sábado, 14 de octubre de 2017

246. LAS MÉDULAS, León



No sé si llamarlo virtud o defecto, pero, seguramente por mi condición de arquitecto, antes de ponerme en marcha, suelo estudiar mucho las cosas, o lo que es lo mismo, me gusta trabajar a fondo los "proyectos". Levantar un edificio es una actividad compleja y cara, por lo que no se puede construir una casa sin un buen proyecto previo. Por extensión, cuando voy de excursión, suelo estudiar antes el terreno, calcular las distancias, los tiempos, los desniveles, etc. En el verano del 2017, sin embargo, salimos de viaje con un propósito completamente opuesto, es decir, con la idea de disfrutar de la sorpresa y de lo que nos fuera saliendo al paso sin preocuparnos mucho de lo que fuéramos a ver o de la forma en que lo visitáramos. Improvisando sobre la marcha, vaya. Y así, después de la excursión hecha desde Molinaseca (ver post anterior), nos dimos cuenta de que estábamos muy cerca de las famosas Médulas, y nos dijimos: pues vamos para allá... Que...¿cómo se accede? ¿qué es lo que se visita? ¿cuáles son los mejores senderos? Pues..., ya lo iremos viendo cuando lleguemos. No es un sistema nada aconsejable, porque se pierde tiempo y se vende uno a la suerte, pero bueno, es otra opción vital. Lógicamente, si me pongo aquí a contar nuestra visita a Las Médulas es porque supongo que quienes visitan este blog lo hacen para obtener información de cara a organizar sus propias excursiones. O dicho de otra manera: que aunque no sean arquitectos, son de los míos. De todos modos, lo que está claro es que no somos muchos los que nos organizamos así, porque mismamente, al llegar a las Médulas todo el mundo nos apiñábamos en el punto de información para ver qué había que ver o por dónde había que ir. Había tanta gente en la caseta de la entrada del pueblo que los guías no daban abasto, así que echamos un rápido vistazo a uno de los carteles explicativos (esos que suelen tener unos mapas y unas indicaciones catastróficas de entender) y echamos a andar hacia donde fuera con tal de huir de las hordas de visitantes. Y como lo primero que nos vino al paso fue el así llamado "circuito interior" y en aquel momento no arrancaba apenas nadie a andar por ese camino, pues por allí nos fuimos. Sin duda es lo más espectacular y apenas son tres kilómetros y medio de recorrido.


Como casi todo el mundo sabe, las Médulas no son otra cosa que los restos o ruinas de unas montañas, excavadas y escarbadas en tiempos de los romanos para sacar oro. Arrancado todo el preciado metal a la tierra, durante siglos y siglos nadie dio valor alguno a aquellos parajes, pero hete aquí que la "industria del turismo" los ha descubierto no hace mucho y se ve que la gente acude como moscas. De momento no cobran por entrar, -como no lo hacen en la playa de las Catedrales de Lugo o en el Nacimiento del Urederra en Navarra, o en San Juan de Gaztelugatxe.../ repertorio de lugares recién puestos de moda-, y aún está todo un poco deshabillé, pero tiempo al tiempo, que todo se andará.


El recorrido por entre los curiosos picachos dejados al azar después de la tremenda explotación minera es verdaderamente subrealista, pero no lo es menos que de repente te encuentres pelotones de de personas atascadas en cualquier rincón escuchando las explicaciones de los guías. Nosotros tuvimos suerte de sortear los tres o cuatro pelotones que nos encontramos, y pudimos disfrutar a nuestras anchas de un paseo bastante tranquilo.


