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lunes, 7 de septiembre de 2015

190. PUERTO (2.448) Y TUC DE VIELHA, 2.603 m desde la Boca Sur del Túnel (1.590)



Se nos iba ya el verano del 2015 sin haber hecho nada en los Pirineos y de vuelta de una mudanza en Suiza sin ascensor en la que hicimos más metros de desnivel que en un tres mil (o sea, que estábamos en forma) pensé en entrar a España por el Valle de Arán para cumplir el tan esperado proyecto de ascender al viejo puerto de Viella. Invité a Carlos Lloret, a quien sabía que esta excursión le iba a gustar, pero no pudo venir por asuntos familiares. Estaba escrito de todos modos que íbamos a hacerla en compañía porque justo al llegar al aparcamiento de Espitau en la boca sur del túnel a las 8 y cuarto de la mañana,vimos a bajarse de un coche nada más y nada menos que a dos compañeros pediatras de Logroño y amigos de Rosalía: José Vicente Bernad e Irene Calavia. Ni habiendo quedado previamente hubiéramos coincidido con tanta exactitud en el mismo punto y a la misma hora. Con semejante sorpresa no podía empezar la excursión mejor.


Para ellos era la última etapa de una curiosa iniciativa turístico-montañera que consiste en hacer andando toda la vuelta al macizo del Aneto saliendo de Viella y durmiendo en hoteles a los que te van llevando la maleta en coche. Venían de pasar la noche en el pueblo de Aneto y su plan era acabar el recorrido hasta la misma Viella. Nuestro plan era hacer autoestop en la boca norte del túnel para volver hasta el coche pero finalmente bajamos los cuatro juntos hasta Viella para recuperar nuestro coche subiendo con el suyo.


Todos los comentaristas de esta ruta no dudan en repetir que se trata de un bello recorrido por el "histórico camino" que unía el Valle de Arán con el resto de España antes de hacer el famoso túnel, pero yo había mirado atentamente el terreno en google earth y ya me había cerciorado de que la naturaleza ha ido borrando las trazas del camino que pudo haber y que la ruta tiene mucho más que ver con una dura ascensión por senderos pirenaicos que con el recorrido por un viejo camino. En la ascensión de sur a norte, sólo el primer kilómetro compartido con los que van al refugio del barranco de Mulleres tiene trazas de camino. Por ahí echamos a andar a primera hora de la mañana en un día que se anunciaba limpio de nubes y caluroso.


Mirando hacia atrás vemos el punto de salida con el Espitau y las instalaciones de la boca sur del túnel en la cabecera del valle del Noguera Ribagorza.


A un kilómetro más o menos de la salida (el endomondo me hizo una pequeña pirula con el GPS y me lo cantó antes de tiempo) está tirado en el suelo el cartel que indica el comienzo del sendero al Puerto de Viella. Conviene saberlo. 


El barranco de subida parece bastante evidente pero en cuanto se gana un poco de altura...

...el sendero se introduce en el bosque de la izquierda..


... y hay que estar atentos para no perderse. 


Pedregoso y con bastante pendiente, aún nos pilla en la sombra y con las fuerzas intactas. 


Los colegas subían muy bien aunque... siempre es prudente no dejar que Rosalía tire del grupo porque nos machaca.


Cuando se supera el bosque se ve mucho más clara la amplia canal por la que discurría el viejo camino. Como por los prados el sendero se ve bastante menos parece conveniente decir que al llegar al torrente aquel del fondo (foto de arriba) hay que pasar al otro lado:


A falta de un sendero evidente hay algunos "cahíres" que lo indican, palabra esta, cahír, que nos entretuvo un rato hablando porque José Vicente e Irene la desconocían.


Otro poco más arriba (vamos ya por el km 3 de mi track) vemos tres grutas de hormigón hechas en la pared, refugios de épocas bélicas que nos crean un nudo en la garganta. Hay que salir un poco del sendero para visitarlas, cosa que evidentemente hicimos. 


Se nos acaba la sombra cuando el sendero se va hacia al Oeste iniciando esa reconocible vuelta en sentido contrario a las agujas del reloj (ver el track) para ganar altura de la forma más cómoda. En lo alto del mismo encontramos otro resto bélico mucho más agresivo: un pequeño bunker con la boquera apuntando al paso del puerto. 


