Dormir en los refugios de Lavaredo para un montañero es como meterse en el vestuario del Real Madrid para un aficionado al fútbol. Te codeas sin querer con la crema y nata de la escalada a nivel mundial. Cenas escuchando como una pareja estudia los pasos de la dificilísima vía de escalada de mañana o desayunas viendo como tipos todo hechos de fibra van ordenando el material de cuerdas y fisureros. Pero esa cercanía a la élite tiene obviamente un pago: el de no estar solos. Las tres cimas de Lavaredo, al menos en verano, son casi un parque temático, un resort turístico, una procesión de coches y gentes de todo tipo. Por ello, el primer acontecimiento maravilloso de nuestra excursión fue conseguir una habitación doble en el Refugio de Auronzo en pleno agosto y con sólo una semana de antelación. Habíamos planificado la visita a Lavaredo en nuestro retorno desde Baviera a casa por Italia, pero no me podía ni imaginar que fueramos a tener tanta suerte. ¡Hasta la telefonista del refugio hablaba español!
En la red habíamos leído varias reseñas de esta sencilla excursión pero como cada uno la vive y cuenta a su manera, la nuestra no estará de más. Todos los relatos coinciden en las maravillas del lugar pero todos difieren en la parte organizativa. Lo que está claro (y de ahí nuestra suerte) es que para dar la vuelta a las torres no es necesario dormir en refugio alguno porque la excursión se hace en menos de dos horas, pero la ventaja de hacerlo como la hicimos ¡es poder darla sin gente!
Como todo el mundo cuenta, el acceso más conocido a las torres de Lavaredo es el de una carretera de peaje de 6 kms de largo que parte del Lago de Misurina a 1793 m y llega al Refugio Auronzo a 2.320 m. El desnivel es brutal y como dicen muchos, el peaje también: 20€. Pero lo más hiriente del lugar es con mucho el caótico y desparramado parking junto al refugio, con parada de autobuses inclusive. Como nosotros llegábamos por la tarde, nos cruzamos con un rosario de coches que bajaba de pasar el día arriba y no tuvimos problema alguno en aparcar junto al refugio, situado, como puede verse en el mapa que pongo más abajo, en la cara sur de las tres cimas. Los senderos que por ambos lados llegaban al refugio vomitaban gente como si fueran salidas del Metro, pero poco a poco aquello se iba quedando en calma. Preguntamos cuánto costaba dar la vuelta y nos dijeron que unas tres horas. Como eran las cinco y media de la tarde y la cena en el refugio la daban a las siete y media nos animamos a ir cuando menos hasta el collado oriental, o collado Lavaredo, para ver la cara norte de las tres torres con la luz del atardecer. Y este es el reportaje fotográfico:
Mientras se dejan las torres a la izquierda lo primero que llama la atención son los otros macizos de la zona, erizados de bellísimas agujas de piedra, como este llamado Grupo de Cadini (que luego nos tocaría en suerte enfrente de la ventana de nuestra habitación, por lo que lo vimos con todas las luces posibles).
Yendo por el sendero hacia el refugio Lavaredo (a la izquierda en la foto), nos cautivó el paredón del fondo, llamado Monte Paterno, o Paternkoffel, pues en la zona casi todo es bilingüe por la proximidad con Austria.
Pero mirando hacia la izquierda, es decir, a la parte trasera o sur de las famosas torres, el panorama de agujas es espectacular.
Y forzando un poco la mirada, descubrimos a unos escaladores que estaban haciendo sus últimos largos en una de las más aéreas (la he puesto en la máxima definición para que ampliándola se pueda ver el jersey rojo de uno de ellos):
Tras llegar al collado en menos de cincuenta minutos aún bajamos un poco al lado norte para mejorar la perspectiva y la iluminación pues a las seis de la tarde teníamos el sol prácticamente de frente y las paredes de las torres a contraluz. En una las lomas cercanas al sendero vimos a un tipo con un trípode y maletín lleno de objetivos y le pedimos que nos hiciera una foto a los dos con mi cámara. Nos aseguró que íbamos a tener una foto hecha por un profesional pero..., bueno, el resultado creo yo que no es para tanto, ja ja ja. Estos italianos..., por presumir que no quede.
Al margen de fotos, lo que está por contar es que regresamos al refugio, disfrutamos de la noche, y tras el desayuno de las 7 (un poco tarde ya) salimos a hacer la vuelta completa antes de que subieran del valle las caravanas de coches. Pongo aquí el mapa del recorrido para que orientar a los que quieran ir.
Igual que el día anterior por la tarde, salimos del Refugio Auronzo por el sendero 101 pero con distinta luz y esta es la vista del refugio Auronzo y el sendero con el sol de amanecer.
La foto de arriba, la de la presentación de esta entrada, la hice en el collado Lavaredo a eso de las 8 de la mañana. El sendero “oficial” desciende hacia el norte para ir hasta el refugio Locatelli (sendero 105) pero nosotros preferimos aventurarnos por el que va justo debajo de las paredes que está marcado con una línea negra a trazos y recorrer con la mirada los increíbles muros de piedra para descubrir en ellos a los valerosos escaladores que las desafían Y así, en el costado de la gran torre central, la más alta, capté la imagen de estas dos o tres cordadas:
Mientras que en la mismísima pared había no menos de diez tíos metidos a los que se les oía mejor que se les veía (también he puesto estas fotos en el máximo tamaño para poder compartir la emoción de su aventura):
Por lo que respecta a nuestro paseo hay que decir que el sendero que escogimos no es precisamente “de paseo” pues en su zona central la pedrera es enorme y hay que seguir los cahires para no perderse o descalabrarse
En la tercera de las torres, a la derecha de ese escalofriante extraplomado había también una cordada con más de media pared recorrida (¿a qué hora habrían empezado?) y un tío debajo que la subía en solitario:
Como decía al comienzo de esta entrada, sólo de verles tan cerca te pone el corazón en un puño y... el cuello a punto de torticolis porque entre la grandiosidad de la pared y la de la emoción de su osadía no puedes dejar de mirar hacia la izquierda. Por suerte, pasada la tercera torre el sendero se hace más suave ya todo es un paseo hasta el collado de Medo,
y luego, hasta el refugio. La vuelta por este sendero nos costó 2 horas 10 minutos, incluídas las numerosas paradas para la contemplación y las fotos, así que a las 10, cuando el parking empezaba a llenarse de coches y gente, nosotros estábamos ya listos para huir de allí con el mejor de los sabores: el de haberlo hecho de la mejor de las formas posibles para disfrutar del lugar en relativa soledad.
Realizada el 22 y 23 de agosto del 2010 con Rosalía.
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