Comenzamos el año con un paseo que justifica plenamente el título de este blog, porque rara vez vamos a encontrar la arquitectura tan fundida con los montes. Las piedras de las ruinas del monasterio de San Prudencio en Clavijo llevan ya un par de siglos volviendo a los roquedos de los que salieron, por lo que la belleza del paraje es verdaderamente espectacular. Lo bueno de este paseo es que con ser corto (hora y media) y estar a un paso de casa (veinte minutos desde Logroño), sin embargo, te transmite toda la intensidad de la montaña. Hace muchos años, en 1984, fuimos al Monasterio de San Prudencio desde una curva de la carretera que va a Leza. Llevé a Teresita en la mochila y tengo unas fotos preciosas de aquel día, pero no es cosa de extenderme y ponerlas ahora aquí. Pongo, eso sí, la perspectiva de Google Earth de aquella forma de ir al Monasterio por el sendero del fondo de su pequeño valle:
Y bueno, vale, no me resisto, y pongo una foto de aquel soleado día de primavera con la misma perspectiva, pero real:
Y ahora paso a contaros que llevaba mucho tiempo queriendo acceder a San Prudencio desde Clavijo pero nunca lo había visto claro. Hasta que ahora, con google earth, no hay palmo de terreno que se resista a una buena planificación. Y este es el circuito que pensé. Lo pongo en planta y en perspectiva.
La idea era dejar el coche en Clavijo, y bajar por la cresta de esas lomas de yeso que al parecer usan los trialeros de Logroño, porque desde ellas se tenía que tener una perspectiva magnífica del Monasterio. Y luego, subir por el antiguo y perdido sendero que enlazaría el Monasterio y Clavijo entre el bajo monte de detrás. Y eso es lo que hicimos. Nos armamos de bastones porque los senderos no están del todo claros, y de pantalón largo, para evitar arañazos. Y bien, la primera sorpresa la tienes ya en el momento en que dejas Clavijo y tienes enfrente los farallones del Leza como si de un plumazo te hubieran llevado a Ordesa:
En cuanto coges el lomo de la bajada, a mano izquierda aparece un espectáculo de lajas de piedra roja inenarrable. Mejor la foto, pues:
En seguida, porque todo está muy a mano en este paseo, ya ves abajo las ruinas del Monasterio:
El terreno no es nada cómodo, así que botas de monte, palos y cuidado con los resbalones, pero la contemplación constante del monasterio y el paulatino cambio de perspectivas que va ofreciendo es todo un placer:
En nuestro caso, como el día estaba nublado y de vez en cuando se escapaba un rayo de sol, el espectáculo de que cayera justamente en el Monasterio lo hacía más atractivo aún:
Pero el momento mágico se produce cuando bajas hasta el barranco y lo ves de abajo arriba, porque entonces parece más grandioso que la propia montaña:
La subida es dura. Si se quiere entrar por dentro del monasterio para andar entre sus ruinas, hay que subir por la hondonada de la izquierda, que es más suave; pero si lo que se pretende es darle solo la vuelta, como en nuestro caso, hay que bordearlo por la derecha a través de un sendero muy rústico y empinado. Como nosotros tan solo lo rodeamos, pongo aquí un par de fotos de aquella primera visita de hace... ¡27 años! Creo que no se ha caído mucho desde entonces y que tampoco nadie ha cuidado la visita de la ruina lo más mínimo.
Como esta vez fuimos por detrás, o sea, por arriba, esta es la perspectiva que obtuvimos:
La sorpresa que a partir de ese punto nos encontramos, es que el sendero de subida a Clavijo está recién arreglado y con un piso estupendo. Hacer buenos senderos con esas pequeñas máquinas orugas no cuesta nada y se agradece mucho. Ahora bien, lo de gastarse los dineros poniéndoles vallas al monte, es algo que clama al cielo:
Sobre todo cuando es completamente innecesario y se ve que se gasta por gastar. Qué país, qué políticos. Ni en el monte te dejan disfrutar:
De Clavijo no os cuento nada, o mejor dicho, lo voy a dejar para un Cascote como en el caso de Nieva.
Ay. Y lo dicho, pensad en hora y media de andar y todo lo que queráis para estar entre las ruinas. Botas para la bajada, palos de apoyo y... paciencia y resignación con los que despilfarran nuestros impuestos en la subida. Y encima, nosotros, en plena cuesta de Enero.