Resulta descorazonador imaginar a los hombres matándose en el esplendor de esta naturaleza. 


En esta foto, hecha un poco más arriba, se ven bastante marcadas las eses del viejo camino antes de llegar al oculto bunker (ese bultito de piedras ahí en medio). Como nada más pasarlo se avista ya un collado, uno cree que ha llegado al puerto pero no. 


José Vicente dijo que al otro lado de ese collado tenía que haber una fuerte cortada y Rosalía apuntaba en este momento con su bastón hacia otro montón de piedras con un agujerito negro que sugería la existencia de un segundo búnker. Una vez en casa y con el google earth en relieve vemos porqué ese collado, más bajo que el del puerto, no es el bueno:


y es que como bien intuía José Vicente, al otro lado hay unas pendientes muy fuertes:


Así pues nos encaminamos definitivamente hacia el puerto verdadero por un pedregoso sendero en ladera con el Tuc de Viella al fondo presidiendo la escena:


Además de tener compañía, lo bueno de ir con amigos es que sales en las fotos. Y esta panorámica que me hizo Irene es de antología:


Al cruzar el último barranco se aprecia algo así como un muro construido para proteger el paso:


Ya queda muy poquito para llegar pero el terreno es montañero de verdad, nada de camino mulero. 


Pasado este tramo se avista el puerto (2.448 m.):


La foto que conmemora nuestra llegada es la que he puesto arriba como presentación del post. De la medición de 6,5 kms no me fío pero el tiempo que nos costó, con bastantes paradas para fotos y descansitos es real: 2 horas 15 minutos. Había mucha gente en el puerto y al poco de llegar nosotros, todos emprendieron la subida al Tuc (2.605 m), así que ni nos lo pensamos dos veces. 


Para quitarle el aire de romería y darle un tono algo más deportivo, Rosalía y yo pusimos el turbo y fuimos adelantando a los menos rápidos. Un par de ellos se nos resistieron y ya estaban arriba cuando llegamos nosotros. 


Lo primero fue mirar hacia el otro lado y descubrir la belleza del estany redondo ahí a un paso, con el Montartó detrás y el Baupaume allá a la lejos a la izquierda en la línea del horizonte con todo el valle de Arán por medio.


La llegada de nuestros amigos nos da pié para mostrar la perspectiva más espectacular de la cima en la que se ve el Aneto como la altura máxima de los Pirineos con su debilitado trozo de hielo a la derecha debajo de las Maladetas. 


Con un poco de zoom se ve mejor:


Con tan magnífico astro y mejores perspectivas no hubo duda sobre la oportunidad del almuerzo, aunque para que nos diera el sol en la espalda sudada pusimos el punto de vista hacia el noroeste. 


Estando en la faena vino un chico del numeroso grupo que nos había acompañado en la subida para decirnos que iban a echar allí en la cumbre las cenizas de un familiar amigo. Mira por dónde que también asistimos (aunque a prudente distancia) a una solemne ceremonia.


Uno de los asistentes, que trabaja en el Bar Restaurante Basteret, nos explicó luego (en la cerveza que tomamos al llegar a Viella en dicho bar) que era un tío suyo de ochenta años, y que a los 76 había subido por última vez (ya lo había hecho más veces) al Montblanc (!!!). Descanse en paz, y enhorabuena por tan larga vida, tanta montaña y el lugar elegido para descansar. 

Aún nos quedaba a nosotros un posado colectivo en la cumbre...:


...y otro de Rosalía hacia el valle del Noguera Ribagorza, el único que nos faltaba por documentar:


La chica que nos hizo las fotos había subido desde la boca Norte y decía que el pedregal último era durísimo. En el comienzo del descenso por ese lado pudimos comprobar que no le faltaba razón:


Para que se me hiciera algo más corto, yo me puse a trotar un rato y la siguiente foto la hice hacia arriba. A Rosalía aún se la ve un poco por el cortavientos naranja pero José Vicente e Irene no son más que un par de puntitos en ese mar de piedras :


Pasado ese pedregal viene un tramo algo más amable...:


... aunque un poco más adelante se vuelve a convertir en un sendero en ladera con bastante pendiente por el que pasar en invierno con nieve helada tiene que infundir cierto respeto:


Una vez superado este paso se abre un amplio lomo donde el sendero no está muy claro (hay distintas variantes) y se puede perder con facilidad, al menos bajando :



En todo caso, todos parecen juntarse al final de aquel prado de abajo donde está la llamada caseta del port en la que pensamos que... ¡bien podía haber un parado vendiendo cervezas, ja ja ja!  


