Como Rosalía se había quedado este verano con ganas de haber trepado al Mithicas del Olimpo, el primer monte que se me ocurrió programar de vuelta a casa fue el Castillo de Viguera, que según todas las narraciones incluye un pequeño tramo de trepada que a buen seguro le iba a dar un poco de emoción a la cosa. El itinerario que hicimos es el número 5 del librito TIERRA DE CAMEROS de Rufo Ganuza y Alicia Saénz de Acedo, que está bien para hacerse una idea pero cuyas indicaciones de detalle no valen para mucho. Desde luego, parece mucho más interesante abordar desde Panzares este formidable castillo de la naturaleza, que no hacerlo desde Viguera. Pero lo cierto es que el sendero está bastante sucio en varias zonas del primer tramo y es muy fácil perderlo en el segundo, así que la calificación de "exclusiva" que le dan al recorrido lo veo yo más en sentido negativo que positivo. Pero en fin, como es una ascensión corta y fuimos lo suficiente prevenidos como para ponernos pantalones largos, no hubo mayor problema. Eso sí, si lo limpiaran y marcaran un poco mejor, sería una excursión de diez.
Para hacernos una primera idea del itinerario, veamos nuestro gpx sobre Google Earth en relieve:
El recorrido se inicia cerca de Panzares. Antes de llegar a los bares de la carretera, viniendo de Logroño, hay un pequeño camino en el que hay un par de sitios para aparcar, aunque para entrar al mismo si venimos de Logroño, es mejor ir hasta el parking de los bares a dar la vuelta. Una vez aparcado el coche nos ponemos en marcha y me sale una foto algo borrosa, pero suficiente para hacernos una idea.
El camino baja a la derecha y cruza el Iregua por un puente sin protecciones laterales que no vale la pena pasar con el coche.
Pasado el puente se gira a la izquierda y se va junto al río un buen trecho. Es un paseo precioso del que daré cuenta en la bajada. La cerca de una granja nos obligará al fondo del camino a girar ciento ochenta grados. Pongo aquí el croquis en planta del Endomondo con el kilometraje para dejarme de más explicaciones:
En los zig zags que siguen pasado el primer kilómetro, un montañero ejemplar ha puesto en algunas matas unos trocitos de plástico que se agradecen un montón, porque en algunos momentos te sientes bastante perdido. Están ya en las últimas y nos hubiera gustado seguir el ejemplo y reponerlos, pero no íbamos preparados para ello, así que animamos a quienes usen este relato para hacerlo. He aquí un ejemplo (tenéis que ampliar la foto para encontrar el trocito de plástico blanco):
Pasados los primeros zig zags, los plásticos te llevan por una empinada ladera que acaba en una gran encina, lo que también es de agradecer porque te quitas la revuelta del sendero que se ve en el imaginario itinerario de endomondo. Es muy evidente pero por si acaso también hice una foto en la bajada de ese tramo:
En llegando a la encina grande y solitaria que remata esa empinada ladera, ya se empieza a disfrutar de la proximidad de las paredes del castillo y de las enormes cuevas donde anidan numerosas bandadas de buitres.
Y mirando mirando a las rocas..., pues lo más fácil es volver a perder el sendero. El terreno no es complicado pero siempre te fastidia que no esté un poco mejor marcado. Nosotros nos fuimos por un sendero que iba prácticamente a cota, por lo que en vez de salir al collado desde el que se ataca la cumbre, salimos a la farragosa zona de ganadería y vallas que queda más a la derecha. Pongo ahora la otra vista de nuestro gpx y marco en amarillo el verdadero sendero que lleva al collado (por el que bajamos):
Sea como fuere, una vez en el collado y en el camino que viene de Viguera tenemos por delante la parte más interesante de la subida. Tras ascender unos doscientos metros por el lomo de la ladera aparece a nuestra vista el pequeño escollo de la trepada:
Jopé, te dices, eso no se ve muy claro... ¿Por dónde se sube? ¿habrá marcas en la roca? Pues no, ni una. La aventura no es la trepada en sí sino el descubrimiento del paso. En principio es evidente que hay que trepar por entre los matorrales y allá voy yo. De esa forma le hago a Rosalía esta foto tan bonita:
Vuelves a mirar hacia arriba y... ¿ein? el espolón que queda a la izquierda parece muy arriesgado para nuestras posibilidades y la zona de la derecha tiene pinta de resbaladiza. Ahora es Rosalía la que se lanza y nos saca de dudas:
La cosa es trepar ese poquito de canal y luego salir a la derecha por entre las cornisas redondeadas con cuidado de no caerse. No es ninguna hazaña pero a falta de costumbre siempre da su cosilla. Fijaros que hasta la cámara se asustó y le salió borrosa la siguiente foto.
Superado el escollo sólo queda un paseo hasta la cumbre y gozar de las increíbles perspectivas que proporciona este lugar.
Yo también quería salir junto al buzón de la cima, aunque no sea más que para el currículum:
El panorama que ofrecen desde arriba las peñas de Islallana es realmente fabuloso:
Y haciendo uso del pequeño teleobjetivo de mi digital, le hago también una preciosa foto a la ermita de San Esteban construida sin tejado al abrigo de las rocas de Castañares de las Cuevas, justo al otro lado del valle del Iregua.
Con despistes y dudas, nuestro tiempo de ascensión es poco más o menos el que decía el librito: 1 hora y 33 minutos para tres kilómetros y pico y unos 400 metros de desnivel.
En el descenso (1 hora y diez minutos) puse un cahir en el punto en que nos perdimos al tomar el sendero algo más largo de abajo en vez del directo al collado. Si os ayuda en ese cruce que aquí parece evidente pero allí no, me alegrará un montón:
Y acabo con lo prometido al principio, una foto del Iregua en el tramo de camino que discurre junto a él.
Excursión realizada el domingo 7 de octubre del 2012.