Un tres mil al año no hace daño, pero como nos dijo el encargado del bar de la Besurta cuando nos puso las preceptivas cervezas del descenso, el Mulleres desde aquí es una "calcetinada"; es decir, que se te hace más largo que un día sin pan. Sobre todo si tienes que entretenerte con los neveros, los cruces de arroyos caudalosos o a ponerte y quitarte crampones. No nos informamos lo suficiente y confiamos en un relato que decía que se hacía en 4 horas, pero de eso nada. A nosotros nos costó algo más de 5 y media y en la primera parte fuimos bastantes ligeritos. Cuatro horas y veinte minutos ya nos costó el descenso y ahí sí que no hay pérdida porque nosotros somos de los que bajamos bien. Hay que tener más cuidado con esto de los tiempos porque desde que a la gente le ha dado por correr por la montaña, las diferencias entre unos y otros son abismales.
Tampoco nos habíamos informado previamente de las condiciones de acceso en verano con el lío de los autobuses desde Benasque a Llanos del Hospital y desde Llanos del Hospital a la Besurta. Al final salimos de Benasque para coger el autobús de las 5:30 y menos mal que lo hicimos con tiempo porque entre los desperfectos de las riadas de junio y las siempreclaras señalizaciones de carreteras españolas (y más de noche) por poco no llegamos.
Los pocos compañeros del autobús de esa hora (había uno anterior que sale de Benasque a las 4:30) iban para el Aneto, y aunque algunos dijeron de esperar a que amaneciese para echar a andar, la gente puso la directa en dirección al refugio de la Renclusa. Yo también encendí la frontal porque no paraba de tropezarme con las piedras. Subiendo a los portillones camino del Aneto se veían ya filas de luciérnagas. Lo importante era encontrar el cartel donde se bifurca el sendero: a Aigualluts a la izquierda, a la Renclusa a la derecha. Justo amanecía cuando dimos con él y a partir de ahí nos quedamos para todo el día más solos que la una.
Si quieres ver bien el Aneto es mejor subir al Mulleres, había leído yo, porque todo el camino es como un mirador del gran glaciar de la Maladeta. Pero por lo visto la gente quiere pisar lo más alto y pasa de largos paseos sin gloria. Bueno, menos devaneos y vamos para adelante y con las fotos, porque con lo largo que es la subida, más largo se os va hacer leerlo.
Antes de esta foto hice varias más que no salieron por falta de luz. Es tradición en nosotros hacer foto de la salida, pero cuando es a las seis de la mañana, habrá que tirar de flash para transmitir mejor el ambiente nocturno.
Las vacas que estaban en la gran pradera de abajo transmiten mejor la sensación de primera hora porque tumbadas como estaban todas, a primera vista nos parecieron piedras. Tuvimos que bordear a varias de ellas que estaban echadas sobre el sendero y que rebufaban al vernos.
Tras un primer peldaño de subida, la gran sorpresa geográfica: la fosa de Aigualluts, ese precioso lago amurallado donde caen las aguas del glaciar de la Maladeta y que como se demostró científicamente, se las traga para dárselas a la Artiga de Lin y al río Garona en el Valle de Arán, en vez de al río Esera del valle de Benasque.
Un poco más arriba del impresionante hoyo descubrimos otra gran belleza, la de la cascada que trae el agua, por lo que aprovecho para unir unas bellezas con otras... e intentar con tanto contraste una primera foto del glaciar de la Maladeta al amanecer:
Aunque para ilustrar mejor la cascada me tocó posar a mí:
Una de las cosas que más me gustan de las cascadas es ver lo tranquila que discurre el agua poco antes de precipitarse entre los peñascos (metáfora de la vida, digo yo), cosa que también se puede disfrutar cuando se sube otro peldañito de la excursión y nos situamos junto a ella:
Ahí se abre otra enorme llanada que hay que recorrer por la izquierda pasando por las primeras incómodas pedreras del día.
El agudo pico de Aigualluts preside la marcha todo el rato y cuando te pones a pensar que vas a subir bastante más alto que él ya te empieza a entrar el tembleque. Pero para tembleque el que nos entró al llegar al final de la explanada y ver que había que cruzar el turbulento cauce del río por dos troncos provisionales recién puestos pues la riada de junio se había llevado el anterior (sus restos se podían ver más abajo). También se podían ver las tablas que habían subido para hacer el piso del nuevo puente, pero se ve que los carpinteros forestales tenían cosas más urgentes que hacer.
Mientras nos lo pensábamos le hice otra foto al Aneto con los primeros rayos de sol y lo que da de sí el teleobjetivo de la digital. Maravilla.
Pasado el puente y habiendo subido otro pequeño escalón, la gran explanada anterior a la cascada de Aigualluts se veía así de bonita:
Pero lo que había que hacer es mirar hacia arriba, a ver si de una vez llegábamos por lo menos a la altura del collado del Toro (el que comunica con la Artiga de Lin). Allí nos saludó un rebeco que se ve casi sin ampliar la imagen, pero mejor si hacéis click sobre ella.
