Atrás quedaron las temporadas de las medias maratones (más de treinta) y maratones completas (seis). A los cincuenta y cinco tacos dije adiós a pagar por correr. En el mundo civilizado se sigue corriendo largas distancias colectivamente pasados los sesenta, pero aquí en cuanto vas a más de 6 km por minuto te llaman maula o vago y te cierran el control de la carrera. De todos modos, como yo sigo corriendo mis veinte kilómetros por semana y en dos meses me iba a caer el 6 (ay, ya me ha caído), tenía el gusanillo de hacer lo que los corredores llaman "una tirada larga", así que a comienzos de verano se me ocurrió que bien podría hacer el tramo del Camino de Santiago entre Logroño y Nájera, que creía que era poco más (?) de una media maratón. Mi idea era hacerla trotando a 7 minutos por kilómetro pero... la cosa no salió como pensaba.
5 de julio, 7 de la mañana en la puerta de casa ataviado con mi mochililla camello (de estreno) y el teléfono móvil en la mano para grabar el recorrido con Endomondo. Pronóstico del tiempo: mucho calor. No hay más foto de la excursión que la que le dije a Rosalía que me hiciera en la puerta de casa antes de salir:
El fresquito de la mañana duró poco más que los dos kilómetros por el casco viejo de Logroño. En Murrieta empezaba a picar el sol y todos los peregrinos estaban ya en el camino con sus pesados mochilones a cuestas. Ir adelantándolos era un placer y hasta el pantano de la Grajera el recorrido me era de lo más familiar porque durante varios años fue mi circuito de las "tiradas largas" del fin de semana: 7 de ida, dos y pico de la vuelta al embalse, más otros siete de vuelta, total, casi 17 km. Las alegrías del comienzo me empujaron más de la cuenta y vi que iba a poco más de 6 m. el kilómetro. El primer parón, por tanto, llegó en el km 9 cuando hay que subir a la Grajera. El trote se me congeló y tuve que subir andando su dura rampa.
De San Camilo (km 10) hasta Navarrete volví a trotar con alegría y me bebí todo el litro de la camello. Pero al llegar al pueblo (km 13), ah, otra vez una rampa durísima que me dejó clavado. Había oído que en Navarrete hubo polémica por el asunto de las flechas amarillas pues en vez de hacer pasar el Camino por sus famosos arquillos, lo llevaron por la parte alta del pueblo a la altura del pórtico de la iglesia. Pelea entre bares y alberguistas que se resolvió haciendo sudar un poco más a los peregrinos y... clavando a los corredores. Paré en la fuente a llenar de agua el depósito de la mochila pero aggg, la nueva agua sabía a cloro que te mataba.
Pasado Ventosa por un costado ya no queda otra que subir andando los 2 km hasta el alto de San Antón porque mis fuerzas van justas, pero me relamo de gusto pensando que desde allí todo será bajar hasta Nájera... "corriendo y cantando".
Cuál no sería mi sorpresa que nada más pasar San Antón (km 22) y empezar a correr camino abajo... ¡se me agarrotan las piernas! Ups, nunca me había pasado. Así pues, vuelta a andar, a beber los restos del agua superclorada de Navarrete y a sufrir de lo lindo el camino polvoriento que no acababa de llegar nunca a Nájera cruzando una gravera, la vieja carretera de circunvalación y unos exteriores bastante feos.
Bueno, por lo menos he llegado a tiempo para tomar un café, beberme entera una botella de litro y medio de agua y coger el autobús de las 11:30 que me devuelve a Logroño.
La siguiente vez, mejor lo hago en bici. Por lo menos al bajar, las piernas no se me agarrotarán (!).