viento. Temperatura de unos catorce grados.


Este tramo del río tiene caminos en buena parte de ambas riberas pero apenas se ve a nadie en ellas (sólo un pescador y un cazador en todo el recorrido). Hay una sensación de soledad total. Al fondo aparece una primera cortada de un monte pero el cauce del río no llega hasta ella.


César y Carlos dejan atrás a la derecha un recodo lleno de "lentejas verdes". Se dan la vuelta y se meten en ella para verlas de cerca:



El río discurre tranquilo la mayor parte del recorrido pero de tanto en tanto viene un pequeño rápido en el que, según decimos, entramos "en acción". Hay que coger el centro de la corriente, evitar encallar o ser arrastrado contra el borde del río y las ramas. La adrenalina sube unas decimillas, pero poco a poco te vas haciendo al juego y cogiendo confianza.


El estado salvaje de los bordes, la escasa accesibilidad al cauce durante todo el recorrido y las protecciones de escolleras de hormigón que lo van jalonando en sus cortados te crea una cierta sensación de claustrofobia. Más que estar en un espacio abierto pareciera que estuvieras en una gran cueva. De ahí que los momentos más intensos sean cuando la cueva se hace real, es decir, cuando llegamos a un farallón vertical como el que nos encontramos poco antes de mitad del recorrido.


Carlos se acerca a las piedras de yeso a maravillarse con sus cristales (tan parecidos al hielo de los charcos) y coger algunas piedras para su colección.


César se muestra más inquieto, se baja del kayak y decide subir a visitar esos agujeros en la pared que debieron ser de pequeñas minas.



Desde lo alto nos hace una foto muy bonita:


Un poco más adelante, justo después de un rápido en el que me quedé encallado en una piedra (ay, pero no pasó nada...) paramos a echar un bocado.


Por arte de magia se fue la niebla y salió el sol, y la parte baja del recorrido, más abierta y tranquila se hizo mucho más luminosa:


César está siempre atento a fotografiar cualquier indicio de fauna o de bellezas de la vegetación:



Carlos y yo íbamos delante persiguiendo a un cormorán que no dejaba de pescar y de jugar con nosotros. Se puede ver su cuello saliendo del agua en el centro de la imagen:


La segunda zona de acantilados es menos espectacular que la primera:


Ya vamos llegando al final del trayecto. En algunos momentos me gustaba más el suave movimiento por el agua que las instantáneas por lo que pensé que no estaría de más hacer pequeños vídeos con una gopro para transmitir la paz de la navegación.


Este es el selfie de la llegada en San Adrián:


Dos horas y cuarenta y cuatro minutos de paseo, porque aunque hagamos algo de deporte remando, y sobre todo, cargando y descargando los kayaks, lo cierto es que las salidas con César son magníficos paseos por el agua.

Realizado el 7 de noviembre del 2015.

193. DEL ALDEANUEVA DE CAMEROS A EL HORCAJO (ida y vuelta 9k 220+)



El área de montaña que va desde la cima de El Horquín (v Montes 136) a Lumbreras ofrece una serie de majadas de indudable belleza enlazadas por algunos senderos, que por lo que se puede ver desde google earth, no están muy marcados. Desde hace tiempo quería empezar a explorar esa zona haciendo el recorrido entre Aldeanueva y el Horcajo, 4,4 kms y 220+, y como el amigo chebaca se anticipó unos meses y dejó en wikilok su track y en su blog una descripción del recorrido, fui confiado de no perderme. Aún así, y como por ir solo elegí la modalidad trote (o sea, mirando el móvil lo menos posible), perdí el sendero hasta tres veces. La primera, poco importante, al poco de salir y llegar a un tramo del arroyo en que el sendero parecía querer volver a la margen izquierda y no era así. La segunda, cuando por seguir a unos mozalbetes que iban a no sabían donde, me fui hacia el camino del Horquín en vez de al Horcajo (no hay ninguna marca, así que hay que tener cuidado en esa majada). La tercera, al regresar, cuando pasado el collado que hay antes de llegar al Horcajo me despistaron unas marcas blancas que hay en unos pinos y me iba otra vez por unas rodadas hacia el camino al Horquín. En el vídeo que me hizo Suunto se ven muy bien los tres pequeños despistes.



