Tenía ganas de subir al San Millán desde el área recreativa que hay a dos o tres kilómetros al sur de Santa Cruz del Valle Urbión porque había leído que el hoyo que tiene hacia el Norte y el muro final a su cumbre es espectacular y muy montañero. También había leído que era un monte muy frío y ventoso y que en determinadas condiciones había quien se había dado la vuelta. Y es que los seis kilómetros de aproximación al punto donde se llega al hoyo y se avista la cumbre pueden desgastar bastante. Todo depende del agua que baje por el arroyo mayor del río Urbión, porque sendero y río van un buen tramo juntos. A comienzos de septiembre del 2015 no había que temer al caudal del río pero el domingo 13 salió muy ventoso y en la parte de arriba nos ventiló de lo lindo. Por cierto, no hay que confundir este río Urbión con el homónimo que baja del Pico Urbión a las Viniegras y entrega sus aguas al Najerilla. Este de Santa Cruz las lleva al Tirón poco antes de llegar a Belorado.
Seis km por el bosque y dos por el hoyo hasta alcanzar la cumbre son ocho km y no siete como dice el cartel de la zona recreativa donde se deja el coche (1.040 m de altitud). Como la cima está a 2.131, son casi 1.100+ de desnivel. El cartel dice que se hace en 3 horas, pero ahí sí que le recortamos algo: 2 h 40 minutos.
El mapa del track sin relieve no dice gran cosa pero aquí lo dejo por aquello de los kms y el perfil:
Como a las nueve y media de la mañana no había absolutamente nadie, aparcamos cuando vimos las primeras mesas de lo que podía ser la zona recreativa que buscábamos, pero cuando echamos a andar nos dimos cuenta de que aún había otra área algo mejor acondicionada unos doscientos metros más adelante (ver punto exacto de salida en la localización que pongo al final de post).
Rosalía se abrocha el polar porque el viento daba de cara y era fresco.
Aunque el sendero va saltando de un lado a otro del valle, no tiene pérdida. Lo que asusta al principio es lo lejos y lo alta que se ve la línea de las cumbres. Máxime si tenemos en cuenta que en los tres o cuatro primeros kilómetros apenas se gana altura.
Hacia el km 4 el sendero se confunde prácticamente con el arroyo y se agradece de veras que no baje agua. También se agradece, y mucho, que los amigos montañeros lo hayan llenado de cahíres, porque en algunos momentos tienes la sensación de haber perdido el camino.
Aunque parezcan innecesarios, también se agradecen los cahíres cuando vuelves a los tramos más marcados, no fuera a ser que hubieras cogido por error alguna vieja trocha maderera.
Hacia el km 5 hay un estupendo chozo de piedra para refugiarse en caso de necesidad.
El sendero se empina bastante en el último tramo del hayedo y pasa por tramos muy bonitos. Al final de este tramo se vuelve a cruzar el menguado cauce del arroyo...
... y después de hacer una ese, se llega enseguida al tan esperado gran hoyo del San Millán.
Estábamos completamente solos pero los numerosos cahíres seguían acompañándonos en la ascensión cuando el terreno se empezaba a poner duro.
El primer resalte se salva por aquella canal de la derecha que se ve en la foto de arriba.
Superado el primer escalón los cahíres siguen llevándonos por la derecha del hoyo hasta que justo debajo del muro final se duplican y te indican claramente que puedes optar por hacer la vía directísima a la cumbre o por dar una pequeña vuelta ganando un collado a la derecha.
Nosotros optamos por el collado, que bastante pendiente tenía ya; aparte de que pasadas las dos horas sin reponer energías, las fuerzas siempre empiezan a ir más justas.
En el momento de llegar al collado, el viento en contra casi nos echaba para atrás, pero la cumbre estaba ya a un paso.
En cuanto llegamos a la cumbre nos tiramos a un salvífico hoyito de piedras que otros beneméritos colegas han levantado en tan inhóspito lugar, nos calentamos las manos (que las teníamos heladas) nos hicimos la selfie de rigor, y dimos cuenta apresurada del almuerzo.
Otra foto mirando al valle por donde habíamos venido...:
... y corriendo para abajo que el cielo empezaba a ponerse muy gris.
Habían dado lluvia para las cinco de la tarde, pero a la una ya nos cayeron las primeras gotas. Con días tan alborotados de viento no te puedes fiar.
No sé si sería por el chaparrón que parecía avecinarse, en el último tramo de descenso del hoyo me fijé en la existencia de otro bonito chozo de piedra:
Por suerte el cielo aguantó lo gordo y el follaje del bosque hizo más llevadera la fina e intermitente lluvia que nos acompañó hasta abajo.
En el final del hoyo y comienzo del bosque siempre puedes despistarte, pero ahí están otra vez los cahíres para no perderte.
De nuevo en el tramo bonito del hayedo (km 6 al 5 en ascenso/ o del 11 al 12 en el descenso)
y más fotos del tramo entre el 4,5 y 3,5 donde arroyo y sendero van tan juntos que no me importa repetir una vez más las gracias a los artistas de los montoncillos de piedras de señalización.
Rosalía siempre baja con más cuidadito que yo. Aún así empleamos sólo 2 horas y diez minutos en el descenso.
Para días de primavera queda pendiente subir a las tan celebradas cascadas que bajan de los barrancos ubicados a la izquierda del valle (aguas abajo) cuyos entretenidos senderos , según los relatos que he podido leer, no ofrecen mucha confianza en jornadas tan montañeras como las de hacer la cima del San Millán.
Como dice Arguiñano: otro éxito.