Con toda la emoción y el esfuerzo del deporte, muchas veces me olvido de que el contrapunto de este blog es la arquitectura, pero en esta ocasión es imposible olvidarla porque el motivo principal de esta pequeña excursión de nueve kilómetros es contemplar en toda su belleza (y no sólo contemplar, sino vivir y palpar) una de las formaciones "arquitectónicas" más espectaculares de las montañas riojanas: la grieta del barranco Badén.
De estar en cualquier otra región europea habría colas para entrar y hasta tendríamos que pagar por verla, pero como está en La Rioja, no sólo está dejada de la mano de dios sino que después de muchos años de vivir aquí me he tenido que enterar de su existencia por uno de los blogs de bici de montaña que tengo enlazado en el lateral de esta web, concretamente el de TRACKS RIOJA. A él se lo debo y a él se lo agradezco.
La excursión que proyecté y que realizamos este Jueves Santo del 2014 consistía en subir por el barranco Badén para bajar por el del arroyo Pavía, dando la vuelta a ese magnífico farallón de rocas que se ve desde la carretera de Soria entre el túnel de Viguera y Castañares de las Cuevas. El evidente problema de esa excursión de 9 kms es que hay que hacer casi dos por el arcén de la carretera y que un día como el Jueves Santo daba más miedo ir por esa pequeña banda de asfalto que hacer una escalada en hielo (!!!). Para repartir el mal trago en dos partes, aparqué a mitad del tramo de la carretera en un pequeño hueco que hay junto a la vieja Venta de Viguera y echamos a andar en dirección a Logroño.
A cincuenta metros del puente que hay antes del túnel arranca el camino. Allí hay también un pequeño sitio para dejar el coche pero es necesario ir muy atentos para verlo porque tiene una entrada muy pequeña.
Pasado el chalet "suizo" que hay junto a la roca, el camino gira hacia el oeste y se empieza a disfrutar de las formas redondeadas de las primeras peñas.
Pasa también por entre una zona de olivos muy bonita:
Y enseguida se atisban los roquedos verticales de la segunda línea de peñas:
La llegada a esa zona está llena de vacas y de algunas construcciones no muy vistosas, pero mirando hacia delante se superan sin caer en el desánimo.
Un poco más arriba el camino se estrecha, y al cruzar una valla para el ganado nos topamos con ¡25 locos del BTT! que bajaban dándose voces unos a otros: ¡cuidado, gente! ¡cuidado, gente!
A lo que nosotros les respondíamos: ¡cuidado con la cuerda que hay encima de la valla, no os vayáis a cortar el cuello!
Seguimos un poco más y enseguida encontramos a nuestra izquierda las dos grandes rocas con la hendidura en medio. Hay mucha maleza a la entrada y es preciso pasar un poco más adelante para encontrar el sendero por donde entrar en ella.
El espectáculo es sobrecogedor. Dentro de la grieta hacía unos cinco o diez grados menos que fuera y el silencio solo lo rompía el aleteo de algún pajarraco que escapaba por arriba.
Las paredes casi se juntan y la luz entra de una forma discontinua:
Al final, casi sin luz, la grieta se cierra en un pequeño canal por el que resbala un hilito de agua.
Impresionante lugar. Maravilloso. Todo lo que pueda decir de él se queda corto. Pero no se lo digáis a nadie... para que podáis seguir disfrutándolo en la misma soledad con que lo hicimos nosotros.
Vueltos al sendero y subiendo para arriba, también las rocas se juntan, la pendiente se acentúa y las zarzas amenazan con invadirlo. Seguramente hay que agradecer a los ciclistas que ahora pasan el que se mantenga limpio.
Antes de entrar en el último paso estrecho el sendero se bifurca y tenemos que echar un vistazo a la ruta marcada en el GPS para tomar por la izquierda.
Pasadas las rocas viene el tramo más empinado. No quiero ni pensar en cómo lo bajarán los ciclistas pues incluso se me hace difícil imaginarles con la bici al hombro por allí sin unos palos para ayudarse.
Superado este último tramo se llega a un bosquecillo de pinos donde se desdibuja el sendero. Al subir no es problema porque siempre se saldrá al camino de arriba, pero si se hace el trayecto en sentido contrario puede ser complicado dar con el único sendero que desciende por la fuerte pendiente que hay debajo del pinar. En nuestro caso alcanzamos el camino y como si se tratara de una cima, Rosalía me pide que pose con el valle que hemos subido.
Si se quisiera hacer una cima, justo a la derecha está el pequeño cerro de PEÑA MOYA, merecedor del tercer post de este blog (abril del 2008), así que como homenaje y recuerdo a aquella estupenda tarde con las hijas, lo elijo yo para hacer la foto a Rosalía:
Echamos a andar por el camino en dirección sur y enseguida Rosalía encuentra otro tipo de cima donde posar: la de un despampanante puesto de caza metido entre árboles.
Camino adelante llegamos a un cruce donde también tuvimos que consultar con el GPS porque nos íbamos por la izquierda antes de tiempo. En el track que pongo al final del post, se puede ver ese pequeño despiste poco antes de llegar al km 5.
Metidos en el camino verdadero no hay más que bajar y bajar junto al arroyo Pavía hasta llegar a una especie de puerta de roca que anuncia el último tramo "arquitectónico" del recorrido:
Una bellísima plaza en U cercana ya a la ruidosa carretera:
Llegando a las casas de Castañares de las Cuevas vimos una valla con un cartel de Prohibido el Paso - Propiedad Privada que cierra el camino a los que pudieran querer subir por él (?). Me imagino que habrá algún otro paso antes para salir a la carretera porque a no ser que todo el camino sea propiedad privada, me parece de denuncia. Esta llegada nos quitó las ganas de echar un vistazo a la casa de los Gil Albarellos, que mi padre tenía en mucha estima por acogerle alguna vez cuando tuvo colmenas por allí, o a la pequeña iglesia que está junto a ella, o incluso a los restos de una fortificación que debe de haber por allí. Así que sin más que rascar, nos metimos en la carretera para hacer el kilómetro de peligros que nos quedaba hasta el coche. Eso sí, con la maravillosa vista de las rocas de San Esteban a nuestra izquierda:
Dejo aquí el Track de endomondo por si alguien lo quisiera utilizar (o para ver que tiene unos 350 metros de desnivel y que nos llevó dos horas y media hacerlo), y la foto del mismo con la zona de la grieta señalada en amarillo.
Y para terminar, una visita al baúl de los recuerdos, o mejor dicho, a los álbumes de fotos, porque el 6 de mayo de 1990 subimos y bajamos por el barranco del arroyo Pavía hasta un punto del camino que el otro día me resultó familia: el lugar donde allí nos paramos a contemplar y dibujar las formas del "castillo" de Viguera que se ve espléndido al otro lado del valle:
Se entiende así mejor mi pequeño mosqueo con la valla que corta el camino con el cartelito de Propiedad Privada-Prohibido el Paso. De haber estado entonces, no hubiéramos pasado y no hubiera podido tener estos preciosos recuerdos.