Gracias al Suunto controlé también que las pulsaciones no se me fueran más allá de las habituales 140 bpm de mi running en llano, aunque en el momento de adelantar a los chavales y perderme se me fue un momento el corazón hasta las 155. Al final la media quedó en unos estupendos 135 bpm para un tiempo total de 1 h 23', (45' para la subida y el 38' para la bajada). Muy poca diferencia, aunque en la bajada me paré un poco más a hacer alguna foto para poner aquí.


Aquí van:


El sendero empieza entre ese puente tan bonito y la casa de la izquierda que es un alojamiento rural. Sendero verde.


Ciento cincuenta metros más arriba te topas con una estupenda ermita enmarcada por un pequeño paseo de chopas centenarias y... ay, un cartelito que se lo podían meter por el... (no lo digo). Intento arreglarlo con otra foto:


Detrás de la iglesia hay una valla. Hay que ir por el lado izquierdo del templo para poder pasarla por una puerta y no como hice yo, yendo por la derecha y saltándola como un salvaje para no dar la vuelta.


En este tramo el sendero va por encima de un muro de contención hecho por la mano del hombre, lo que da idea de la importancia que tuvo en sus tiempos.

Pasado el collado y antes de bajar hacia el Horcajo hay una valla de ganado. Chebaca no la cruzó y se fue hasta el pueblo por unos prados. Un paisano que estaba cogiendo endrinas me dijo que era mejor cruzarla por el portillo rústico que tiene y así llegar al pueblo por su viejo sendero.


Cruzo el pueblo y me llego hasta la carretera que baja a Lumbreras para hacer una foto de sus cuatro casas con la torre.


Aunque desde ese punto, la vista más bonita es la de la tapia del pequeño cementerio que está justo encima.


Aquí bajando del collado por la majada, ya en el regreso a Aldeanueva, con la cima del Horquín al fondo.


Esta ladera rocosa está a un kilómetro de Aldeanueva.


Pasada esa zona de roca hay este puentecito de madera por el que se cruza a la margen izquierda del arroyo, que no se abandona ya hasta llegar a Aldeanueva.

Carrerita/excursión realizada en solitario el 1 de noviembre del 2015.

domingo, 27 de septiembre de 2015

192. EN KAYAK A LAS ISLAS MEDES



Me había hecho ilusiones de que este verano del 2015 iba a ser el verano del descubrimiento del kayak pero tiene uno tantos pájaros en la cabeza que al final lo de palear en el agua se había quedado bajo mínimos: el descenso por el Duero en Soria que ya conté en mayo, y un paseo por el pantano de Vinuesa. Menos mal que al final de septiembre se ha arreglado un poco, porque la impensada salida hasta las Islas Medes me ha hecho muy feliz y me ha hecho concebir nuevos proyectos.


Llevamos muchos años yendo a L'Estartit y contemplando a todas las horas del día el magnífico paisaje que dibujan sobre el mar las famosas Ilas Medes (ver foto al amanecer en la presentación) pero mi desconocimiento del medio marino es tal nunca se me había ocurrido que podríamos llegar en kayak hasta ellas. Hace muchos años nos montamos en uno de esos barcos turísticos con bajos transparentes que te llevan a ver pececitos junto a las islas y me dio la impresión que estaban bastante lejos de la costa; pero cuando hace unos días nos animamos a alquilar un par de kayaks de una plaza del tipo sit on top en el chiringuito de hamacas de la playa y le pregunté al encargado que hasta donde se podía ir en una hora (8 euros cada uno), me respondió que si no íbamos hasta las Medes quedaríamos fatal. Pues nada, dicho y hecho.


