viernes, 28 de septiembre de 2012

106. MONTE OLIMPO, Grecia. 2.912 m (5k 1050+) (3k 812+ y 8k 1.900-)




Decir MONTE OLIMPO sugiere todo menos una ascensión montañera. Nuestra devoción por subir a las montañas como lugares sagrados llega a lo más alto en este monte al que se le tiene por la casa de los dioses. Ya no es sólo belleza o salvaje naturaleza lo que posee el Olimpo, sino todo un riquísimo legado mitológico que está en el sustrato de nuestra cultura occidental. Infunde tal respeto que no creo que se nos hubiera pasado por la cabeza subir a él si no fuera por los ánimos que nos proporcionó nuestra amiga María Belmonte (compañera de aventuras en el Moncayo y el Bisaurín de este blog), cuando nos contó su ascensión en el 2007. Durante toda nuestra estancia en el monte no paramos de repetirnos que se lo debíamos a ella, así que lo mismo digo para quien vea este reportaje. Tanto como a la atracción divina de las cimas, debemos los montes a los humanos que nos animan a subirlos.

Pero dejémonos de prolegómenos poéticos y vayamos con lo más prosaico. Los aspectos prácticos de la aventura. El Olimpo está a cuatro horas de coche de Atenas, ah, lo cual es ya una buena paliza para quien se anime a hacerlo cuando va a la capital griega (como nosotros). El pueblo base es Litochoro desde donde suben (a elegir) un largo sendero por el fondo del valle o una sinuosa carretera en ladera hasta el paraje de Prionia (1.060 m), donde hay un gran parking para coches y un estupendo restaurante. No había duda. Una vez en Prionia, y como con los nervios de la llegada se me olvidó hacer una foto del lugar, tomo prestada una de internet:


No había esas nubes, ni mucho menos, el 8 de agosto de este año 2012. El sol caía a plomo, y el termómetro del coche marcaba 35 grados en Litochoro, y 31 en Prionia (!!!) a la 1 del mediodía, que es cuando llegamos. Lo bueno es que a esa hora puedes sentarte a comer en el estupendo restaurante que hay allí y a olvidarte del coche. Pasadas las dos iniciamos la ascensión de los mil metros que nos llevan hasta el refugio propiamente dicho. Por suerte, buena parte del sendero transcurre dentro de bosque. Lo que no quita para que sudáramos como repollos y llegáramos arriba justos de agua. En la parte baja el sendero está cuidadísimo,



pero pronto se pone salvaje, porque ya se sabe que Zeus lanza sus tormentas desde arriba y se ve la de pinos que arrastran por los barrancos laterales.


El GPS se me volvió bastante loco con los árboles (o con los dioses) y mejor no poner la foto del track de arriba en detalle porque parece que hubo tramos en que subimos en línea recta. No, el sendero va cruzando barrancos, zigzagea por el bosque y finalmente, cuando se acerca a los dos mil metros, entra ya en un terreno rocoso bastante espectacular.


Nos dijimos de subir muy despacito (por aquello del calorazo) pero teníamos ganas de monte y apenas paramos más tiempo que el necesario para hacer las fotos y beber agua. De Prionia al refugio (2.100 m) tardamos 2 horas y 40 minutos.

En el relato que María Belmonte nos envió de su ascensión del 2007 (una pena que no esté en internet) se deshacía en elogios sobre el refugio y sobre su regente, el Sr. Zolotas, así que me hice una foto con él para dejar sentado que sus parabienes no eran en vano. Ciertamente lleva el refugio con una autoridad, y a la vez con una calma, dignas de admiración. Serán las influencias divinas.


Cenamos un buen plato de pasta, y antes de irnos a la cama nos dedicamos a mirar hacia arriba para tener bellos sueños.


Porque dormir, lo que es dormir, en un refugio de habitaciones colectivas, ni en el del Sr. Zolotas. Desde luego Rosalía, no mucho. Ella dice que es por la espalda y yo que por los nervios. Pero no es cosa de discutir. Eso sí, antes de que amaneciera ya estábamos los primeros desayunando.


Y los primeros también en el sendero hacia la cumbre.




Nada más bonito que ver los reflejos del sol en el mar, al fondo del valle que baja a Litochoro,




 y recibir los primeros rayos de sol cuando ya has remontando la primera parte de la ascensión y llegas al gran lomo por el que se sube hasta la cima.



