Antes de que lleguen los fríos invernales del 2015, César Aguilar y Carlos Álvarez me regalan aún una maravillosa salida por el Ebro de la que no quiero olvidar ningún detalle y ninguna sensación. Para empezar grabé el track con el suunto, aunque como no lo había programado en modo kayak, lo puse en modo caminata, que es lo más cercano en velocidad. Tiene algunos fallos porque hay un momento en que se sale del cauce y porque da un punto máximo de altura que no es cierto, pero da una bonita idea del recorrido. Y sobre todo de las paradas y cambios de velocidad.
Mejor idea del recorrido y del territorio da el mapa de google earth:
Aunque lo más importante para navegar en kayak por nuestros abandonados ríos es tomar nota y no olvidar los puntos de acceso y salida. La presa de Pradejón, con un escondido sendero para bajar a una plataforma estupenda para embarcar:
Mi papel en la infraestructura organizativa es quedarme con los kayaks en el punto de salida y en el punto de llegada mientras César y Carlos van a dejar o recoger uno de los dos coches.
Mientras les espero para salir hago una foto de la presa y la central eléctrica de Pradejón, y contemplo desde el punto de salida el tranquilo cauce del río por el que vamos a navegar.
El momento más esperado para mí es el del primer contacto con el agua. De ahí mi amplia sonrisa de satisfacción:
Esta vez llevé un viejo móvil metido en una bolsa impermeable para hacer mis propias fotos. Y la primera es la misma vista que contemplaba desde la orilla, pero ahora desde el nivel del agua y con la quilla de mi kayak (bueno, de Carlos, que es el que me lo dejó esta vez) abriéndose camino en el agua.
El día estaba neblinoso pero sin nada de viento. Temperatura de unos catorce grados.
Este tramo del río tiene caminos en buena parte de ambas riberas pero apenas se ve a nadie en ellas (sólo un pescador y un cazador en todo el recorrido). Hay una sensación de soledad total. Al fondo aparece una primera cortada de un monte pero el cauce del río no llega hasta ella.
César y Carlos dejan atrás a la derecha un recodo lleno de "lentejas verdes". Se dan la vuelta y se meten en ella para verlas de cerca:
El río discurre tranquilo la mayor parte del recorrido pero de tanto en tanto viene un pequeño rápido en el que, según decimos, entramos "en acción". Hay que coger el centro de la corriente, evitar encallar o ser arrastrado contra el borde del río y las ramas. La adrenalina sube unas decimillas, pero poco a poco te vas haciendo al juego y cogiendo confianza.
El estado salvaje de los bordes, la escasa accesibilidad al cauce durante todo el recorrido y las protecciones de escolleras de hormigón que lo van jalonando en sus cortados te crea una cierta sensación de claustrofobia. Más que estar en un espacio abierto pareciera que estuvieras en una gran cueva. De ahí que los momentos más intensos sean cuando la cueva se hace real, es decir, cuando llegamos a un farallón vertical como el que nos encontramos poco antes de mitad del recorrido.
Carlos se acerca a las piedras de yeso a maravillarse con sus cristales (tan parecidos al hielo de los charcos) y coger algunas piedras para su colección.
César se muestra más inquieto, se baja del kayak y decide subir a visitar esos agujeros en la pared que debieron ser de pequeñas minas.
Desde lo alto nos hace una foto muy bonita:
Un poco más adelante, justo después de un rápido en el que me quedé encallado en una piedra (ay, pero no pasó nada...) paramos a echar un bocado.
Por arte de magia se fue la niebla y salió el sol, y la parte baja del recorrido, más abierta y tranquila se hizo mucho más luminosa:
Carlos y yo íbamos delante persiguiendo a un cormorán que no dejaba de pescar y de jugar con nosotros. Se puede ver su cuello saliendo del agua en el centro de la imagen:
La segunda zona de acantilados es menos espectacular que la primera:
Ya vamos llegando al final del trayecto. En algunos momentos me gustaba más el suave movimiento por el agua que las instantáneas por lo que pensé que no estaría de más hacer pequeños vídeos con una gopro para transmitir la paz de la navegación.
Este es el selfie de la llegada en San Adrián:
Dos horas y cuarenta y cuatro minutos de paseo, porque aunque hagamos algo de deporte remando, y sobre todo, cargando y descargando los kayaks, lo cierto es que las salidas con César son magníficos paseos por el agua.
Realizado el 7 de noviembre del 2015.