El sendero se encajona junto al río,
y tras otra subidita pasamos al fin por debajo de la primera "puerta" al valle de Arán, es decir, el esperado Collado del Toro.
Tras subir a la "segunda puerta" o collado de los Araneses, toca cruzar el río y esta vez sin ayuda de troncos. Ayyy, hubo que hacer maravillas para no calarse los calcetines.
Y maravillas hubo que hacer también en el primer gran nevero para no ponerse los crampones, porque aunque había huella, la nieve estaba dura, y con lo desgastadas que teníamos las suelas de las botas (ya nos hemos comprado unas nuevas porque aquellas no pasaban la ITV) fácil que pudiéramos ir al agua.
El camino empieza a ponerse algo pesadito en ese tramo,
pero por lo menos notas que coges altura, que ya iba siendo hora.
En ciertos tramos se podía aún elegir si ir por la roca o por la nieve, y ninguna opción era buena: la roca sin sendero, y la nieve sin crampones y con peligro de puentes en los bordes.
El reloj corría y yo veía que no avanzábamos, así que ni tiempo tuve para sacar el mapa y aprenderme los nombres de los pequeños ibones que íbamos dejando a uno y otro lado.
Pasado este último, se ve por fin un buen muro que promete elevarnos al cielo.
Lo abordamos por la derecha y en la lengua de nieve de arriba hubo al final que poner los crampones porque aunque ya daba el sol, la pendiente era fuerte y no llevábamos piolet. Además, en caso de caída cabía la posibilidad de ir no solo a los riscos o al agua, sino mucho peor, debajo de algún nevero.
Un detalle falta en este reportaje y es el continuo y ensordecedor ruido del agua a nuestro alrededor. Parecía que estábamos constantemente debajo de una cascada.
Cuando se acabó el muro, se acabó también la nieve (o eso parecía) y apareció un paramal de piedra con pequeñas elevaciones en el horizonte. No teníamos claro cuál de ellas podía ser el Mulleres.
Pasado este primer resalte de piedra, la nieve volvió a aparecer en abundancia y con una superficie muy rara como si hubiera marejadilla. No entiendo mucho de nieves en descomposición pero me da que esos hundimientos lo mismo te llevan para abajo en cualquier momento. Volvimos a poner crampones para ir en lo posible por las crestas de las olas, con lo que volvimos a perder otra tanda de minutos.
Al final, vuelta a la roca y a tira por donde puedas, porque lo mismo veías un cahir veinte metros por la derecha que veinte metros por la izquierda.
Gracias al wikiloc que me había descargado, sabía que el Mulleres estaba ya a un paso y solo era cuestión de esperar y avistar la cumbre. Y tras una incomodísima zona de bloques muy grandes, allí apareció al fin, y allí se puso Rosalía para celebrarlo.
Lo primero que hice en la cumbre fue mirar al collado por el que se sube desde la boca Sur del Túnel de Viella haciendo escala (qué lujo) en el refugio de Mulleres. Había leído un relato un poco alarmante sobre su dificultad pero a la vista del corto tramo de roca a trepar y de la poca dificultad que le concedieron las dos familias que al cabo de un rato llegaron a la cumbre por esa vía, más cómoda para hacer cumbre sí que parece. Dos horas y media desde el refugio, nos dijeron. O sea, que como eran las 11 y media, tampoco es que se hubieran dado un madrugón.
Aprovechategui yo (apellido vasco), ya que nos habían invadido la cumbre después de toda una larga ascensión en solitario, les pedí que nos hicieran la foto juntos los dos. Una ante al cahir,
y la otra, obviamente, con el Aneto detrás, la cresta de Sallenques, el Rusell, el Pico de Coronas y tutti cuanti de las Maladetas. Maravilla de mirador.
Como se ve por los anoraks y las sombras, una nube bastante gris se había puesto encima del Mulleres y nos fastidió un poco el relax. Almorzamos, eso sí, para recuperar fuerzas (debimos hacerlo alguna vez durante la subida), nos bebimos nuestra botellita de vino de casa (que entró como la seda) pero prescindí del tradicional cigarrito de la cima, lo que significaba que estaba más cansado de lo normal.
Esta otra, para darle forma de cono al pico de Mulleres:
Y esta, para ver otra vez la marejadilla de nieve entre el pico y el muro (esta vez no pusimos crampones). El Mulleres es el de la derecha, que como está más lejos parece más bajo, pero no.
Otras dos fotos del muro con la luz grisácea encima, donde sí pusimos crampones para bajar
Y la sonrisa de felicidad de Rosalía al llegar a Aigualluts.
Luego en Benasque diría que no podía dormir de lo que le dolían las piernas, ah ah, pero eso se arregló en un día. Los recuerdos de esta bellísima excursión, sin embargo, los tendremos para toda la vida.
Track dela subida grabado en wikiloc:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=5036501
Ascensión realizada el 25 de julio del 2013.