...en compañía..., de esos preciosos rebecos que van por delante de Rosalía:


Cuando se dobla por el lomo del fondo la vista se extiende ya hacia las cumbres, aunque desde ahí aún no sabes muy bien cuál es.



Ni tampoco se aprecia la fuerte pendiente que tiene el sendero (eso se ve mejor en las fotos del descenso). Lo que está claro es que llegando al collado del fondo tiene uno que tomar la decisión de si quiere exponerse a trepar hacia la peña Mithicas (2.917) situada a su derecha


o subir plácidamente hacia la cima del monte Skolio (2.912) es decir, solo cinco metros más bajo que el Mithicas pero mucho más señorial y con mejores vistas hacia el plató de las musas y sus famosas paredes.


A menos que te pares a descansar un buen rato para recuperar y que te entren ganas de trepar, los argumentos visuales son concluyentes. Al Skolio. Además, justo cuando llegamos a ese punto había gente gritona dando voces en la peña del Mithicas, gente que habría vivaqueado por allí o habría subido por otro sitio, y que le quitaron la magia al lugar.

Un austríaco que subía en solitario unos cien metros por detrás nuestro nos hizo una foto en este último tramo (se nos ve como hormiguitas)


y fue el encargado de hacernos la foto de la cima:


con lo que, obviamente, se ganó el premio de salir en este blog, y en una foto con Rosalía:


Su mensaje quedó detrás del nuestro en el cuaderno de la cima:


Por lo que veo ahora, Rosalía dejó anotada también nuestra "marca" (ja ja) de dos horas y ocho minutos.
Yo, que soy más de temperaturas que de tiempos, saqué el termómetro y disfruté de ver el contraste con los cuarenta grados que había en Atenas:


Mediciones aparte, lo que tocaba era contemplar la majestuosidad de las suaves lomas hacia el interior (por donde se ve que se sube en coche hasta muy cerca de donde estábamos)


Y sobre todo, a las magníficas paredes del plató de las musas, por donde Hera despeñó a Hefesto al ver que le había nacido tan feo. Buena era la diosa


Y sorprendente es también que a Hefesto no le pasó nada, porque al fin y al cabo, también iba a ser un dios.

Con lo único que yo os puedo sorprender a estas alturas de la excursión es con la foto del sendero en la bajada, para que veáis la diferencia de perspectiva respecto de la subida.


Helmut se nos había anticipado en el descenso, y como le alcanzamos y seguimos con él, acabamos diciéndole que era un lujo llevar un guía austriaco. En la siguiente foto se ve desde arriba el refugio del Sr Zolotas donde, lógicamente, compartimos con él unas buenas cervezas.


Desde la cima al refugio tardamos hora y media. El calor ya apretaba a las once del mediodía, pero bajar los restantes mil metros no es mayor problema excepto para los pies, que se recalientan mucho en las botas. Seguramente por eso me atrajo mucho descubrir este par de neveros en los que no nos habíamos fijado al subir:


Del refugio a Prionia, tardamos 1 h y 50 minutos. Y según pudimos comprobar, en bastante menos lo hace la recua de mulas que lleva los suministros al refugio, pues nos adelantaron, con su mulero a la cabeza, como una exhalación.


Volvimos a comer en Prionia, donde nuestra alegría contrastaba con las preocupaciones del día anterior. Y como el dueño es también gente alegre, le hice una foto mientras nos contaba lo orgulloso que se siente de su hijo que le va a suceder en el negocio:


Pues nada. Que muchos dioses por aquí y por allá, pero en un par de días (8 y 9 de agosto de este 2012)  nos los quitamos de encima. Es lo que tiene ponerse a andar y subir a los montes.




domingo, 23 de septiembre de 2012

105. PUERTO VIEJO DE BIELSA, 2.378 m. (9k 715+)



Desde el día en que estuvimos en la estación de esquí de Piau Engaly (v Montes n 28)  tengo en proyecto el subir al Pic des Aguileous (también llamado Soum des Salettes) de 2.976 m., pero hacerlo al día siguiente de haber subido al lago de Marboré (v. post anterior) me parecía una temeridad. Después de un duro día de monte es mucho mejor hacer algo más llevadero, y estando de paseo por Bielsa me vino a la memoria el famoso episodio de la Guerra del 36, en el que la retirada de las tropas republicanas (o rojas) valle arriba, acabó con el triste paso del puerto viejo camino del exilio. La construcción del túnel Bielsa-Aragnouet en la década de los 70 del pasado siglo acabó con el pequeño uso de este puerto y lo relegó definitivamente a excursión montañera y recuerdo histórico. Estupendo plan pues para soltar las piernas y rememorar aquellas tribulaciones.



