lunes, 1 de noviembre de 2010

63. PUIGMALE, 2910. (8k 1.000+) Monasterio de Nuria Gerona.

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Hace tiempo que tenía ganas de conocer ese escondido rincón del pirineo oriental que es el valle de Nuria, y para ello nada mejor que planear una subida al gran Puigmale, un monte orondo y muy concurrido, pero casi un tres mil. Invité a compartir la subida un gran conocedor de la zona, mi amigo Carlos Lloret, con quien el año pasado intentamos el Mont Valier (ver post  42). Esta vez el objetivo parecía más sencillo y todo salió a pedir de boca.

La foto de presentación está hecha al salir de Ripoll subiendo a Ribas de Freser. La gran mole que se ve al fondo del valle es el Puigmale.

La carretera se acaba en Queralb y ahí comienza uno de los grandes atractivos de la excursión: el de coger el viejo tren cremallera que sube a Nuria y que protege a ese rincón de la presencia de automóviles. Sin embargo, desde el mismo Queralb sube una larguísima pista en zig zag, que en algún tiempo se pensó como carretera al Monasterio pero que muere cuando alcanza una cota similar a Nuria y que se queda sin adentrarse en el valle. Muchos montañeros hacen esta excursión como un circuito: dejan el coche al final de la pista, suben al Puigmale, bajan a Nuria, y regresan por un largo sendero prácticamente a nivel  hasta donde han dejado el coche. Carlos lo planeó al revés, durmiendo en Nuria, como era mi ilusión, pero dejando el día anterior uno de nuestros coches al final de la pista para no tener que hacer el sendero de regreso a Nuria ni esperar al tren para bajar. Lo mejor de esa opción es que la hace mucha menos gente y que como vamos a ver, desde Nuria subimos tranquilos y prácticamente solos.

Esta es la imagen en relieve de Google Earth, con la subida (la de atrás) y bajada (la de delante) marcadas en rojo por el GPS:



Y este es el momento, a las 7 en punto de la mañana del día 28 de agosto del 2010, Monasterio de Nuria, 1940 m., en que Rosalía, Carlos, sus dos hijos (Juan y Carlos), y el que hace la foto, emprendemos la ascensión:


Con la fresca se sube de maravilla y enseguida se gana altura. Volviendo la mirada atrás antes de que salga el sol puede verse ahí abajo la pequeña hondonada de tan recoleto lugar y  las instalaciones de su estación de esquí:


El sol hace su aparición a mitad de camino, justo cuando cruzamos al lado derecho (orilla izquierda) de ese arroyo que baja de la cumbre que se ve al fondo. El sendero sube por esa especie de arañazos que se ven a la derecha de la pirámide final. En este punto eran las 8 y el GPS indicaba que habíamos hecho dos kilómetros y medio.


Un poco más adelante el sendero se empina, se pasa de los 2.500 m  y el suelo adquiere las características de la alta montaña. Pusimos un paso cadencioso y fuimos ganando altura hasta avistar la cumbre, a la que llegamos en 2 horas y media. Estas tres fotos lo cuentan mejor que nada:




Por el otro sendero la gente subía en procesión y la cumbre empezó a tener aires de plaza de pueblo, así que nos bajamos a tomar el almuerzo a unos pequeños refugios hechos con piedras (el viento soplaba fuerte y a esas alturas, ya otoñal) y tras una hora de vivir en las alturas iniciamos el regreso.


Por este lado hay un par de rampas muy duras y en una de ellas me di la vuelta para fotografiar al reguero de gente que subía por ella:


La verdad es que tienen una pendiente bastante impresionante, pero hay que alejarse un poco de ellas para apreciarlo mejor:


Debe ser cosa de la perspectiva o del ánimo, pero la mayoría de los montes me parecen muchos más grandes y duros cuando los bajo que cuando los subo. La imagen del Puigmale por el lado sur asusta bastante, pero como el GPS no engaña, te das cuenta de que el punto del aparcamiento dista de la cima casi lo mismo que el Monasterio de Nuria y que ambos están prácticamente a la misma altura. En todo caso y como es bajada, el descenso por este lado lo hicimos en una hora y cincuenta minutos sin prisa alguna.Y Carlos, que baja con mucha tranquilidad, lo hizo en media hora más, pero casi mejor, porque es un terreno como para solazarse en él. O aún mejor, para... bajarlo en invierno con nieve. Tiene que ser una gozada hacer este recorrido con esquís de travesía. 


Y para acabar, como siempre, foto a la guapa de la excursión con los pelos alborotados por el viento. 
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