lunes, 18 de abril de 2011

72. DE ALDEALOBOS A CARBONERA (10,5k 250+). La Rioja

.

El "quinto" de los paseos por el Valle de Ocón no podía salir malo. Fijamos el punto de salida en Aldealobos; el destino, llegar a Carbonera; y la vuelta por los Corrales de San Julián y Oteruelo. Diez kilómetros y medio que nos llevaron exactamente dos horas y media. El circuito tal y como lo grabó el GPS y lo muestra Google earth, es como lo vemos arriba, con el Norte en la parte superior. Pero a mi me gusta ver el mapa al revés, con la montaña arriba, así que le doy media vuelta para ir contando los detalles de cada tramo e ir ilustrándolo con fotos.


Vale, ahora me gusta más, je je. Como digo, salimos de Aldealobos, en la parte inferior derecha y nos dirigimos hacia el Este por el llamado camino de Tudelilla y lo primero que admiramos a nuestra derecha es la hermosa silueta de Oteruelo debajo de las faldas de la Sierra (la pongo en definición suficiente para ser fondo de pantalla de la semana).


El camino sigue más o menos recto por debajo de una impresionante finca vallada de cerezos, cruza el fondo del viejo y seco barranco de San Julián (el agua se lo quedan las estancas que han hecho arriba para regar los cerezos) y asciende por la ladera que cierra el valle de Ocón. Cuando empezamos a ganar altura me doy la vuelta para hacer una foto de la gran  finca de cerezos (detrás de ella se ve Oteruelo) y del gran espacio en falda del valle de Ocón con el castillo de la Villa cerrándolo por el Oeste.


Si os fijais bien en la imagen de google earth veréis que a mitad de esta subida hay un viejo camino que ataja y que nos evitaría dar la vuelta en V que hicimos nosotros. En cualquier caso no hay pérdida al llegar arriba, porque ya se intuye que si queremos ir hacia Carbonera hay que dejar el camino que baja a Tudelilla, girar en dirección a la Sierra, y cruzar el encinar.


Cuando el GPS marcaba poco más de tres km recorridos llegamos a un collado desde el que se avista la iglesia y algunas casas de Carbonera. Momento bonito, claro está.


Hay que bajar un poco para cruzar el fondo de uno de los últimos barrancos Sur/Norte de la Sierra cuyas aguas salen ya por Tudelilla, dejar a mano derecha el camino que tomaremos luego para el regreso, y en un kilómetro más de marcha estamos ya en Carbonera, que es un aldea semiabandonada de una sola calle en ladera que da la espalda al noroeste.


Nos llegamos hasta la iglesia y nos asomamos a las eras que tiene detrás para contemplar el valle que baja a Tudelilla y, de paso, hacernos amigos de dos parejas de San Sebastián y un chico de Tudelilla que habían elegido el mismo día y momento que nosotros para contemplar el paisaje desde allí:


Como no conocían apenas el Valle de Ocón les dimos la dirección de este blog para que se animasen a hacer alguno de los cinco paseos que llevamos descritos este invierno (los recuerdo por orden: 1) el barranco de Santa Lucía, 2) el monte de la Mata de Galilea, 3) el cerro de los Barrancos, 4) el balcón central del valle, y 5) esta vuelta por su extremo oriental).

El regreso lo hacemos por el camino en balcón que nos lleva a los corrales de San Julián. Para ello, primero desandamos un poco el camino de llegada y giramos hacia el Oeste para alcanzar el collado que separa el valle de Tudelilla del Valle de Ocón dejando Carbonera abajo:


Justo en este tramo se contempla una de las vistas más emotivas del recorrido. Si miramos a mano izquierda, hacia la sierra, vemos un largo barranco que no tiene ni camino ni construcción alguna. Dios lo guarde muchos años:



Pongo también su foto a gran tamaño para que nos descanse un poco la vista en la pantalla del ordenador, y seguimos para delante. Al llegar al collado volvemos a disfrutar de la amplia perspectiva del valle de Ocón, con la finca a nuestros pies, sus balsas de riego encima (ay, qué feas) y Aldealobos a la derecha.


El camino en balcón hasta los Corrales de San Julián es una gozada y no tiene mayor misterio. El descenso hacia Oteruelo lo hicimos por el viejo camino que discurre junto a su barranco, que está bastante abandonado y que en cuanto crezcan unas zarzas más se hará intransitable. Debió de ser en sus tiempos una cadena de pequeñas choperas muy bonitas cuando los habitantes y animales de Oteruelo le darían vida.


Al paso por Oteruelo hice una foto del cartel explicativo del abandono del pueblo, que para estar en sintonía con el lugar, también se ha abandonado a sí mismo:


Para bajar a Aldealobos hay un par de caminos, uno muy poco marcado que es continuación del que llevábamos y otro un poco más al Este que nos pareció más claro. Escogimos este último para recordar la piña que se pegó Rosalía por culpa de su firme de piedras gordas cuando lo exploramos por primera vez con nuestras recién estrenadas bicis de montaña..., ja ja ja, hace de eso ya... ¡unos cuantos años! Busco las fotos por los álbumes de 1994 y las pongo luego de recuerdo.


El regreso por esta ruta es un poco más larga que la ida. El GPS marcaba al llegar 6,5 kms al punto donde teníamos el coche, y el reloj, una hora y media.

El paseo lo completamos con un vermut en El Redal, donde saludamos a Angel Sainz de Azuelo, y otro en Corera donde nos encontramos a Agustín Yécora que nos enseñó la última adquisición para su colección de coches antiguos: un precioso Thunderbird blanco de 1957. Y claro está, le hice posar para poner aquí la foto


Si en los paseos por los caminos desiertos del valle entramos en íntima comunión con su naturaleza, en los vermuts de los domingos disfrutamos bien a gusto de la vidilla de la gente de sus pueblos, y de quienes acuden a ellos los fines de semana. Los bares a esa hora parece como si estuvieran de fiesta. Es una gozada completar el paseo con este otro tipo de visitas. La guinda del pastel. O el perejil de Arguiñano.
.
-------------------------------------------------------------------------

Y aquí están las prometidas fotos de 1994. Rosalía a su paso por Oteruelo, cuando el pueblo parecía entonces mucho más entero, más recuperable que ahora,


Y llegando a Aldealobos después de haberse dado una culada por tropezar con una piedra del camino e irse con la bici al suelo. Eso sí, la sonrisa no se pierde nunca:

.
.