Se deja el coche en la boca española del túnel (1.664 m) junto a la casa de mantenimiento del mismo y se echa a andar por detrás de ese edificio. No es un comienzo muy elegante que digamos, pero el sendero enseguida se hace montañero y asciende hacia aquella bonita cascada que se ve al fondo. Una vez que pasamos por encima de la cascada, caminamos junto al arroyo que la alimenta.


Y en seguida vamos dejando la vegetación. No tiene pérdida.


Cuando dejamos atrás el terreno boscoso y rocoso aparece una amplia ladera herbosa que nos conduce sin más historias hasta el collado fronterizo, situado a una altitud de 2.378 m.


Son por lo tanto 714 metros de desnivel para una distancia (medida por el GPS de endomondo) de 4,24 km. que Rosalía y yo hicimos en 1 hora y 38 minutos.

En el collado nos esperaban las tradicionales nubes del norte...


... y un montón de gente de todo tipo y procedencia.


Ya nadie tiene que huir de los ejércitos enemigos pero según parece ahora todos estamos en movimiento o en fuga de algo. Y puestos en ello, también nosotros huimos de la marabunta del collado y nos bajamos un poco por el lado francés para almorzar tranquilamente contemplando el Pic de Aguileous y demás montes de la zona.


Acabado el almuerzo y despejado totalmente de gente el collado, me acerqué a leer las placas explicativas y conmemorativas de aquella penosa huida al exilio, y como era de esperar, me encontré con los habituales textos de "Historia" de los últimos años que invocando a la memoria, la paz y la dignidad, se empeñan en ver aquella guerra con poca memoria, menos paz y muy escasa dignidad (y es que, cuando se pierde una guerra, lo menos que se puede hacer para empezar a hablar de dignidad, es aceptar la derrota).



Comentaba con tristeza a mi compañera de fatigas esta forma de contar y rememorar los acontecimientos más graves de nuestra historia cuando apareció un nuevo montañero que pareció haber oído mis lamentos y hasta quizás haberlos comprendido o compartido, -tal fue el modo con que nos sonrió. En todo caso preferimos no abundar en el asunto (ya se encargará el tiempo de que estas placas se vayan cayendo y la Historia reescribiendo) y dedicarnos a reconocer los nombres de los montes que nos rodeaban, o mejor, a hacernos fotos. Javi, que así se llamaba nuestro nuevo compañero de cima, y que por más señas nos dijo que era de Irún, nos hizo sendas fotos a Rosalía y a mi, a ambos lados del collado:



Y por supuesto, yo también le hice una foto a él para que quede constancia de nuestro breve encuentro montañero en este blog:


Sería mucho más bonito completar el recorrido bajando a Aragnouet y hacer autostop para volver por el túnel hasta donde habíamos dejado nuestro coche, pero como ya habíamos improvisado bastante con llegar hasta aquí, nos bajamos por donde subimos igual de alegres y, por supuesto, en menos tiempo: 1 hora y 17 minutos.


Excursión realizada el 28 de julio del 2012.



martes, 18 de septiembre de 2012

104. BALCON DE PINETA Y LAGO DE MARBORÉ, 2.600 m.(16k 1.300+)



La ascensión al Balcón de Pineta y consiguiente visita al Lago de Marboré es una clásica del Pirineo que no podía faltar en nuestro palmarés, así que no hemos querido que pasara este verano sin hacerla. He escogido la vista aérea de Google para la presentación porque se entiende así mejor la relación con otras excursiones en el mismo macizo ya contadas en este blog: la de Ordesa, en el post 10, o la del Taillón, en el post 25.