A partir de ahí entramos en el bosque y sus caminos, y hay que guiarse por las señales. El primero de los caminos nos hubiera llevado hacia el Oeste a la boca norte del túnel, pero como habíamos decidido acompañarles hasta Viella, seguimos hacia abajo alternando caminos y senderos según nos iban diciendo los indicadores. 




Yo iba un tanto sediento y..., aún peor, renegón, porque mis tres acompañantes eran médicos y los tres coincidían en no dejarme coger agua de los arroyos. 


Según bajábamos apretaba el sol, ardían los pies y seguía sin haber agua potable..., pero bueno, al fin apareció a la izquierda el parador de Viella...


y llegamos a Viella a cervecear a eso de las 3 de la tarde, después de 5 horas 46 minutos andando y una horita de parada en la cumbre.


Como Viella está a 974 m, el descenso desde el Tuc es de 1.605 metros. El track señalaba una distancia total de 18 kms, pero con la pirula del primero se quedaría en algo menos (17,5 o así). 

Excursión realizada el sábado 29 de agosto del 2015.

viernes, 18 de abril de 2008

9. EL MONTARTO, 2.833 m (14k 1.450+) parking previo al Pont de Rius



Mis relaciones con el Valle de Arán vienen de bastante atrás: nada menos que de mi primer trabajo “semiprofesional”. Estaba yo en quinto de carrera (1975) y me subcontrataron en el Archivo Histórico del Colegios de Arquitectos de Barcelona para participar en un estudio integral del Valle de Arán, ecosistema humano amenazado de muerte por el turismo de nieve. El superjefe del trabajo era el director del 2C Salvador Tarragó y el subjefe, un arquitecto peruano bastante estiradillo que… “pasaba por allí”, y que se llamaba Augusto Ortiz de Ceballos. Unas elecciones a Junta de Gobierno del Colegio acabaron con el superjefe (y conmigo), y al final, el trabajo acabó en las páginas del Quaderns n116. En esa revista vi mi nombre en letras impresas por primera vez y aunque Augusto se apropió de bastantes ideas mías (guardo como prueba un par de primerizos artículos que redacté, titulados “Tipologías urbanas en el Valle de Arán” y “La Arquitectura Religiosa en el Valle de Arán”) sólo me presentó como dibujante de algunas de las ilustraciones. Cosas de jefes.

Tres años después, mi mujer y yo elegimos el Valle de Arán como destino de nuestro viaje de novios. Qué tiempos ¿eh? y qué ocurrencias. Con el anillo aún brillante en el anular (como observaron unos compañeros de hotel) recorrimos uno a uno los pueblos que yo había estudiado mediante mapas y fotos en Barcelona y lo pasamos de maravilla. Guardo por tanto un precioso álbum del valle con los restos de aquel trabajo y con fotos y postales de 1978. Puede que algún día me anime a poner por aquí algunas cosas.

Pasaron los años y acabé volviendo al Valle de Arán con cierta frecuencia pero no como arquitecto sino… ¡como esquiador! ¡ahhh! De aquella visión idílica de un paisaje lentamente humanizado durante siglos que yo había conocido en sus estertores, el valle ha terminado por ser un parque turístico y temático, pero aún con todo, todavía le quedan muchos rincones y vestigios de aquel viejo mundo y sobre todo, muchas montañas ajenas al mundillo urbano del esquí. Por ello, cada vez que voy al Valle de Arán me doy siempre un paseo por las calles más olvidadas de sus pueblos o intento alguna ascensión montañera.

El Montartó es una de las montañas más atractivas del valle por estar en el fondo de escena del valle de Arties y tener una altura más que considerable (2.833 m). La postal con la que abro esta nota (foto 1) es de los años de nuestro trabajo y aún recuerdo la fascinación de mi jefe por la imagen del Montartó cerrando el Valarties (bueno, lo recuerdo porque hice un dibujillo de esa foto y una anotación en la que dice: “tu pueblo favorito, Augusto”). Por dos veces habíamos intentado acceder en invierno a ese monte, pero como íbamos mal preparados no pasamos de sendos tanteos. En el primer acercamiento nos dimos cuenta que sin crampones y piolet no había nada que hacer, y en el segundo intento, pertrechados de éstos, la profundidad de la nieve era tal que lo lógico hubiera sido haber ido con raquetas. A la tercera será la vencida: iremos en verano.

