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El mirador más famoso del Montblanc es un lugar curioso y extraño que merece un comentario en este blog de montes que (como conviene recordar de vez en cuando) nació en mi blog de arquitectura. Me interesan las montañas en tanto que lugares y no necesaria o exclusivamente como escenario de hazañas deportivas. Y es que tanto como de aventuras deportivas, L’Aguille d’Midi es el lugar de una tremenda hazaña de la ingeniería, porque llevar hasta los escarpados 3.850 m un teleférico, tiene su aquel.
Descubrimos este lugar la primera vez que estuve en Chamonix, en el verano de 1979 y de aquella ocasión es la diapositiva que he puesto arriba. Era agosto pero la nieve estaba recién caída. Esta última semana santa, haciendo un alto en los días de esquí de Morzine, nos acercamos de nuevo a Chamonix y, claro está, como nos apetecía enseñar el mirador a nuestra hija Elena, subimos de nuevo en el teleférico. La única hazaña de nuestra historia es pagar los 40 euros del ticket por persona.
Pongo a continuación el dibujo de las instalaciones del funicular, de los ascensores horadados en el interior de la aguja y de los puentes exteriores para acceder a las diversas terrazas; y la foto que nos hizo Elena ante el mismo panorama que hace treinta años. Ante tanta intervención humana es un consuelo saber que hay algunos fondos de foto que nunca cambiarán.
La vista principal nos ofrece cuatro puntos de gran interés: a la izquierda abajo, la gran explanada que separa la Aguille de las grandes cumbres; a la izquierda arriba, el Mont Blanc de Tacul, una cima de 4.200 m. fácilmente accesible desde la Aguille. En medio, el collado Maldito cuyo nombre lo dice todo, porque es un paso bastante complicado para quien quiera ir al Mont Blanc desde la Aguille (la vía normal sube por otro lado). Y al fondo de la imagen, el domo siempre blanco del Mont Blanc
Navegando con Google Earth por estos pagos he recolectado algunas fotos muy bonitas en que podemos ver el escenario al revés, es decir, la Aguille desde la gran explanada, la Aguille desde las laderas del Mont Blanc de Tacul y la Aguille desde el Mont Blanc.
Es una manera de consolarse por no poder subir (gracias, alpinistas que colgáis fotos en google earth).
Aunque las cumbres sean lo más espectacular, la gran explanada blanca que se contempla desde la Aguille es también un punto muy atractivo. Descubrimos que había gente que subía con esquís y que se puede bajar por ella hasta el glaciar del Mar de Glace, y por caminos hasta el mismo Chamonix, y la verdad es que nos dio mucha envidia porque deportivamente eso sí que está aún a nuestro alcance. Esta es la foto de la gran explanada por la que comienza el larguísimo descenso:
Y este es el caminito por el que se baja para iniciarlo (ojito con irse hacia la izquierda...):
Puestos a mirar hacia el Este, las cimas de la Aguille Verte y Los grandes Jourasses presiden la escena:
Mi cámara digital no tiene un gran zoom, pero como la atmósfera estaba limpísima, conseguí captar al Cervino, al fondo de la imagen:
Poco antes de tomar el funicular para bajar, nos asomamos a la terraza más próxima a Chamonix y mirando las paredes de roca y hielo que dan al valle descubrimos un par de puntitos de rojos: ¡dos tíos escalando una pared de gran dificultad y justo delante de nuestras narices! Subo la fotografía con un poco más de resolución para que pinchando sobre ellas se pueda encontrarlos fácilmente.
Ya decía al comienzo de estas notas descriptivas que es un lugar extraño, y creo yo que es porque se experimentan en él un montón de sensaciones fuertes todas juntas: impotencia, vértigo, deseo, belleza, grandeza, invasión, etc., amén de una sensación física bastante notoria: la de la falta de oxígeno y el mareíllo que se siente cuando subes las escaleras de uno a otro mirador a paso normal.