Todas las guías la pintan como una ascensión bastante dura, pues no en vano son 1.300 mts de desnivel, por lo que poco antes de las seis de la mañana del pasado 27 de julio del 2012, cuando todavía no había amanecido, ya estábamos ante la barrera del parador de Turismo preguntándonos donde demonios podíamos dejar el coche. Suele pasar en los sitios más concurridos que los carteles más elementales brillan por su ausencia. Damos la vuelta ante la infranqueable barrera del Parador (donde apenas hay sitio para darla) y regresamos al gigantesco y destartalado parking que hay al otro lado del río y que habíamos dejado a la izquierda sin darnos cuenta (sin cartel que lo indicara, vaya).

La campa parking de "acogida" es enorme pero aún así y a pesar de estar a oscuras, enseguida damos con cartelitos que indican la dirección (que no el camino) de subida hacia el Este. Alegremente echamos a andar y a los cinco minutos ya nos hemos perdido. El camino junto al río que habíamos tomado lleva hacia una campa sin salida. Primer cabreo de la mañana y vuelta para atrás. El GPS de endomondo lo cuenta mejor que yo:


Para coger la pista que sube hacia el puente de El Felgueral donde propiamente se inicia la ascensión por sendero de montaña, hay que olvidarse del río y tirar un poco a la izquierda. La verdad es que cuando tienes una gran excursión por delante, estos despistes iniciales en unas campas de mala muerte te ponen de mala uva. Siempre he dicho que lo más importante de una ruta no es marcar con claridad la cima sino los puntos de salida. Pero un Parque Nacional debe de ser un organismo funcionarial muy complejo, donde con poner carteles de prohibiciones ya tienen bastane. Ya lo vimos en el post de Ordesa.

Nos amanece en el trayecto de la pista y nos consolamos mirando hacia arriba. ¿Por dónde se superará esta muralla de roca? nos preguntamos.


Tras los dos aburridos kilómetros de la pista  llegamos al puente sobre el barranco que baja de la cascada y volvemos a tener ocasión de divertirnos..., es decir, de perdernos, o sea, de cabrearnos. Aquí desbarra hasta el mapa de la Alpina, que dibuja el sendero nada más pasar el puente de la Felguera. Véase.


En efecto, nada más pasar el puente y en el lugar que señala el mapa vemos un sendero que asciende junto al barranco pero... mira por donde que los del Parque no se han dignado poner en él cartelito alguno... (?). El mapa es el mapa, me digo, y lo tomamos. Pero, ay, enseguida se estrecha, se pone sucio de hierbajos y maleza y hasta pasa por tramos en que parece que lo vamos a perder. "Este no puede ser el sendero de una subida tan conocida y popular. Me cagüen el mapa, los del Parque y el país de m. este", perjuro.


Pero no queda otra que seguir subiendo y ya se aclarará el camino, que por suerte, cuanto más subes menos vegetación hay. Al final tiramos monte arriba hacia la derecha y acabamos encontrando el sendero verdadero más arriba de una fuente que sabíamos que había por allí y donde dicen que hay que tomarse el primer descanso de la mañana. Para nosotros el descanso fue encontrarlo.


Con los sudores de la primera hora de subida (y del cabreo) el objetivo de la cámara que llevo en el bolsillo se me empañó y no me di cuenta, así que las primera fotos salen un poco borrosas, pero bueno, para contar el momento en que nos pilla el sol a media subida, ya vale.


O para contemplar a contraluz y mirando hacia atrás la silueta del pico de La Munia, y la altura que vamos cogiendo.


Mientras tanto, nosotros seguimos mirando hacia arriba para tratar de averiguar por donde demonios va el sendero que ha de cruzar la imponente muralla que tenemos encima, y mientras el sol va secando por su cuenta el vaho del objetivo de mi cámara, un montañero solitario que venía por el camino bueno nos alcanza y nos sobrepasa.


Aunque nos dice que es de Tudela, resulta ser todo un experto en la zona pues viene aquí todos los años. Ni sabe la de veces que habrá subido al balcón. Más de veinte, me asegura. Nos acompañó hasta el embudo final donde se paró a reponer fuerzas y se quedó atrás, porque según nos contó luego le había dado una pequeña pájara.