La pena es que como todo fue improvisado, no llevaba ni cámara de fotos ni protector para el agua, así que las preciosas estampas de mi socia paleando con su vistoso salvavidas amarillo entre la playa y las islas se han quedado en mi memoria visual y todo lo más que puedo hacer es pedir prestadas algunas fotos de otros palistas que he encontrado por la red para hacernos una idea (gracias a todos).


Lo he medido en google earth y la distancia en línea recta no es más que un kilómetro y setecientos metros, por lo que yendo en plan tranquilo se llega en unos veinte minutos. Pasado el espigón del puerto, el mar estaba más ondulado de lo que pensábamos y te da un poco de respeto, pero como no podíamos fallarle al del puesto de alquiler, nosotros tiramos rectos y... ale, hasta la pequeña ensenada de embarque de la isla grande sin respirar.


Una vez allí lo lógico hubiera sido emplear una segunda hora en dar cuando menos una vuelta a la isla pequeña y en acercarse hasta el cavall Bernat, -ese colmillo más meridional en el que ponen su ilusión todos los escaladores que pasan por allí hasta que les dicen que es parque natural y que nanainas. Pero como con llegar hasta la isla grande ya nos había parecido poner una pica en Flandes, dejamos lo segundo para otro año.


Como en el regreso aún nos sobraba algo de tiempo hasta se me ocurrió que podríamos meternos en el puerto a dar un paseo entre los veleros, pero luego pensé que igual estaba prohibido y que nos podían echar de allí con cajas destempladas; así que mientras no lo sepamos mejor no hacer el indio.


Con el mar tranquilo se podría uno aventurar en ir hacia el norte hasta la Calleleta o la Cala Pedrosa;  y en caso de estar demasiado movido como para acercarse a las rocas, otra posibilidad de paseo en kayak por allí sería la de ir en paralelo a la playa hacia el sur hasta la desembocadura del Ter (la Gola lo llaman) y meterse un poco por el río. La distancia es un poco más larga, 3 km de ida y 3 de vuelta, pero junto a la costa.


Si no lo habéis hecho y tenéis la oportunidad, animaros que es una excursión preciosa. Y es que... cuando uno hace estas cosas tan bonitas y sencillas siempre se queda con la pregunta: ¿cómo es que nadie nos lo había dicho antes...?


lunes, 14 de septiembre de 2015

191. SAN MILLÁN, 2.131 m. (16k 1.100+) Sierra de la Demanda. Burgos



Tenía ganas de subir al San Millán desde el área recreativa que hay a dos o tres kilómetros al sur de Santa Cruz del Valle Urbión porque había leído que el hoyo que tiene hacia el Norte y el muro final a su cumbre es espectacular y muy montañero. También había leído que era un monte muy frío y ventoso y que en determinadas condiciones había quien se había dado la vuelta. Y es que los seis kilómetros de aproximación al punto donde se llega al hoyo y se avista la cumbre pueden desgastar bastante. Todo depende del agua que baje por el arroyo mayor del río Urbión, porque sendero y río van un buen tramo juntos. A comienzos de septiembre del 2015 no había que temer al caudal del río pero el domingo 13 salió muy ventoso y en la parte de arriba nos ventiló de lo lindo. Por cierto, no hay que confundir este río Urbión con el homónimo que baja del Pico Urbión a las Viniegras y entrega sus aguas al Najerilla. Este de Santa Cruz las lleva al Tirón poco antes de llegar a Belorado.


Seis km por el bosque y dos por el hoyo hasta alcanzar la cumbre son ocho km y no siete como dice el cartel de la zona recreativa donde se deja el coche (1.040 m de altitud). Como la cima está a 2.131, son casi 1.100+ de desnivel. El cartel dice que se hace en 3 horas, pero ahí sí que le recortamos algo: 2 h 40 minutos.


El mapa del track sin relieve no dice gran cosa pero aquí lo dejo por aquello de los kms y el perfil:




Como a las nueve y media de la mañana no había absolutamente nadie, aparcamos cuando vimos las primeras mesas de lo que podía ser la zona recreativa que buscábamos, pero cuando echamos a andar nos dimos cuenta de que aún había otra área algo mejor acondicionada unos doscientos metros más adelante (ver punto exacto de salida en la localización que pongo al final de post).


