De entrada y para la subida, elegí la ruta más corta y empinada, es decir, la que discurre por el lomo occidental del barranco del Maguillo. Son 5,5 km y 720+. Una vez arriba, pensé que sería más cómodo bajar por la pista que va a media ladera del costado izquierdo del barranco del Maguillo hasta la dehesa del Rebollar, justo encima de Villoslada, que es dos kilómetros más larga; pero me equivoqué porque las raquetas se hundían demasiado en un terreno bastante llano y blando, y nos costó bajar tanto o más que subir. Pongo el track que nos grabó endomondo de la conocida ruta circular que hicimos en el sentido de las agujas del reloj. Dos horas cuarenta y cinco minutos para el ascenso, media hora de almuerzo en la cima, y dos horas quince minutos el descenso, total cinco horas y media.
Según llegábamos a Villoslada, Rosalía pronosticó que íbamos a poder salir con raquetas desde el coche, pero no fue así. Entre el viernes y el sábado se fue la nieve en las calles del pueblo y también en el primer tramo del sendero que discurre junto al arroyo del Maguillo. Este es el punto de salida, bien marcado por unas flechas:
Y así estaba el sendero en su comienzo:
En las fotos parece más limpio de lo que estaba. En realidad el deshielo lo había convertido en muchos de sus tramos en un verdadero e incómodo río, y el paso del arroyo a la margen derecha tampoco fue nada fácil porque bajaba bastante agua.
Una vez en la margen derecha del arroyo, y según empezamos a subir, fue desapareciendo el agua y el barro hasta que llegados hacia la mitad de la diagonal por la que se asciende al lomo del monte (unos dos kilómetros desde la salida) decidimos ya ponernos las raquetas. Este es el momento:
Aún había marcas de alguien que había subido andando, pero la huella se acabó poco después de llegar a lo alto del lomo, donde hay una flecha que señala claramente que el sendero sigue hacia la derecha.
Desde ese punto se ve ya la cima, pero a fe que queda bien lejos:
La primera parte de la ascensión es agradable pero el último repechón anterior a la llegada a la estela romana es bastante exigente, y si en cada paso se suben veinte centímetros pero en cada pisada la nieve se hunde diez, las cuentas del desnivel hay que revisarlas a la alza.
Este el ,momento en que llega Rosalía a la famosa estela romana:
Desde allí la cumbre no parecía tan lejana ni la subida tan pendiente como en el tramo anterior, pero con raquetas se anda mucho más lento de lo normal y como al final, el cierzo pegaba fino del costado izquierdo, se hizo bastante duro.
Para compensar los esfuerzos, a mano izquierda teníamos una vista preciosa del Cabezo del Santo:
No sé que pasaba que parecía que la caseta se la fueran llevando cada vez más lejos:
Y yo venga a hacer fotos a ver si así llegábamos ya:
Se estaba mejor al sol y al resguardo del viento, que metidos en la parte abierta de abajo, donde como casi siempre en nuestros refugios, la suciedad es la norma. No sé tampoco qué le pasaba a la puerta que apenas se podía abrir. Lo malo de la caseta es que no tiene ni un miserable poyo para sentarse por lo que tuvimos que almorzar de pié. El panorama hacia el sur es amplio y muy bonito pero estaba bastante neblinoso. Demasiadas vallas con alambres de espinos en el recorrido y alrededor de la caseta, pero nunca soy propenso a hacer fotos que falseen la realidad.
Porque bellezas en la nieve, la verdad es que no faltan. Por ejemplo, la de este primer árbol en el descenso que también da idea del fresquito que hacía por allí arriba.
Llegados de nuevo a la llanada donde está la estela romana, y previendo que la parte baja del sendero por donde habíamos venido aún estaría peor de barro y agua, nos metimos por la pista para hacer la circular. Este es el momento en que Rosalía entra en ella:
Al cabo de un rato, vi que Rosalía se paraba y me daba paso. Y a fe que entendí la razón: abrir huella costaba un congo porque la pista es poco pendiente y las raquetas se hundían más de la cuenta.
Bonito sí que estaba, pero muy fatigoso. Al llegar a la Dehesa del Rebollar se agradece el cartel que señala el sendero por el que se baja directo a Villoslada. Unas marcas naranjas y verdes pintadas en los troncos de los árboles nos guiaron bastante bien por la parte más alta, donde no había huella...:
...y por la parte más baja donde nos quitamos ya las raquetas porque la nieve dio paso a un buen barrizal:
Cuando se sale del bosque se está encima de Villoslada. Hay que bajar esa ladera por donde puedas, zigzagueando entre matas y vacas, pero la satisfacción por ver ya completada la aventura compensa lo malo del terreno.
Al final se cruza una puerta metálica por donde se iniciaría el recorrido en caso de hacerlo al revés.
Los datos de la peliculilla del Suunto no son correctos porque al agacharme a poner las raquetas y doblar la muñeca se debió de dar solo el botón de pausa y para cuando me di cuenta de que estaba parado ya habíamos subido un buen rato (el trozo que aparece completamente recto en el vídeo). Aún así lo pongo porque siempre queda muy dinámico y bonito:
Excursión realizada el domingo 13 de marzo del 2016.