Con la alegría de saber que vamos bien, la emocionante secuencia de llegada al balcón la experimentamos en solitario. Pongo aquí cinco fotos que os lo cuentan mucho mejor que yo:






Al fondo de esa cornisa doblamos a la derecha y se abre el grandioso panorama del Monte Perdido y su famoso y ya decrépito glaciar suspendido:


A pesar de todos los pesares, miramos al reloj y vemos que hemos hecho en tres horas y media lo que los itinerarios marcan como cuatro. Rosalía sigue en plena forma. Tanto, que en vez de parar y asomarnos al balcón para contemplar el valle de Pineta (lo dejamos para la vuelta) preferimos mirar hacia el lecho del glaciar y los pedruscos de las antiguas morrenas y seguir camino hacia el lago de Marboré por un sendero bien marcado de cahires.


Es otra media hora más de camino en el más absoluto silencio y soledad, con dos maravillosos alicientes: el de encontrarnos unos sarrios y oír algún crujido lejano del glaciar.


Y finalmente, llegamos al resto del lago del glaciar, con el pico, la brecha y el refugio colgado de Tucarroya en la línea de frontera con Francia. Las diez en punto de la mañana.


Mientras dábamos cuenta del bocata de mejillones y la botella de vino, llegó Juan Ramón y nos hizo la foto de rigor en la meta, con el Perdido y el cilindro de Marboré como fondo de escena.


También le hice yo una a él, claro está, para que se viera en nuestro blog, en tan buen lugar y... en tan buena compañía.


Y mientras la conversación se animaba, y yo la celebraba con mi tradicional cigarrillo de las cumbres, decidimos bajar juntos, con lo que pudimos aprender algunas de las muchas cosas de la zona que sabe Juan Ramón. Por ejemplo, la ruta al Monte Perdido, que desde aquí es algo verdaderamente tentador porque habiendo subido ya 1.300 metros, los 755 que restan para la cima (en otro día y con vivac por medio, por supuesto) no parecen gran cosa. Claro que la chimenea por la que hay que ascender al "cuello del Perdido" para conectar con el sendero que sube desde Góriz, es otro cantar. Juan Ramón nos la señaló con precisión y yo usé mi teleobjetvo para acercarme todo lo que pude a ella. Se ve muy bien porque es esa grieta negra que sale justo por encima del nevero con forma boomerang a la derecha del muro que sujeta el glaciar.




Desde lejos impone, pero para un trepador medianamente entrenado no parece que sea demasiada la dificultad. Eso nos dijo.

Pero bueno, lo nuestro no era ir por allí sino hacia abajo, y en el camino por el pedregal, Juan Ramón nos enseñó otro secreto: un estupendo refugio en la roca, de lo más socorrido en caso de tormenta, que él mismo lo usó en cierta ocasión.


Por supuesto, también nos hicimos la tradicional foto en un nevero. Y es que siempre hace ilusión pisar nieve a mitad del verano.


De todos modos, la foto del día es la del "balcón", y como la que nos hizo Juan Ramón a los dos no fue muy brillante, mejor poner aquí la que le hice a Rosalía, quien siempre embellece aún más todas y cada una de las montañas a las que vamos (le tendrían que pagar los de los Parques Nacionales ja ja ja).


Bonitas son también las vistas de la cornisa y la parte alta del sendero del embudo por el que salimos del balcón, que pongo igualmente en secuencia:





Desde el lago hasta el parking con parada en la fuente para contemplar la gran cascada que baja del glaciar, tardamos poquito más de tres horas.


Por supuesto, Juan Ramón nos llevó desde la fuente hasta la pista por el sendero verdadero (ahí no hay pérdida) y desde la pista hacia abajo por senderos en el bosque mucho más bonitos que la pista (volver arriba para ver el circuito marcado por endomondo) pero que sólo son para conocedores de la zona porque los cartelitos y las buenas marcas de senderos... brillan por su ausencia.


Una vez abajo, y mientras nos bebíamos una deliciosa horchata en la rulotte de Juan Ramón, volví a mirar hacia arriba para recrearme, ahora sí, en la vista del trazado por donde se supera (¡y habíamos superado!) ese precioso murallón.


Y puestos a la recreación, vayan como conclusión un par de imágenes más de endomondo con google: la del gpx y la de las marcas de los kilómetros, -que nunca sé si los toma en plano o si tiene en cuenta también el desnivel. Tanto da, que el monte no es para nosotros territorio de récords ni de precisiones. Aunque sí de buena orientación y buenas indicaciones.