viernes, 20 de junio de 2014

155. EN KAYAK A LA CUEVA DEL GIGANTE (7k). EL PORTÚS. CARTAGENA



Desde los post sobre los ríos de Oregón no se me ha ido de la cabeza la idea de probar con los kayak, pero ya ha pasado mucho tiempo sin encontrar el momento o la oportunidad. En realidad mi proyecto no era meterme en un kayak por el mar pero como en estas pequeñas vacaciones de San Bernabé encontramos a un tipo que hacía excursiones desde la pequeña cala de El Portús, lo primero que hice al llegar fue preguntar si había posibilidad. Y la hubo. El lunes 9 de junio es también día de fiesta autonómica en Murcia, y Jandro, que así se llama el responsable del Portús Kayak, programó una salida a la Cueva del Gigante con tan mala suerte (para él) y tan buena suerte (para nosotros) que sólo nos apuntamos Rosalía y yo.


Portús Kayak tiene una página en facebook donde cuelga las fotos de las excursiones que realiza, pero con lo poco rentable que le salió nuestra salida, Jandró pasó de hacernos fotos, y como yo no tengo cámara acuática, he tenido que coger prestadas de esa página algunas fotos de otros días para ilustrar esta pequeña aventura de unos 7 kms de recorrido. No me importó lo más mínimo prescindir del típico reportaje fotográfico porque lo importante es el lugar y la experiencia, pero sí me fastidió un poco que nos metiera a Rosalía y a mí en un kayak de dos plazas en vez de permitirnos ir en kayaks individuales, y es que cuando vas dos, y tú vas detrás (cortesía obliga), te pasas el tiempo pendiente de la sincronización de las paladas o de corregir el rumbo de la pequeña embarcación por la diferencia de fuerza de las paladas hacia un lado u otro.


Por culpa de ir dos te desentiendes también de coger un poco de técnica en la forma de remar. Al principio no haces más que biceps y a poco que le mires al guía te das cuenta de que metiendo el codo hacia dentro remas más con todo el brazo, y como nos dijo después, con los músculos del abdomen.


En la ida a la cueva nos llevó junto a la roca, experiencia fantástica donde las haya porque al no haber olas te puedes arrimar a ella todo lo que quieras.


La entrada a la cueva está semioculta por unos arbustos y se llega a ella dejando el kayak entre las piedras del borde y trepando un poco. A la izquierda de la hoquedad se puede ver una cadena puesta en la roca para quien se anime a llegar hasta este recóndito lugar andando por el monte. No se lo aconsejo y no precisamente por la dificultad de este último paso, sino porque yo me metí un poco con pantalón corto por un sendero poco andado del Portús y hay unos pinchos que te dejan las piernas como un ecce homo.


La espeleología sigue sin estar entre mis aficiones y proyectos deportivos (o arquitectónicos) pero ya que estábamos allí había que entrar. La gran cavidad del acceso impresiona por su tamaño y porque no se ve el agua de las fotos por ninguna parte. Hay que pasar de uno en uno por una minúscula garganta, descender un poco, encender las linternas y tirarse al agua para vernos metidos entonces en un lugar verdaderamente fantástico.


Las fotos de grupos de la página de facebook no hacen justicia a nuestra experiencia de silencio y de contemplación de las caprichosas formas escultóricas y de las luces y sombras que que creábamos con nuestras tres linternas, pero como no hay otra cosa pongo una foto de estas para hacernos una idea y tener un recuerdo.

Al salir de la cueva nos propuso remar otro poco hasta un pequeño arrecife que hay en dirección Este hacia Cartagena pasando por unas preciosas cárcavas de las que Jandro nos dijo que eran su Zabriskie Point particular. Como tampoco pudimos hacer una foto de esa cárcava ni la he encontrado por internet, pongo una imagen del rodaje de la película de Antonioni para recordar su divertida y culta referencia.


Para el regreso al punto de salida nos propuso cambiar de perspectiva y alejarnos un poco de la costa. Y aquí es donde más en falta eché la cámara de fotos porque como este blog trata de las formas arquitectónicas de las montañas, he de decir que las fachadas al mar son seguramente la cara más desconocida y menos compartida de nuestros montes. Si tuviera oportunidad de recorrer muchas costas en kayak seguro que me compraba una cámara acuática pero... no creo que caiga esa breva. No hay tiempo en una vida para hacer de todo lo que se nos ofrece.