Los dos puntos destacados (highlights, creo que los llaman ahora) eran dos enormes cuevas. Estar dentro de ellas sin el jaleo del paso de los grupos no debe de ser nada fácil, pero mira por donde que nosotros lo logramos:




Hay senderitos sin señalizar que se pierden entre los picachos y la vegetación, lo que da idea de que todavía no está todo el terreno controlado por las autoridades del lugar, pero nosotros no estábamos por escudriñar más de lo que generosamente se nos ofrecía a la vista, y es que aparte de los picos y las cuevas encontramos en los magníficos y viejos castaños el tercero de los "highlights" de la visita:


Contentísimos de haber podido realizar el recorrido interior sin las apreturas que nos temimos al ver los parkings y la oficina de entrada, regresamos al punto de partida dispuestos ya a marcharnos, cuando uno de los trabajadores encargados de que no entraran coches al pueblo, al ver que teníamos pinta de andar con alegría, nos dijo que fuéramos al mirador de las Pedrices: son poco menos de tres kilómetros, y la vista del conjunto es estupenda.


La caminata hasta el mirador de las Pedrices (punto 2 en la foto aérea) es en realidad el primer tramo de lo que llaman "el circuito exterior", que por lo que contaban algunos visitantes (ojeo rápido allí mismo al móvil), era muy largo (más de doce kilómetros) y no valía la pena. Y es que, para llegar al mirador de Orellán (punto 3 de la foto de arriba) se podía ir en coche por el lado de la entrada a Las Médulas, o sea, por el norte de este área.


Efectivamente, el largo camino en dirección al suroeste parece una aburrida pista rural por la que vas dejando atrás  sin mayor emoción el cogollo más espectacular. A los lados de ese camino, vas viendo montones de piedras que le dan un aire aún más destartalado al lugar...


Al principio piensas que son los típicos montones de piedras que sacan los agricultores de los campos, pero cuando ves que no hay cultivos y que las hay por todas partes, caes en la cuenta que son los restos del lavado de la montaña para encontrar las pepitas de oro. Cuando coges altura y llegas finalmente al mirador de las Pedrices...


... se te abre ante la vista todo ese enorme territorio dedicado al lavado de la tierra y la extracción del oro. No es una zona tan espectacular como la de las ruinas de la montaña, pero con solo pensar en el trabajo que se llevó a cabo allí se te encoge el corazón.


A la derecha de esos campos se tiene una vista global de las montañas escarbadas y del pequeño pueblo de Las Médulas debajo:


Fotografiando con el tele se obtiene un poco más de detalle, pero no mucho.


Desde el mismo mirador de las Pedrices, se ven hacia el sur otras montañas no menos escarbadas, en este caso para la obtención del carbón:


Pero lo más interesante quizás de haber subido hasta el mirador de las Pedrices es ver justo por donde sigue el "recorrido exterior" una gran cavidad abierta en la montaña que ofrece una visión mucho más clara del proceso de movimiento de las tierras y lavado posterior en busca de las codiciadas pepitas de oro, sobre todo, después de ver el cartel explicativo que te encuentras allí mismo.



Visto lo visto, retornamos al parking, salimos de Las Médulas y dimos la vuelta a la montaña por el norte para subir hasta Orellán por una estrecha carretera donde me temo que se atascará más de una autocaravana cuando se tenga que cruzar con otra.


En el parking no hay ni un maldito puesto de cervezas y hay que subir casi un kilómetro para llegar al mirador superior, pero ya se ve que vale la pena:


A mediodía cierran el "corredor de Orellán" que permite meterse un poco en la montaña por los conductos hidraúlicos que sirvieron para su explotación. Así pues, nuestro consuelo fue contemplar mientras bajábamos hacia el coche una hermosa pirámide llamada Peñas de Ferradillo o de Voces, que es el nombre del pueblecito que se ve debajo:


Un mil cuatrocientos al que seguramente no subirá casi nadie y que dejamos para otra ocasión porque por hoy ya habíamos andado bastante. Entre los 3,5 km del recorrido interior, los 6 de la ida y vuelta al mirador de las Pedrices y los 2 de la subida y bajada del parking al mirador de Orellán ya teníamos hecha la tarea deportiva del día.


Al menos la de las piernas, porque por la tarde, aún nos divertimos otro poco paleando en el pequeño embalse de Carucedo, situado a la entrada del parque de las Médulas, donde un tipo muy amable alquila los kayaks al económico precio de 5€ por persona/hora.


Un estupendo día de vacaciones de verano para... ¡no haber planeado nada!