Dicho y hecho. El pasado mes de julio llamamos al refugio de la Restanca para reservar un par de literas, y la tarde del 24, con restos de nubes en las cumbres por la instabilidad de los días pasados, pero bochornoso en cotas bajas, nos llegamos hasta él. (Desde el parking donde acaba la carretera del Valarties hasta Pont de Rius, donde está la pequeña caseta a donde habíamos llegado un par de veces con nieve, 50 minutos; desde Pont de Rius al Refugio de la Restanca, 60 minutos más de bonito y cerrado sendero montañero).

La ruta por el pirineo leridano que llaman Carros de Foc ha convertido los refugios de estos montes en ajetreados albergues de paso, por lo que más de uno se extrañó de que hubiésemos conseguido plaza. Cenamos muy a gusto al lado de una pareja compuesta por francesa y canadiense que… preferían dormir en su tienda particular a las afueras del refugio. Al caer la tarde se echó una densa niebla sobre el lugar (foto 2) y cada vez que me despertaban los vecinos del albergue por la noche (muchas) yo miraba por la ventana a ver si… seguíamos en las nubes.



Me extrañó lo tarde que se levanta la gente en estos albergues: a las siete el desayuno. Mi compa y yo ya estábamos en el sendero hacia arriba a las 6:15 de la mañana, justo cuando empezaba a clarear. La niebla había desaparecido y el día apuntaba espléndido. El estruendo de la cascada que cae sobre el laguito de la Restanca procedente del Lac de Mar da gravedad al lugar y pone un acento de seriedad en el inicio del ascenso.


La subida es como una secuencia de tres peldaños muy marcados. El primero consiste en ascender por un empinado sendero de montaña media hasta el Estanh de Cap de Port (45 minutos). Se bordea este laguito por la izquierda y se inicia el segundo “peldaño” por un terreno duro y pedregoso que se atraviesa bien gracias a los cahires y otras benditas marcas de GR.


La verdad es que estos pedregales asustan. El segundo peldaño (1 hora) acaba en un gran collado con lago incluido, el Estany de Monges desde el que se divisan los Besiberris y por el que pasan las dichosas rutas populares.


Hasta ese punto habíamos subido en completo silencio y soledad roto tan sólo por algunos saltarines rebecos, pero al ver un grupo de gritones que venían del Este nos temimos lo peor. Por suerte siguieron hacia la Restanca y nosotros giramos hacia nuestra izquierda en dirección a la cumbre (tercer peldaño):


Las marcas de este tercer tramo no están tan claras como en los dos anteriores, pero el terreno no es tan duro como el del segundo tramo y no hay pérdida: siempre hacia arriba. El sendero, o la orografía, te llevan finalmente a un bonito collado con dos pequeños laguitos (Basses de Montardó) que mira directamente a la cara norte (50 min).



Los últimos neveros de la temporada le dan ambiente al lugar. Desde allí se ve la cumbre a la izquierda y el sendero mejor marcado. En diez minutos más, arriba.



Eran las 9 en punto de la mañana y se estaba tan bien que almorzamos en la cumbre con nuestra tradicional botella de vino y el cigarrito para desoxigenar, hicimos mil fotos y se nos pasó una hora entera en un suspiro. Fue el ver a otra pareja de montañeros que llegaban a la cumbre lo que nos sacó del ensueño y nos dio la salida para el descenso.


A medida que bajamos nos fuimos cruzando con muchos de nuestros compañeros de cena y noche, como esa simpática pareja de francesa y canadiense con los que nos hicimos una foto.



Los tiempos del descenso fueron prácticamente los mismos que los del ascenso. Más que de correr, de lo que se trata en la bajada es de disfrutar del éxito. Y como había que hacer también el tramo desde el refugio hasta el coche, la sensación de éxito duró mucho más. Bueno..., todavía dura.

(excursión realizada con Rosalía el 25 de julio del 2007)