Casi nadie sabe el nombre de este precioso pedrusco situado encima de Nalda. Yo lo descubrí aquel día que me dio por correr por el monte (v Montes 153) y me di una piña. En aquella ocasión, entre el sofoco del footing y el escozor de la pierna, no me enteré de mucho y le debía una contemplación algo más reposada. A comienzos de septiembre del 2017, cuando las tardes todavía son largas, pensé en él para dar un paseo vespertino un poco más montañero que urbano con Teresa y Rosalía, y estas son las fotos y el esquema del recorrido. Lo he dibujado en Google relieve porque ni siquiera lo grabé con el Suunto.
Se sube desde Nalda por las calles Arrabal y San Miguelito y se deja el coche poco antes de que se acabe el encementado, justo en el cruce del camino de los Adobes. (Al final de cada post, en la etiqueta Ubicación pongo el punto de salida/aparcamiento). Y ahora, a disfrutar del camino arriba.
Enseguida se ve el paso al que vamos, entre las rocas de la izquierda y Peña Soto a la derecha. No tiene pérdida. A nivel de orientación es uno de los paseos más sencillos del mundo.
El primer kilómetro es suave pero el segundo se empina una barbaridad. Lo veremos mejor a la bajada.
Pasados los sudores llega la contemplación de la roca y de sus espléndidas vistas sobre el valle.
Dándole la vuelta encontramos un senderito por el que se llega a su cumbre. No hay que moverse mucho arriba que... la caída hacia el Oeste es buena.
Para alargar un poco más el paseo vespertino y montañero nos vamos a esa otra torre mucho más gorda y con muchos farallones situada a la derecha de Peña Soto según se sube.
Bueno, ahí estoy bajando desde lo alto de Peña Soto para ir al torreón gordo del que..., ay, ni siquiera sé si tiene nombre. Lo que sé es que en la cima no hay ninguna referencia. La única que encontramos en el sendero que lleva hacia su cima es una bonita encina.
Ya estamos. No llega a un kilómetro el recorrido. Pero las vistas son kilométricas (!) y aquí no hay peligro de caída. El castillo de Viguera sale por detrás de Peña Bajenza..., pero lo que yo debía de estar señalando a mi hija era la posición de Peña Moya, otro pequeño objetivo montañero que fue objeto del tercer post de este blog hace ya, ayyyy, más de diez años (!).
Mirando hacia el norte vemos el tajo de Peña Soto, el camino por donde hemos subido, y más allá, el lomo de Valmayor que ya hemos recorrido en alguna otra excursión contada en este blog.
Qué bonitos montes tenemos en La Rioja. Como me decía un amigo, no se explica que con tanta belleza alrededor hagamos pueblos tan feos... (ja ja ja). Debe de ser para compensar.
Y esta es la foto que decía yo del descenso. Para que vean que no es broma la pendiente del segundo kilómetro.
Paseo montañero realizado con Teresa y Rosalía el 10 de septiembre del 2017