lunes, 16 de junio de 2014

154. ESCALANDO EN TOIX, CALPE, ALICANTE



No se me había acabado de curar la cicatriz en la rodilla de mi bautizo en carrera por el monte (véase post anterior) cuando este par de locos de la foto de abajo se propusieron bautizarnos (a mí y a Rosalía) en las artes de la escalada... ¡A mis sesenta años... ahhhh!!!.


Bueno, lo cierto es que hace ya muuuchos muchos años, un amigo de Galdácano -el Chuchi-, me llevó a Atxarte, cerca de Durango, a hacer una vía fácil de escalada en la zona-escuela de Atztxiki, y unas semanas después repetimos con Rosalía. Guardo como recuerdo de aquellos felices días una diapositiva en la que Chuchi le iniciaba a Rosalía en la vieja técnica del rappel:


Íbamos con unas botazas tremendas y por supuesto, sin casco, ja ja. Eran otros tiempos y otra forma de ver la montaña. De resultas de aquella experiencia hasta nos compramos una cuerda y algunos mosquetones, pero luego nos dedicamos a la crianza... y... la escalada quedó en algo así como un sueño de juventud. Mira por dónde que casi cuarenta años después volvamos a las mismas... o a parecidas, y que sea una de las criaturas la que nos meta en estas zarandajas.


No voy a contar todos los pormenores de esta pequeña aventura pero el segundo bautizo (7 de junio del 2014) sucedió esta vez en la montaña del Toix, situada entre Calpe y Altea, en una zona-escuela preciosa a la que hay que ir a primera hora de la mañana antes de que le dé el sol. Nosotros llegamos con el tiempo justo de hacer la primera vía (la Roja Uno) y salir más contentos que unas castañuelas.

El maestro Josema subió primero para colocar la cuerda fiándose de la experiencia en aseguramiento que  había adquirido Teresa en una jornada de rocódromo. Yo, que no entiendo nada, echaba en falta un punto de anclaje en la base para que Teresa no se fuera para arriba si se caía Josema, pero se ve que la cosa no era tan complicada como para esas sutilezas de la física...


... o que Josema subía la vía como Pedro por su casa y casi le daban igual las condiciones de seguridad.

Mientras esto sucedía, la vista se me iba hacia las "mar-a-villas" arquitectónicas que teníamos debajo...:


..., o mejor, a los colegas que teníamos a derecha...


...e izquierda (!!!)


Colocada la cuerda y entrados en ambiente, viene el momento de aprender a hacer el nudo del ocho:


y darle paso a Teresa, a quien la vemos con ese estilo y desenvoltura que se adquiere en una jornada de rocódromo (!):




Eso de que te descienda el que está asegurando debajo tampoco fue cosa que me gustara mucho, pero debe de ser cosa de las nuevas técnicas, y donde manda patrón no manda marinero. Además, las fotos salen igual de bonitas:


Le llega el turno a Rosalía, que se queja de no ser más alta para llegar mejor a las presas... ja ja ja:



En este paso, sin embargo, se quedó hecha un ovillo, y es que por arriba casi casi que era... ¡un extraplomo! Nada de un 3, un 6a!!!


Ahora bien, en la técnica del descenso no tuvo mayor problema:


Sobre todo porque en la llegada le esperaba un emotivo abrazo de bienvenida a la nueva religión:


Como el sol ya empezaba a darle en el casco al maestro, yo propuse dejar lo mío para otro día... pero no coló.


Qué estilazo el mío ¿eh?


En el descenso, según me dijeron las colegas, no obtuve muy buena puntuación de estilo...:


Culpa del sol, seguramente, que me cegaba, ja ja ja. En la foto siguiente, la de la celebración del éxito, aún no se me había quitado la cara de susto:


No os riáis del casco de bici que llevo, ja ja ja, que hasta que no haga veinte vías de estas no pienso comprarme uno de verdad.


Vale de risas, que los montañeros avezados que entran en este blog deben de estar partiéndose la mandíbula. Digamos para acabar que la experiencia fue de las que enganchan y que si no sigo en ello no será por falta de ganas. Por lo que pude sentir, la escalada es como lo del avión, es decir, que acojona un poco, pero que resulta que es más seguro que ir en coche. Lo de estar pegado a la pared buscando un punto de apoyo o simplemente descansando tiene mucho de intimidad y comunión con la naturaleza. Y lo de gatear y moverse llevando el peso de un punto a otro es un juego de equilibrio que se parece mucho a una danza individual o a un baile en que tu pareja es la roca (no voy a decir que la roca se mostró más amable que alguna colega de salsa no sea que la líe...).


Con eso de que engancha no quisiera compararlo con la droga porque entonces a éste de las cuerdas y los mosquetones tendría que llamarle camello. Y es que como derrochó tanta paciencia con nosotros, más le cuadra el título de santo.