En varias de las excursiones realizadas la pasada primavera (la de Oliván o la de Bucesta) divisamos por delante de la inconfundible silueta de Peña Isasa, la larga cortada de Peñalmonte; por lo que en llegando al otoño hemos dado con la ocasión de ir por allí. La subida desde Arnedillo es bastante sencilla: se asciende primero a un pequeño pico llamado Cruz de la Encineta que está prácticamente encima del pueblo, y luego se crestea durante tres kiómetros y pico hasta llegar a las cimas de Peñalmonte. Sin embargo, no siempre se cumplen los planes tal y como los piensas porque la climatología en la montaña siempre tiene cosas que decir y mejor escucharlas.
El pasado domingo once de noviembre del 2012, Arnedillo nos recibió con un chaparrón de agua y un cierzo de los que te ponía la carne de gallina. Poco miedo, nos dijimos, que para valientes nosotros. Pero ya antes de empezar pensé que si el cierzo en el pueblo era fino, en la cumbrera hacia Peñalmonte iba a ser... astifino, así que no nos dio pereza alguna recortar un poco la excursión y hacer el paseo circular que se ve en las dos imágenes que he puesto arriba: subir a la Cruz de la Encineta por el Sagrado Corazón, hacer sólo un poquito de crestería y bajar por la ermita de Santa María de Peñalba y el Barranco de Yeseras.
Y para mí que es un recorrido perfecto. Muy bonito. Hombre, si hubiera hecho buen día, no digo que no hubiéramos ido hasta Peñalmonte cumbreando, pero me da que tanta cumbre se puede hacer un poco larga. Ya veremos como nos llegamos otro día hasta a esa cima. Seguramente desde Préjano, para variar.
Según paró de llover cruzamos el pueblo y hasta dimos una pequeña vuelta por el frontón donde había una exposición de setas. Cruzamos el Cidacos por el puente peatonal que hay un poco más arriba de la iglesia y no tardamos en dar con el sendero que sube al Sagrado Corazón. Es muy fácil de encontrar porque hay un banco de paseo puesto justo en la embocadura. Lo que no es fácil de ver es el propio Sagrado Corazón, envuelto ahora entre pinos. La subida por entre ellos y la ganancia rápida de altura sobre el pueblo es muy agradable y proporciona preciosas vistas sobre el propio pueblo (atrás) y el barranco de Yeseras hacia el Este con Peñalba al fondo.
Al pasar junto al Sagrado Corazón, que dejamos a nuestra derecha, aparece un evidente sendero que sigue hacia delante ganando altura por la cresta.
Mirando hacia atrás, podemos ver el Sagrado Corazón entre los pinos y Arnedillo detrás:
Llegando a esa pequeña cota rocosa, aparece bien clara a la vista el resto de la ascensión: primero un sendero junto al pinar que trepa hasta un gran zig zag, pasado el cual encontramos un cortafuegos, también junto a otro pinar, por el que se sube recto hasta la cumbre:
Ojito al cortafuegos, que desde abajo parece poca cosa, pero que cuando te pones en él tiene una pendiente que ni la pala del Bisaurín. Como Rosalía iba tirando, nos llegamos a la cima en menos de una hora y cinco minutos, y como Arnedillo esta a 685, hay que anotarse 420 m. de desnivel.
Aquí Rosalía llegando a la cima (el vértice geodésico queda detrás de ese arbolillo)
y aquí yo, en la Cruz de la Encineta, que de cruz no tiene nada. Hasta el buzón ha perdido su tejadillo.
Desde la cima se tiene una impresionante vista del amplio cauce seco del río Cidacos entre Santa Eulalia y Herce:
Mirando hacia las lomas meridionales de la sierra de La Hez y agudizando un poco la vista (o sea, dándole al teleobjetivo) descubrimos el abandonado caserío de ANTOÑANZAS, al que tendremos que ir algún otro día:
Mirando hacia el sur desde la cumbre, vemos la parte alta del Cidacos entre Arnedillo y Enciso, con el caserío recuperado de Peroblasco:
Y para acabar, la foto hacia Arnedillo:
Con el viento y el frío que hacía no tuvimos ganas ni de sacar los prismáticos de la mochila, y mucho menos de ponernos a almorzar. Cumbreamos hacia Peñalmonte hasta ese camino que se ve allí al fondo en la siguiente foto
Y bajamos por su pronunciadísima pendiente hacia un terreno algo confuso de lomas:
Mirando hacia atrás se ve mucho más claro:
De ahí en adelante el sendero está mantenido, según parece, por moteros de trial, de los que vimos ese domingo una nutrida representación. A mí, que conste, que no me molestan lo más mínimo. Es más, les estoy agradecido por la conservación de senderos. No parece que transite mucha gente por ahí. Como puede verse en la siguiente foto, el sendero de los moteros acaba en la ermita de Peñalba, donde obviamente, almorzamos al resguardo.
Desde hacía muchos años tenía yo interés en visitar esta ermita mozárabe por ser una versión menor de la singular ermita de San Baudelio de Berlanga de la que ya he escrito en edificiosLHD. Dada su importancia la suponía restauradita como aquella y cerrada a cal y canto, pero cuál no sería nuestra sorpresa cuando la encontramos abandonada y con la puerta abierta, sujeta ésta con un trozo de cuerda a una valla metálica rota para que no se metieran las ovejas (!!!):
Mezcla de sensaciones pues: tristeza, suerte y miedo. Tristeza por su abandono. Suerte, por poder entrar en ella y verla. Y miedo, ayyyy, por la posible restauración que le caiga de algún arquitecto (los Iñakis, Pozuelo, o el que sea, ahhh nooo). Esta es la columna central que buscaba:
Y este es el ábside abandonado de la pequeña cabecera que se abre lateralmente a la gran sala de la columna:
Entre la desazón por el estado de esta joya de nuestra arquitectura y el frío que hacía, el bocata de mejillones me supo peor que nunca, pues para colmo de males no llevé vino. Menos mal que el descenso por el barranco de Yeseras fue mucho más ameno de lo que me esperaba. En primer lugar por su rústica morfología:
Y luego, por los dos pequeños hitos que lo jalonan: el viejo pozo-nevera de Arnedillo:
Y la ermita de San Miguel (restaurada sin gracia pero sin mayor gravedad) situada bajo un gran peñasco:
Con parada para el almuerzo y visitas manumentales, la vuelta de regreso no nos llevó más que 1 hora y 40 minutos. Estupendo circuito pues: corto, duro, variado y bello.