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La entrada 46 de este blog la dediqué a recordar mi primera ascensión al Moncayo. Acababa aquel post diciendo que no me importaría repetir esta montaña si alguien me animaba y el empujón no se ha hecho esperar.
Una de las amigas de este blog, María Belmonte Barrenechea, a quien le dediqué la ascensión al VIGNEMALE del año pasado porque hubiera querido venir con nosotros, nos visitó en La Rioja este mes de mayo, y el sábado 29, sin madrugar apenas, lo subimos como quien se da un paseíto.
Como no es cuestión repetir los datos del itinerario ya explicados en aquel post, me limito aquí a comentar las novedades halladas en esta excursión y decir algo al pairo de las nuevas fotos.
La primera de las malas nuevas es que las señalizaciones para llegar desde Tarazona hasta el “santuario” son las típicas de este país, o sea, bastante desorientadoras. Si preguntas dentro de Tarazona, unos te mandan para un lado y otros para otro, así que la derecha es salir hacia Soria. He puesto “santuario” entre comillas en la frase anterior porque de santo ya sólo le queda la cáscara del edificio, y los indicadores sólo dicen “parque natural del Moncayo” y vaguedades así con las que uno puede pensar que lo mandan para cualquier parte. La carretera que sube al “santuario” es bastante larga, pasa de asfalto a pista forestal y en llegando a un gran parking donde las plazas dicen estar contadas, te entran las dudas de si seguir, porque el camino se estrecha, el corte lateral se pronuncia y no caben dos coches en él. Por suerte es un tramo corto, así que ánimo y hasta arriba.
El dichoso “santuario” es ahora un establecimiento de hostelería en el que por llegar a las 11 de la mañana, creímos oportuno tomar un pincho de tortilla. Nos dijeron que salía enseguida pero esperamos más de veinte minutos y al final decidimos subir de vacío. “Es que es una tortilla con varios kilos de patatas”, nos explicaron.
Bueno, lo que mi memoria recordaba como “hayedo” del comienzo no es tal, sino un pinar... como la copa de un pino (o de muchos). Subirlo al endiablado ritmo que marcaba Rosalía no nos costó más que 20 minutos. La salida del pinar y la entrada en el gran circo del Moncayo es uno de los momentos mágicos de la excursión:
La subida por el empinado sendero trazado sobre el canchal del lomo izquierdo del circo es durita, sobre todo en su última parte. Si añadimos a eso el ritmo que pone Rosalía y que el viernes por la noche celebramos la llegada de María y Javier con buena cena y abundante vino, se entiende que ésta y yo resopláramos un poco
Pero la llegada a la arista de la cumbre y la perspectiva del largo paseo hasta la cima con ese largo nevero de compañía a la derecha, es una recompensa tan feliz que la foto de ese momento es la que he escogido para encabezar este post.
Como suelo decir cuando subo al monte con catalanes, gente había ese día más que en las Ramblas, pero el monte es “jrande”, cabemos todos y gracias a la peña pudimos arreglar el asunto de que alguien nos hiciera una foto, o que incluso nos prestase el descorchador para la botella de vino del almuerzo que a mí se me había olvidado meter en la mochila (el descorchador, no la botella). Eso sí, no hubo quien tuviera un maldito cigarrillo para después del almuerzo, con lo que me gusta echarlo a mí y también se me había olvidado.
Aunque al principio puso caras raras, finalmente María no hizo ningún asco a nuestro tradicional menú de bocadillos de mejillones. Casi diría que hasta lo va a incorporar a su dieta montañera. Véase su sonrisa cuando ya lo había degustado:
El tiempo empleado en el ascenso al endiablado ritmo de Rosalía (sí, sí, ya sé que me repito, pero es que esta compañera de monte me tiene frito): 1 hora 40 minutos.
Bueno, venga, ahora a disfrutar del descenso.
Aquí otra bonita foto del gran lomo del Moncayo al iniciar la bajada.
aunque para bonita foto la de estas dos edelweiss (vaya envidia que debo estar dando con la compañía que tuve en esta excursión):
Vale, acabo con un poco de cera. Cuando llegamos al hostal restaurante a tomar unas cervezas y unos cafés (tampoco había tabaco, ale) pedí información sobre el funcionamiento del establecimiento como posible albergue y refugio, y salí trasquilado. En invierno sólo puedes alojarte si vas en grupo grande, porque si no, no es rentable; y de algún espacio como refugio en caso de emergencia nada de nada, que bueno nos lo podrían dejar los montañeros...
Qué bonito país tenemos y qué fácilmente te decepciona y entristece. Eso me pasa por preguntar.