Rosalía se abrocha el polar porque el viento daba de cara y era fresco.


Aunque el sendero va saltando de un lado a otro del valle, no tiene pérdida. Lo que asusta al principio es lo lejos y lo alta que se ve la línea de las cumbres. Máxime si tenemos en cuenta que en los tres o cuatro primeros kilómetros apenas se gana altura.


Hacia el km 4 el sendero se confunde prácticamente con el arroyo y se agradece de veras que no baje agua. También se agradece, y mucho, que los amigos montañeros lo hayan llenado de cahíres, porque en algunos momentos tienes la sensación de haber perdido el camino.


Aunque parezcan innecesarios, también se agradecen los cahíres cuando vuelves a los tramos más marcados, no fuera a ser que hubieras cogido por error alguna vieja trocha maderera.


Hacia el km 5 hay un estupendo chozo de piedra para refugiarse en caso de necesidad.


El sendero se empina bastante en el último tramo del hayedo y pasa por tramos muy bonitos. Al final de este tramo se vuelve a cruzar el menguado cauce del arroyo...


... y después de hacer una ese, se llega enseguida al tan esperado gran hoyo del San Millán.



Estábamos completamente solos pero los numerosos cahíres seguían acompañándonos en la ascensión cuando el terreno se empezaba a poner duro.


El primer resalte se salva por aquella canal de la derecha que se ve en la foto de arriba.


Superado el primer escalón los cahíres siguen llevándonos por la derecha del hoyo hasta que justo debajo del muro final se duplican y te indican claramente que puedes optar por hacer la vía directísima a la cumbre o por dar una pequeña vuelta ganando un collado a la derecha.



Nosotros optamos por el collado, que bastante pendiente tenía ya; aparte de que pasadas las dos horas sin reponer energías, las fuerzas siempre empiezan a ir más justas.


En el momento de llegar al collado, el viento en contra casi nos echaba para atrás, pero la cumbre estaba ya a un paso.


Acercándonos a la cima nos cruzamos con el único montañero que vimos en todo el día. Bajaba tan aturdido por el viento que apenas articuló un buenos días (?).


En cuanto llegamos a la cumbre nos tiramos a un salvífico hoyito de piedras que otros beneméritos colegas han levantado en tan inhóspito lugar, nos calentamos las manos (que las teníamos heladas) nos hicimos la selfie de rigor, y dimos cuenta apresurada del almuerzo.


Otra foto mirando al valle por donde habíamos venido...:


... y corriendo para abajo que el cielo empezaba a ponerse muy gris.


Habían dado lluvia para las cinco de la tarde, pero a la una ya nos cayeron las primeras gotas. Con días tan alborotados de viento no te puedes fiar.



No sé si sería por el chaparrón que parecía avecinarse, en el último tramo de descenso del hoyo me fijé en la existencia de otro bonito chozo de piedra:


Por suerte el cielo aguantó lo gordo y el follaje del bosque hizo más llevadera la fina e intermitente lluvia que nos acompañó hasta abajo.


En el final del hoyo y comienzo del bosque siempre puedes despistarte, pero ahí están otra vez los cahíres para no perderte.


De nuevo en el tramo bonito del hayedo (km 6 al 5 en ascenso/ o del 11 al 12 en el descenso)


y más fotos del tramo entre el 4,5 y 3,5 donde arroyo y sendero van tan juntos que no me importa repetir una vez más las gracias a los artistas de los montoncillos de piedras de señalización.


Rosalía siempre baja con más cuidadito que yo. Aún así empleamos sólo 2 horas y diez minutos en el descenso.


Para días de primavera queda pendiente subir a las tan celebradas cascadas que bajan de los barrancos ubicados a la izquierda del valle (aguas abajo) cuyos entretenidos senderos , según los relatos que he podido leer, no ofrecen mucha confianza en jornadas tan montañeras como las de hacer la cima del San Millán.


Como dice Arguiñano: otro éxito.